Del Diccionario Oxford de la Música: La música es aquella de las bellas artes que se ocupa de la combinación de sonidos con miras a la belleza de la forma y la expresión de las emociones.
De la Enciclopedia Británica: La música es aquella entre las bellas artes que se apropia del fenómeno sonoro para efectos de poesía.
Anónimo: La matemática es música para la mente; la música es matemática para el alma.
Anónimo: El mundo es un cuerpo, cada arte liberal un miembro necesitado, la música su alma y corazón.
Ludwig van Beethoven: La música es una revelación más elevada que toda la sabiduría y toda la filosofía.
Alban Berg: La mejor música resulta siempre de un éxtasis de lógica.
Leonard Bernstein: La música es capaz de nombrar lo innombrable y de comunicar aquello que no se puede conocer.
Ferruccio Busoni: La música nació libre, y ganar su libertad es su destino.
Frederick Delius: Sólo vale la pena expresar en música aquello que no es posible expresar de otra manera.
Paul Hindemith: La música es ruido sin sentido hasta que toca una mente receptiva.
Aldous Huxley: Después del silencio, lo más cercano para expresar lo inexpresable es la música.
Guillaume de Machaut: La música es una ciencia que nos hace reír y cantar y bailar.
Gustav Mahler: Lo mejor de la música no se encuentra en las notas.
Jean Paul Richter: La música es el claro de luna en la sombría noche de la vida.
John Ruskin: La música es el más cercano, el más ordenado, el más delicado y el más perfecto de todos los placeres corporales; también es el único que es igualmente provechoso en todas las edades del hombre.
Stendhal: Todo el placer de la música consiste en crear ilusiones, y la racionalidad del sentido común es la mayor enemiga de la apreciación musical. La única realidad de la música es el estado de ánimo que induce en el oyente.
Hasta aquí las citas. Estos personajes, así como muchos otros hombres y mujeres pensantes y sensibles a lo largo de la historia, han defendido con sus palabras, sus escritos y sus creaciones, el acto de escuchar música con el solo objetivo del placer. Un acto que, finalmente, es análogo al de leer por el puro placer de leer. Hoy día, cuando desde el ámbito oficial se han proferido inverosímiles disparates atacando el placer de la lectura por sí mismo, no podemos sino temer, horrorizados, que ese tipo de discurso se vuelva usual y generalizado en contra de cualquier aproximación hedonista a la dicha inicua de escuchar música porque sí o, para el caso, en contra de cualquier experiencia estética, artística o cultural que no tenga otra finalidad que el placer mismo. Malo, muy malo, que un funcionario (¡y un funcionario encargado de divulgar libros!) agreda y pretenda acotar de manera tan ramplona, y desde una plataforma ideológica de tan dudoso sustento, el inatacable derecho a la lectura placentera. Pésimo, que lo haga un funcionario de una nación que ostenta uno de los peores sistemas educativos del mundo, una nación en la que los libros son carísimos e inaccesibles, y en la que los niveles de lectura y comprensión de la lectura son paupérrimos.
A la luz de tales dislates me pregunto retóricamente si lo que sigue es aplicar el mismo procedimiento en contra de la música. La próxima vez que me siente a escuchar a Monteverdi, Sibelius, Lavista o Thorvaldsdóttir, ¿seré acusado de cometer un reprobable acto individualista de goce o, peor todavía, un acto de consumo capitalista? ¿Vendrá por mí la orwelliana Policía del Pensamiento para reducarme a base de macanazos y picana eléctrica, de manera que mi siguiente audición de una sinfonía de Bruckner se convierta en un acto emancipador?
Defiendo a ultranza mi derecho, y el de todos, a leer por placer, y a ver danza y mirar cine y recorrer un museo y tocar una escultura por placer. Y sí, también, defiendo nuestro derecho a escuchar música porque sí y porque, al menos yo, no necesito emanciparme. Una última cita, porque quiero y porque es hermosa y proporciona placer:
Ned Rorem: La música es la única de las artes capaz de evocar la nostalgia por el futuro.