Un amplio estudio coordinado por Fabiola Pérez Baleón, investigadora de la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM, en que participaron académicos de universidades públicas mexicanas, no sólo estudió a las mujeres que se hicieron madres en la adolescencia, sino que además abrió toda una caja de Pandora sobre la experiencia de sus progenitores y sobre los hombres que se hicieron papás antes de cumplir 20 años (Fabiola Pérez Baleón, Encuesta nacional de los factores determinantes del embarazo adolescente, Enfadea, 2017).
Primero hay que ubicar qué se encontró en cuanto a la edad de los progenitores. Entre las niñas madres menores de 14 años, 52 por ciento son padres adolescentes de 13 a 19 años, 32 por ciento jóvenes de 20 a 24 y hay 14 por ciento de señores de 25 a 45 años. Entre quienes se hicieron madres de los 15 a los 19 años, en 45 por ciento de casos el padre fue un adolescente de 13 a 19 años, 40 por ciento un joven de 20 a 24 años y 14 por ciento hombres de 25 a 45 años. Cuando el progenitor fue un adolescente, en 61.2 por ciento de casos él tenía 18 o 19 años, y en 38.8 por ciento él tenía de 13 a 17 años. Muy importante es saber que en el momento de la encuesta, 64 por ciento de ellas siguen viviendo en pareja con el padre de su hijo, además mantienen relación con su hijo 87 por ciento de quienes fueron papás a los 18 y 19 años, proporción que se reduce a 72 por ciento cuando los padres fueron menores de 17 años.
La mayor edad de la parte masculina en una pareja heterosexual es una pauta histórica que, aunque es más pronunciada en sectores precarios, prevalece también en sectores medios y altos. Pero en personas menores la asimetría de poder es un hecho, cerca de la mitad de los casos se trata de hombres jóvenes y adultos teniendo hijos con adolescentes.
Para acercarse a las vivencias de los padres adolescentes menores de 20 años, otro estudio coordinado por Fabiola Pérez Baleón y Ángeles Sánchez Bringas convocó a un grupo de investigadores para realizar y analizar un trabajo cualitativo basado en entrevistas profundas y grupos focales de adolescentes de zonas urbanas en situación de marginación de los estados de Campeche, Zacatecas y Ciudad de México (Fabiola López B y Ángeles Sánchez Bringas, Los claroscuros del embarazo, la maternidad y la paternidad en la adolescencia, UNAM, México, 2020).
De manera muy sucinta retomo algunas conclusiones encontradas en ese trabajo para invitar al lector a apreciar toda una publicación muy fecunda. Importa tomar en cuenta que en estos contextos el embarazo en la segunda década de vida no se vive necesariamente como un factor negativo entre los papás adolescentes, sino que se asume como una experiencia que afianza la unión con la pareja, que otorga sentido a su existencia, así como a su actividad laboral, una vivencia que abre la posibilidad de comenzar a anticipar planes laborales, educativos y residenciales para formar una nueva familia.
Aquí algunas palabras textuales de Francisco, de 18 años, ante la noticia de que su novia estaba embarazada: “Pues primero me asusté, porque es algo que no te esperas y principalmente a esta edad de que, pues estás muy joven […] temor de no poder sacar las cosas adelante, pero una alegría, mucha alegría porque, pues es algo muy bonito… saber que tienes alguien que depende de ti, alguien que siempre va estar. Pero después es afrontar las cosas. Ya está hecho, ahora a echarle ganas y sacar esto adelante porque, pues el niño no va a salir adelante solo, ni ella va a salir adelante sola… Nos visualizábamos, principalmente con un hijo, una casa, un buen trabajo”.
La paternidad es un aspecto que puede estar ligado a la afirmación masculina, la cual se ve presionada al inicio temprano de relaciones coitales, la demostración del potencial sexual y reproductivo, así como de tener una descendencia que valida la hombría y exige eficacia económica para mantener a la familia.
Desde la campaña Yo decido
y Yo exijo respeto
para Prevenir el embarazo en niñas y adolescentes indígenas y afromexicanos (https://enapea.segob.gob.mx/) refrendamos la importancia de impulsar un cambio cultural hacia masculinidades positivas que superen estereotipos y valoren la necesidad de mejorar el buen trato y la solidaridad en el noviazgo, en ámbitos familiares y comunitarios. Postergar la edad de la maternidad y de la paternidad, preparase mejor y vivir plenamente una adolescencia antes de asumir responsabilidades que pueden esperar a mejorarar las condiciones.