Desde que Inés decidió denunciar dejó claro que la justicia que ella demandaba iba más allá de apresar a los agresores, y que su violación era parte de una historia de violencias y agravios más larga contra su pueblo. La desmilitarización de la montaña y la creación de condiciones dignas para que las jóvenes de la región pudieran estudiar sin tener que atravesar la montaña y vivir con miedo, estuvieron en el centro de sus demandas. Fue a raíz de sus preocupaciones que tuve el privilegio de acompañar sus luchas con la elaboración un peritaje sobre el impacto comunitario del agravio.
Los jueces de la CoIDH se dejaron desestabilizar en sus certezas epistémicas en torno al sentido de persona, al agravio y a la justicia, emitiendo, la primera sentencia en su historia en que un agravio individual obtuvo resarcimientos colectivos. Pero la lucha de Inés no paró ahí, durante 10 años continuó reclamando el cumplimiento de la sentencia y denunciando la continuidad del contexto de violencia e impunidad que hizo posible su agresión sexual. Con la fuerza de su palabra en su lengua materna, ha puesto siempre en el centro los problemas estructurales que aquejan a los pueblos de la Montaña de Guerrero.
Así lo hizo en marzo de 2012, cuando Alejandro Poiré, entonces titular de Gobernación, pidió disculpas públicas por el agravio (https://cutt.ly/fExpjd3) y lo repitió este 17 de septiembre frente al subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, y al gobernador Héctor Astudillo. Su voz habla siempre por los pueblos y la justicia que demanda va más allá del punitivismo. Es por esto que en la Casa de Saberes Gúwa Cuma, no sólo se dará apoyo a mujeres y niños víctimas de violencia, sino que será también un centro de formación donde confluyen muchos saberes en defensa de la vida, así como un albergue para que niñas de las comunidades Mépháá y Tu’un Savi no tengan que trabajar de empleadas domésticas para estudiar en la cabecera municipal, como tuvieron que hacerlo las hijas de Inés.