Me temo que se está viendo un calendario que es anacrónico. Vaya paradoja.
En el autoritarismo. Efectivamente funcionó el ejercicio del tapado de muy diversas maneras. Aunque sorprendió el dedazo a favor de Ruiz Cortines, mayor sorpresa fue cuando el ungido de don Adolfo fue Adolfito López Mateos. Aquí brilló en todo su esplendor el tapadismo: hasta el último momento todos los analistas coincidían en que sólo había dos candidatos: Casas Alemán y el pintoresco secretario de Agricultura, Flores Muñoz. Como le dijo Ruiz Cortines al desconsolado Flores Muñoz: es que nos ganaron compadre.
Las rupturas. Todas las sucesiones tuvieron tensiones y cuasi rupturas hasta la ruptura de la Corriente Democrática y el desenlace de una de las elecciones más impugnadas, la de 1988. Pero el momento mas dramático en las sucesiones priístas fue la selección de Luis Donaldo Colosio, que culminó trágicamente en su asesinato.
La gobernabilidad. El relativo éxito de las sucesiones priístas se debió al mecanismo de gobernabilidad del régimen sustentado en un tripié: los poderes formales e informales del presidente, el partido hegemónico y el manejo desde el poder de la mezcla entre reglas formales e informales.
La transición. Entre 1977 y 1997 se erosionó gradualmente cada uno de esos puntales de la gobernabilidad. No se sustituyeron porqué no se hizo una reforma del Estado, la cual habría requerido un pacto entre las élites políticas y economicas que tampoco se pudo culminar. Lo que ocurrió fue un desmadejamiento del centro, una fragmentación de fuerzas sociales y una colonización de franjas del estado por poderes fácticos.
La sucesión en las alternancias. Lo primero que se aprecia es que el presidente en turno por errores o accidentes de la vida no logró impulsar a su candidato preferido. Así pasó con Fox y Santiago Creel; con Calderón, quien prefirió a Mouriño, hasta el accidente fatal, y luego a Ernesto Cordero, quien no fue seleccionado, y con Peña Nieto, quien prefirió a Aurelio Nuño y luego a Luis Videgaray para tener que apuntar a un secretario que no era príista.
¿Cómo se gobernó en el régimen de las alternancias? La gobernabilidad se conformó mediante otro trípode. En la cúspide una oligarquía partidista de tres partidos, que se negaban a pactos de largo alcance y buscaban elecciones plebiscitarias en donde uno se quedara con todo. Una presidencia debilitada que regenteaba una especie de decadencia administrada. Y pactos informales para lo único que contaba en este periodo de 20 años: repartirse presupuesto y concesiones públicas. Floreció la corrupción y la impunidad y poco a poco se borraron los límites entre lo legal y lo ilegal.
Al mismo tiempo, desde 1997 el electorado mandaba un mensaje nítido: gobiernos divididos para obligar a pactos de gobernabilidad. La miseria moral y la ceguera política lo impidió. Finalmente, en 2018 el electorado mandó otro mensaje: gobierno unificado. La manera como lo entendió AMLO y su coalición será motivo de discusión en las siguientes entregas.
Camina distinto y ruge diferente, ¿qué es? Esta será una sucesión distinta porque no tiene partido hegemónico ni oligarquía partidista, cuando más algunos muertos vivientes. El presidente concentra más poderes informales que formales, pero carece de la base social en la cual sustentaba su poder la así llamada, de manera equívoca, presidencia imperial y que fueron las corporaciones sociales. Lo que estamos presenciando es un ejercicio pedagógico impulsado por el propio presidente para descubrir y descubrirnos las nuevas reglas de la gobernabilidad.
Pero antes de discutir si tendrá éxito o no, es mejor primero entender que está haciendo. La primera lección empezará el 1º de agosto. A todo este ejercicio lo denomino estar en nepantla. Me explico en la próxima entrega.
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