Esta es la base de la creciente atención que los bancos centrales han puesto en una extensa serie de empresas tecnológicas, de diversa naturaleza que han ido acumulando la capacidad de crear formas alternativas de dinero, de mecanismos de pago y otras transacciones.
El meollo de la cuestión es que en este nuevo ambiente
, los sistemas financieros nacionales están dejando de ser estructuras formadas esquemáticamente por un banco central, bancos de distinto tipo y otras entidades y, claro, una moneda nacional.
Un asunto en cuestión tiene que ver con los sistemas de pago que usan cada vez menos el efectivo, mientras crecen las transacciones que se saldan con tarjetas de crédito, o bien con sistemas como PayPal o Apple-pay, por ejemplo.
Las llamadas grandes empresas tecnológicas, dominadas por Alphabet (Google), Apple, Facebook, Amazon, Microsoft, inciden también en la dispersión de los servicios financieros. Esto ocurre, especialmente, mediante el enorme caudal de datos que usan para el comercio electrónico y la gestión de redes sociales, con una mayor oferta de servicios digitales incluyendo los financieros. Las implicaciones de esto se debaten cada vez más en diversos entornos.
Las cuestiones que destaca el Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés) asociadas con los cambios en la economía digital, se relacionan con la estabilidad financiera, los riesgos que entrañan las transacciones, la operatividad de los sistemas, la inclusión y la protección de los consumidores; incluyendo la identidad.
Además, se señalan las repercusiones derivadas de la mayor concentración del marcado, es decir, el elevado grado de monopolio que se ha ido creando en una parte relevante de este sector de la economía. Al respecto, se publicó un interesante artículo en la revista británica Prospect titulado: La desigualdad se ha vuelto estratosférica
que conviene leer para apreciar la dimensión, económica y social de la digitalización. (https://www.prospectmagazine.co.uk/science-and-technology/inequality-just-went-stratospheric-can-we-bring-it-down-to-earth).
Cada vez más, los sistemas nacionales de dinero y financiamiento dejan de tener una posición hegemónica y contienden con otras formas de dinero y crédito y, así, tienden a convertirse en un conjunto de señales electrónicas, mediante las que se transfieren las “ criptomonedas” de un monedero
a otro, sean de personas o empresas.
Una criptomoneda se ha definido como un activo basado en un cifrado criptográfico (literalmente una forma de escribir con clave secreta) que establece la titularidad de dicho activo; los medios para hacer transacciones de manera segura y, de manera relevante, las formas para controlar la creación de unidades adicionales que repercuten en el valor de la moneda de referencia. Estas monedas no tienen existencia física; se guardan en los antes mencionados monederos.
La revista semanal inglesa The Economist (de agosto 5, 2021) consigna que según el sitio web CoinMarketCap, existen hoy alrededor de 11 mil 145 criptomonedas con un valor de capitalización de mercado prácticamente equivalente al PIB de Canadá; son más de 100 millones de cuentas únicas en monederos, las hay de inversionistas de muy distinto calado. Entre estas monedas las hay ligadas a algún activo de referencia y otras que no lo están. Algunas son altamente especulativas y, en general se presentan como una forma de eludir las regulaciones gubernamentales y los cambios en el valor real de las monedas.
Cómo se definirán el o los sistemas financieros a partir de una diversidad de participantes, monedas, medios de pago y productos financieros en el nuevo ambiente tecnológico, es precisamente una de los temas medulares de atención entre los bancos centrales. Esto se aprecia en la progresiva atención del BIS en las innovaciones tecnológicas, la concentración de datos, la inteligencia artificial y su impacto en la gestión financiera a escala nacional y, también, global,
Una de las cuestiones que debate el BIS se relaciona con nuevas formas de regulación del sistema monetario y financiero. El sistema actual se basa en el seguimiento de las distintas actividades que realizan las instituciones, sujetas a permisos o licencias. Un nuevo modelo podría basarse en la aplicación de reglas específicas para la entrada en los mercados y en diversas jurisdicciones. Los bancos centrales están considerando crear su propio sistema de moneda digital en el que cada ciudadano tendrá una cuenta mediante la que realizará sus transacciones. Los cambios a los que esto apunta son ciertamente muy grandes.
La velocidad del desarrollo de las transacciones financieras, la determinación del valor de los activos, empezando por el propio dinero nacional, crece de manera vertiginosa. El principio enunciado al inicio de esta nota de la relación del Estado con un sistema monetario-financiero funcional está en una transición ya declarada.