Los cambios demográficos se miden en horizontes históricos.
En 1921 la población del país era de 14.3 millones de personas; en la actualidad el volumen asciende a 128.9 millones de habitantes.
La población mexicana creció nueve veces en 100 años.
Los cambios en la estructura por edad y sexo son notables.
La pirámide de la población de hace un siglo reflejaba los efectos del movimiento armado de la Revolución Mexicana, una esperanza de vida al nacer de 30 años, un menor número de hombres entre los 20 y 30 años y menos de 5 por ciento de población mayor de 60 años.
Hoy la situación es otra, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020 la esperanza de vida es de 75 años, una cuarta parte de la población tiene menos de 14 años de edad y los mayores de 60 años representan 11.6 por ciento. En el presente siglo crecemos lentamente, hemos alcanzado la tasa de remplazo, de mantenerse el promedio actual de dos hijos por mujer en los próximos 30 años el volumen total de la población será de 148.2 millones.
Pero la pandemia es un suceso con múltiples consecuencias históricas a escalas mundial, regional y nacional, cambios estructurales que se observan en mayor medida en personas de hogares que viven en situación de pobreza y en zonas marginadas, las desigualdades sociales. Es un hecho que se profundizaron las desigualdades sociales y las brechas de género.
Empecemos por lo más grave, el exceso de mortalidad. Conforme al más reciente boletín estadístico, el exceso de mortalidad por todas las causas durante la emergencia sanitaria es notorio, de 48 por ciento. Afortunadamente la tendencia empieza a descender a partir del 4 de junio del presente y esperamos que siga ese trayecto. En términos absolutos, el número de defunciones fue mayor en el grupo de personas de más de 65 años. Otro de los riesgos asociados es el aumento de las probabilidades de morir por embarazo y parto. En comparación con junio de 2020, este año la razón de mortalidad materna tuvo un incremento de 23.6 por ciento, registrándose 46.5 defunciones por cada 100 mil nacimientos. En México, el aborto inseguro es la cuarta causa de muerte materna.
El aumento de las tensiones en los hogares, que se han exacerbado por las presiones económicas y el confinamiento, evidenció la carga del trabajo de cuidados en las mujeres, quienes han estado más expuestas a vivir situaciones de violencia. Durante la contingencia, 5.8 por ciento de ellas reportó haber sufrido algún tipo de violencia doméstica, 21.8 por ciento experimentó gritos, insultos o amenazas y 11.1 por ciento vivió abusos de carácter sexual y violaciones (Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, 2020). Paralelamente, la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres reporta que la atención a mujeres que viven violencia aumentó 22.6 por ciento y la canalización hacia los refugios pasó de 420 a 2 mil 720 atenciones.
Por el confinamiento y el temor al contagio se registró un descenso en la demanda de servicios de salud reproductiva. Las estimaciones del Consejo Nacional de Población (Conapo) señalan que se sumarían en total 120 mil nacimientos adicionales, no intencionados. Entre la población adolescente el costo podría ser más alto, además de limitarles oportunidades educativas y la educación sexual escolar, se reportan dificultades y falta de asistencia a las clases virtuales, mayor deserción y abandono de los estudios, vinculado en muchas ocasiones a la falta de recursos tecnológicos. Se estima un aumento de 30 por ciento de embarazos no intencionados, 29 mil nacimientos de madres adolescentes, adicionales a los proyectados para el año.
Ha sido crucial que el gobierno de México definiera como esenciales los servicios de salud sexual y reproductiva, se aseguró el abasto a una amplia gama de métodos anticonceptivos, así como medicamentos para la interrupción del embarazo, incluyendo el fortalecimiento de los servicios amigables para adolescentes. Ante la nueva normalidad
alcanza mayor prioridad la Estrategia Nacional para la Prevención del Embarazo de Adolescentes, un trabajo interinstitucional coordinado desde Conapo con el secretariado técnico del Instituto Nacional de las Mujeres, el cual involucra a instancias del sector educativo, de salud y de bienestar.
La apuesta es por un cambio cultural y de las mentalidades en las nuevas generaciones, a través de la educación integral de la sexualidad en todos los niveles escolares y en la población no escolarizada. Fortalecer la autonomía de las niñas y adolescentes, acabar con el machismo, con las prácticas sexuales de riesgo por consumo de bebidas alcohólicas y encaminar a los menores hacia masculinidades positivas. Una nueva cultura que impulse la movilidad social, que sume a la gran inversión que se está haciendo con más de 10 millones de becas para estudiantes de familias pobres, los Clubes por la Paz y la atención a la salud mental. En forma coordinada, hoy se atienden las causas del embarazo, de la inseguridad y de la violencia.
* Secretaria general del Conapo
Twitter: GabrielaRodr108