A los lejanos años de 1631 y 1632 se remonta el feliz origen de la Milagrosísima Imagen y gloriosísimo título de Santa María de El Pueblito; pues fue éste el dichoso tiempo en que el humilde sacerdote y religioso franciscano fray Sebastián Gallegos, escultor hábil e inspirado, que residía en el convento de San Francisco el Grande de la ciudad de Querétaro, esculpió en su taller y con sus propias manos esta graciosísima Imagen que representa a la Santísima Virgen María en el misterio de su Concepción Inmaculada.
Es, la Venerable Imagen, una talla entera que representa a la bienaventurada Madre de Dios, de pie; con las dos manos juntas por las palmas y sobre el pecho; las puntas de los pies, que calzan en color negro y sin figuras, aparecen en el parco orlado del borde de la túnica y posan sobre una media luna que sólo asoma los extremos por los lados derecho e izquierdo de la Sagrada Imagen y todo el conjunto descansa sobre una pequeña y sobria peana circular. La Imagen en su totalidad mide cincuenta y tres centímetros y medio y pesa un kilo cincuenta gramos; peso y medida que fueron constatados por el Muy Reverendo Padre fray Leopoldo Campos, el 31 de marzo de 1965 en presencia de algunas de las religiosas del entonces convento de Capuchinas de la ciudad de Querétaro y convento de Clarisas en la actualidad. El mismo día y año, el escultor J. Jesús Rodríguez y el ebanista Antonio Tovar, tras detenido examen de la Imagen, opinaron que «está hecha con el frágil material de caña de quiote»; pero la verdad es que está hecha de caña de maíz. Lleva como atuendo una túnica de cuello circular que, ceñida en la cintura, corre en ligerísimos pliegues hasta descansar, con suave movimiento, a los lados de los pies: a ella se agrega un manto cuyos extremos, uno oculto y el otro visible, se juntan en el lado izquierdo de la cintura, cayendo el resto, en una onda, sobre su rodilla derecha. El padre Gallegos regaló la pequeña Imagen a su hermano de hábito fray Nicolás de Zamora, entonces cura de la ciudad de Querétaro y doctrinero de los lugares circunvecinos, quien, justamente angustiado por la pertinaz insistencia de los habitantes de El Pueblito en su culto idolátrico, a pesar de la instrucción cristiana, la colocó, el año de 1632, en una capillita cercana al cué o adoratorio donde los nativos practicaban la idolatría. Se ignora cuál fue el lugar exacto que esta capilla ocupó. Don Valentín F. Frías, que publicó sus Leyendas y tradiciones queretanas en el lapso entre 1896 y 1898, en el Tiempo Ilustrado, diario capitalino, dice que en ese tiempo existían aún, «a la falda del Cerrito, lado oriente», los restos del lugar en que el padre Zamora la colocó y lamenta que nadie los cuidara, sino que antes iban haciendo desaparecer las piedras. Los nativos, al ir a sus reuniones, encontraron la Imagen, la contemplaron y, primero hechizados por sus bellezas y, después, convencidos por los prodigios que Dios empezó a obrar desde luego por su medio, experimentaron el cambio que los llevó, abandonada definitivamente la idolatría, a la fe cristiana. ¡Dios que no desdeña servirse de medios humildes, se valió de la insignificancia de la Bendita Imagen para llevar a los naturales de esta región a la unión con Cristo! He aquí la forma en que narran el histórico momento dos escritores, uno antiguo y el otro contemporáneo: Graciosa, ingrávida, frente a la colosal pirámide tolteca, en donde se refugia la idolatría indígena nuevo David contra Goliat se yergue la figura celeste de la Virgen Pequeñita. Vestida va de cielo. Las estrellas cintilan en su manto. La luna pósase a sus plantas ¡Su sola vista arrebata el corazón gentil! En aquella mañana, con estrépito grandioso, resquebrájase el centro de la noche y su sombría corona rueda al abismo. El momento, solemne y grandioso, tiene resonancia de pavor y efluvios de ternura. ¡Milagro!, pronuncia reverente el aborigen. ¡Milagro!, prorrumpe el misionero. ¡Milagro!, exclama el conquistador. ¡Milagro!, proclaman las generaciones. (J. Guadalupe Ramírez, Ecos de la coronación de Santa María del Pueblito, Querétaro, 1949, P- 25) Y es que la Imagen, a pesar de que no se sujeta del todo a los cánones universales de la belleza artística, tiene algo muy especial que inspira confianza filial y roba el corazón: su frente es amplia y despejada, sus ojos son cristales nítidos por los que asoma un corazón pleno de misericordia y bondad, sus labios finos y cerrados están prontos a la sonrisa amable, su nariz perfecta y su barbilla de ligero hoyuelo indican nobleza; la plenitud de su rostro ovalado y trigueño refleja inocencia y candor; sus manos, conchas que guardan solícitas las perlas de las bendiciones divinas, despiertan paz y dicha en el alma, y, en fin, su porte y presencia de Señora y Madre es dulce, sereno, tierno, delicado y amable; es, toda ella, un verdadero «trasunto de la Madre que está en el cielo» (J. Guadalupe Ramírez, Ecos de la…, p. 22). Y a esto tenemos que añadir el don singular de taumaturga con que la dotó el cielo; para que el amable lector pueda darse una leve idea de ese excepcional don de milagros, bastará con que lea la obra antes citada, escrita por el padre Vilaplana y contemple el sinnúmero de testimonios de todos los bienes y gracias que Dios derrama sobre sus hijos a solicitud de su Madre Santísima que por ellos ha sido invocada en su venerable título o Imagen de El Pueblito. Fue así como, por estos motivos, el año de 1632 se inició la veneración entre los habitantes de estos lugares, a la Santísima Virgen María, la Madre de Jesús, nuestro Dios y Salvador, en la venerabilísima Imagen de Santa María de El Pueblito. Tiene la Venerable Imagen, junto a sí, a su lado derecho, una imagen del Niño Jesús, también de pie, sosteniendo con la mano izquierda un pequeño globo terráqueo metálico y con la derecha en actitud de bendecir. Parece que esta Imagen se le puso posteriormente y lo parece por razones como las siguientes: no existe un solo caso en el que se haya representado a la Virgen Santísima, en su Concepción Inmaculada, teniendo junto a sí al Niño Jesús; el material con que está hecho es madera sólida y no del material de la Imagen de la Dulce Madre, y, a diferencia de ésta, que tiene los ojos sólo dibujados, la Imagen del Divino Niño tiene los ojos de esmalte; esto, además de que no ha faltado «voz única y volante», que le fue puesto después (Valentín F. Frías, Leyendas y…, p. 163). La Imagen del Unigénito de Dios Padre mide veinticinco centímetros de altura, pesa doscientos sesenta gramos; es de talla completa sin vestido alguno y, hasta finales del siglo XIX, llevaba la cabeza tocada con potencias, en tanto que desde el primer lustro del siglo xx luce corona y aureola. Una nube en forma de triángulo hace de peana a ambas imágenes, la cual se apoya por el vértice y con un saliente en la parte superior derecha sobre el que aparece la Imagen del Divino Infante. Es muy probable que esta nube sea también de principios del siglo pasado; pues don Valentín F. Frías ni en 1898, al publicar La Patraña de Querétaro, ni en 1900, cuando aparecen las Leyendas y tradiciones queretanas, la menciona y antes da a entender que, por su ausencia, la Imagen del Niño Dios descansa sobre el piso: «La Venerable Imagen tiene a sus pies al lado derecho el Niño Dios en pie», dice después de haber afirmado que una escultura de San Francisco «sostiene sobre su cabeza tres mundos sobre los que descansa la Sagrada Efigie», y don José María Zelaá e Hidalgo, que escribió en 1803 sus Glorias de Querétaro, dice claramente: «el niño que la acompaña está abajo a su lado diestro, junto a una estatua de Nuestro Seráfico Padre San Francisco, que le sirve de peana». Junto al lado frontal de la nube, está una estatua de San Francisco de Asís, en la que el Patriarca aparece de rodillas y sosteniendo con ambas manos tres mundos que se apoyan sobre su cabeza y simbolizan las tres órdenes que fundó: frailes, religiosas y franciscanos seglares. La escultura es de madera sólida, mide sesenta y un centímetros de la cabeza a las rodillas y de éstas a la orilla del hábito, veintiséis centímetros. En opinión de don Valentín Frías Frías se trata de una talla que data alrededor de los años 1830-1840. En realidad, ésa y una de San Buenaventura fueron hechas en 1869 con el mismo fin. Tan profunda fue, desde el principio, la devoción del pueblo y el gobierno a la Santísima Virgen en esta advocación y título que, en la cuarta de las ordenanzas de la ciudad de Querétaro, dada el 15 de junio de 1731 por el ayuntamiento, aprobadas por el virrey Juan de Acuña, el 17 de diciembre del mismo año, y confirmadas por Felipe V de España en Aranjuez, el 6 de julio de 1733, se dice que siempre que se experimente sequía, alguna plaga pública o epidemia, se acuda al amparo y patrocinio de esta advocación de la Santísima Señora.
No fue menos la devoción de los militares y el 29 de octubre de 1810, en el templo de Santa Clara, fue proclamada Generala de los ejércitos realistas por don Manuel Flon y don Ignacio García Rebollo, quienes le impusieron banda y bastón de mando. En ocasión de este juramento, don Félix María Calleja puso la Imagen en sus banderas. En 1863 volvió a jurarla el general Tomás Mejía, volviéndole a imponer banda. Estas bandas y bastones pueden verse en la «Sala Museo» del santuario de Nuestra Señora de El Pueblito. (Ver foto de la izquierda) Con motivo de esta proclamación, el gobernador decretó que a su paso frente a palacio se le presentasen armas. Lo que se realizaba así: el centinela gritaba la orden «guardia a Su Majestad» e inmediatamente se formaba la tropa con banderas a la cabeza, acompañada de clarines y tambores batiendo a toda marcha, presentando sus armas y doblando una rodilla en tierra. Además, al pasar por la cárcel se ponía de frente a la Sagrada Imagen y el alcaide abría de par en par las puertas, a fin de que los presos, desde el interior, elevasen sus oraciones a la que es Madre de los afligidos. Esta proclamación y estos usos en ella originados, siguieron vigentes, una vez proclamada la Independencia, hasta las Leyes de Reforma (1860-1861) que establecieron la separación entre la Iglesia y el Estado e impidieron esta manifestación pública de fe. El 23 de mayo de 1821, temiendo que las fuerzas de don Agustín de Iturbide se apoderaran de El Pueblito, el ayuntamiento de Querétaro pidió a fray Francisco de Jesús Ballesteros y demás religiosos que trasladaran a esta ciudad la Venerable Imagen con fines de seguridad, la petición fue aceptada y el i de junio, del mismo año, se hizo el traslado; en esta ocasión se celebró un novenario en la parroquia de Santiago, a donde se trasladó el día 2, a las diecisiete horas y luego fue depositada en el templo de San Francisco. El 5 de junio de 1822, el ayuntamiento mandó hacerle un novenario para pedir a Dios por el buen gobierno del emperador Agustín I (de Iturbide). A este fin la Venerable Imagen se trasladó a Santa Clara el 6 de junio y el día 7 a la parroquia de Santiago. Y el 31 de enero de 1823, otro novenario para que cesase una enfermedad epidémica que afligía a la población. La Venerable Imagen se trasladó el 3 de febrero a Santa Clara, y el día 4 a la parroquia de Santiago. El 29 de febrero de 1829, el 5 de octubre de 1833 y el 3 de octubre de 1850, el Congreso del Estado decretó medidas encaminadas a dignificar y promover su veneración; además el 3 de junio de 1830, decretó que el gobernador la jurara Patrona del Estado, por lo que el gobernador don Manuel López de Ecala dio sus disposiciones al respecto el día 5 y realizó el juramento el 8 de agosto, en la parroquia de Santiago. En 1867, a causa del sitio que los republicanos pusieron a la ciudad de Querétaro —del 14 de marzo al 15 de mayo—, fue trasladada al templo de Santa Clara. El 13 de abril de 1875, en la sala del cabildo de la Catedral, el obispo don Ramón Camacho García, segundo obispo de Querétaro y el cabildo diocesano: el arcediano José María Ochoa y los canónigos José María Alegre, Manuel Soria y Breña, Luis G. Borja e Ismael A. Jiménez, la proclamaron Patrona de la diócesis de Querétaro y del cabildo eclesiástico de la misma. Acto que un año después fue renovado. El 2 de junio de 1870, Pío IX concedió a la diócesis la celebración de su fiesta con el Oficio Divino y la misa del común de la Santísima Virgen en el tiempo pascual, exceptuadas las antífonas para los cánticos de vísperas y laudes. El 12 de agosto de 1908, San Pío X concedió a la diócesis elevación del rito a festividad y señaló como fecha de ésta el sábado anterior al segundo domingo después de Pascua. El 13 de noviembre de 1918 Benedicto XV concedió a la provincia franciscana Oficio y misa propios, y el 11 de junio de 1919 extendió esta concesión a la diócesis. El 16 de mayo de 1923 la Congregación de Ritos aprobó la sexta lección del Oficio, la histórica, y el 7 de junio de 1951, a petición del Muy Reverendo Padre fray Fernando de Jesús García concedió se incluyese en ella lo referente a la coronación y al patronato sobre la ciudad episcopal. El 8 de junio de 1914, temiendo una profanación, fue trasladada a San Francisco de Querétaro, ocultada el 29 de julio y, el día último de ese mismo mes, bajo la responsabilidad del entonces Guardián de San Francisco, fray Antonio López, emparedada en la casa de la señorita María del Rosario Solorio, situada en el número 7 de la antigua calle de Chirimoyo, actual calle de Pasteur número 139; hasta el 1 de agosto de 1917, en que se trasladó al templo de San Antonio, donde se expuso a la veneración el día 2 a las seis de la mañana, y, después de un solemne novenario empezado el día 3, trasladada a su santuario. El 12 de octubre de 1922, Pío XI concedió la coronación pontificia solicitada por el señor obispo don Francisco Benegas Galván y el Comisario Provincial, Muy Reverendo Padre fray Buenaventura Tovar, nombrando como su representante, para ese fin al señor delegado apostólico don Ernesto Filippi Scoccia, quien no pudo cumplirla encomienda debido a la expulsión que contra él decretó el presidente Alvaro Obregón, el 13 de enero de 1923, a petición de la «Liga Anticlerical Mexicana», randada por la extranjera Belén Zárraga y apoyado en el artículo 33 de la Constitución, por haber bendecido y puesto, en nombre de Pío XI dos días antes, la primera piedra del segundo monumento a Cristo Rey en El Cubilete, y haber proclamado a Cristo, Rey de México: abandonó el país el 18 del mismo mes y año. Ante estos acontecimientos el Santo Padre nombró su representante, el 7 de junio de 1923, al arzobispo de Morelia, Michoacán, don Leopoldo Ruiz y Flores, quien tampoco pudo cumplir el encargo: primero por la inquietud que sembró en todo el país el movimiento delahuertista, luego por la gestación de la persecución religiosa del presidente Plutarco Elias Calles, y el destierro que contra él pidió el Congreso el 4 de octubre de 1932, misma fecha en que el señor Ruiz y Flores salió del país, y decretado por el presidente Abelardo R. Rodríguez, como contestación a la encíclica Acerba animi, dada por Pío XI el 29 del mes anterior y en la que lamentaba que el gobierno no hubiese cumplido con lo acordado, en 1929, entre el presidente Emilio Portes Gil y su delegado apostólico, el mismo señor Ruiz y Flores, respecto al cese de la guerra cristera —devolución de los templos y respeto a la vida de los cristeros que depusieron las armas—, y, finalmente, por haberlo impedido su muerte acaecida el 15 de diciembre de 1941. Durante los años de la persecución callista —1926-1929, en el estado de Querétaro—, la Venerable Imagen fue ocultada en el mismo santuario-convento de El Pueblito, velando por su seguridad el Muy Reverendo Padre fray Buenaventura Tovar y el Venerable Hermano fray Cordero Muñoz. El 3 de mayo de 1942 asistió, en el templo de Santa Clara, a la función y al novenario que le antecedió, que con motivo del vigésimo quinto aniversario de la ordenación sacerdotal del presbítero don Cesáreo Munguía, párroco entonces de esa parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, se realizó. El 27 de enero de 1943, el señor obispo don Marciano Tinajero y Estrada solicitó del Papa Pío XII «os dignéis aceptar mandar que con vuestra autoridad y en vuestro augusto nombre sea coronada». El 7 de octubre del mismo año contestaba el Santo Padre concediendo la coronación y delegando para ella al mismo señor obispo don Marciano Tinajero, quien realizó la solemnísima coronación el 17 de octubre de 1946 en la exhuerta del convento de la Santísima Cruz de los Milagros, entonces en poder de la 17 Zona Militar, luego ocupada por el CREA, antes INJUVE, tras anunciarla en una carta pastoral de 4 de mayo y leída en todos los templos el día siguiente. El 17 de diciembre de 1946 se trasladó a Querétaro para estar presente en la celebración jubilar del quincuagésimo aniversario de la ordenación sacerdotal del señor Tinajero, realizada el día 27 del mismo mes y año. El 17 de octubre de 1948, el señor Tinajero la proclamó Patrona Principal de la ciudad episcopal; patronato que confirmó Pío XII el 11 de octubre de 1949. El 15 de mayo de 1954, con motivo del Año Mariano, la provincia franciscana de San Pedro y San Pablo de Michoacán, ofreció en su santuario uno de los tres «Grandes homenajes oficiales a la Reina de los frailes menores», consistente en misa pontifical celebrada por el Muy Reverendo Padre Provincial fray Fernando García, exposición del Santísimo, canto del Veni Creator, renovación del juramento del patronato sobre la provincia, canto del Tota Pulchra, del Te Deum y bendición. El 18 de mayo de 1958, el obispo don Alfonso Toriz Cobián, en el salón de actos del templo de San Francisco, se comprometió solemnemente para que la Santa Sede la confirmara Patrona Principal de la diócesis y el venerable cabildo le pidió que solicitara el patronato para el primer centenario de la diócesis que se celebraría el 26 de enero de 1963; pero hasta su dimisión, el 25 de octubre de 1988, no lo realizó. El 8 de agosto de 1956 asistió en el templo de Teresitas, a la celebración de los veinticinco años del rectorado del canónigo don Ezequiel de la Isla, en el seminario diocesano. En 1965, del 7 al 14 de enero se restauró de las picaduras de polilla sufridas y se le adaptaron casquillos para sostener las coronas, se doraron las peanas metálicas y la luna, y se hizo una modificación en el sostén de las aureolas a fin de que éstas no descansaran sobre las imágenes de la Santísima Virgen y el Divino Niño. Del 29 de marzo al 3 de abril se le adaptó el armazón, hecho por el orfebre don Felipe Vázquez, que protege a la Imagen de la Santísima Virgen desde la cintura hasta abajo. En 1971, con motivo de la celebración del vigésimo quinto aniversario de su coronación, recorrió las parroquias y vicarías de la diócesis de Querétaro y el 17 de octubre se celebró solemnemente dicho acontecimiento con una concelebración, en el atrio del santuario, presidida por el señor obispo don Alfonso Toriz Cobián, la cátedra sagrada la ocupó el Reverendo Padre fray Leopoldo Arvizu; y con otros actos religiosos, culturales y sociales. El sábado 29 de octubre de 1977, después de recorrer las calles de la población, fue llevada al Cerrito para la celebración de una vigilia que duró toda la noche, con motivo de los 345 años de haberse iniciado su veneración. El 20 de octubre de 1979 sufrió una caída, en el templo de la Santísima Cruz de los Milagros, en la que hubo daños, gracias a Dios no de alcances irreparables, por lo que el lunes 29 a las doce horas el Muy Reverendo Padre Provincial fray Bernardino Yánez tuvo una reunión con las asociaciones encargadas de su culto y algunas otras personas, en la que se llegó a un acuerdo: se nombró una comisión que atienda al cuidado de la Venerable Imagen y a la propagación de su devoción. El 1 de marzo de 1980 fue propuesta para su aprobación provincial, esa comisión que estaría integrada, de acuerdo con la proposición hecha por las directivas de las corporaciones Damas de la Corte y Guardia Real. Esta proposición fue presentada dentro del cuerpo de un «Estatuto que establece las condiciones con que la diócesis, la provincia, el santuario y las corporaciones velarán siempre por el decoroso culto de la Venerable Imagen de Nuestra Señora de El Pueblito y la conservación razonable de la misma». El 28 de noviembre de 1979 presidió la celebración eucarística que con motivo de los XXV años de la ordenación sacerdotal del párroco del lugar, presbítero don Manuel Ugalde, fue realizada en el templo parroquial. El 17 de octubre de 1982 se celebraron los 350 años del culto a María Santísima en su venerable título de El Pueblito. El día 8 del mismo mes se inició el solemne novenario. Además, los días 11,13,14 y 15 se realizaron también actos culturales y académico-musicales. El sábado 16, las vísperas fueron presididas por el Muy Reverendo Padre Provincial fray Bernardino Yánez. El día 17, la concelebración eucarística fue presidida por el delegado apostólico, monseñor Girolamo Prigione, a las diecisiete horas, en la plaza de toros «Santa María». La homilía estuvo a cargo del arzobispo de Morelia, monseñor Estanislao Alcaraz Figueroa. El 17 de octubre de 1996 se llevó a cabo la solemne celebración del cincuentenario de la coronación pontificia de la Venerable Imagen. Llevada en un elegante carro alegórico, realizó la visita a las parroquias, visita que inició el 15 de agosto y que terminó el 7 de octubre. Del 29 de septiembre al 6 de octubre tuvo lugar, en el Museo de la Ciudad, la exposición «Santa María del Pueblito. Historia y religiosidad». El día 8 de octubre inició la novena de preparación, que se realizó en el templo de San Francisco. El 17, día de la solemnidad, a las diez horas con treinta minutos, en el templo de San Francisco, tuvo lugar un homenaje teológico-^ literario-musical y, a las dieciséis horas, en el estadio «Corregidora», la magna concelebración eucarística presidida por el obispo de esta diócesis de Querétaro, monseñor Mario de Gasperín Gasperín, quien, en compañía del ministro provincial, fray Pedro Esquivel, renovó el acto de la coronación. El 17 de octubre de 1998 se celebró el cincuentenario de que María Santísima de El Pueblito fue proclamada Patrona Principal de las ciudades de Querétaro, La Cañada, Hércules y El Pueblito. Del 25 de julio al 6 de octubre, la Venerable Imagen visitó las parroquias y algunos otros templos de la ciudad de Querétaro. El día 7 de octubre se realizó un rosario viviente en la plaza de toros «Santa María». El día siguiente comenzó el novenario de preparación que se realizó en el templo de San Francisco. El día 11 se efectuó una cabalgata histórica de carros alegóricos y, el día 17 en el estadio «Corregidora» a las diecisiete horas con treinta minutos, la concelebración eucarística de la solemnidad, presidida por el obispo de Querétaro, monseñor Mario de Gasperín Gasperín. Tiene un himno, cuya letra es del canónigo don Salvador Septién y cuya música es de don Julián Zúñiga, compuesto con motivo de su coronación. Tiene también una misa propia con música del presbítero Cirilo Conejo Roldan y del profesor Eduardo Loarca Castillo y una ópera en cuatro actos, titulada «La Ofrenda», cuyo libreto y música son del maestro Felipe de las Casas; ambas fueron compuestas en ocasión del vigésimo quinto aniversario de su coronación. Además, se le ha dedicado el hermoso canto del «Pues concebida», compuesto por don José María Zelaá e Hidalgo en honor de Nuestra Señora de los Ángeles, que se veneraba en el templo de San Antonio de la ciudad de Querétaro, teniendo aumento de estrofas cuyo autor se desconoce. En la actualidad la población le hace tres celebraciones: la más antigua y autóctona, que culmina el domingo llamado de carnaval; la litúrgica, que se realiza el sábado anterior al cuarto domingo después de Pascua y el aniversario de la coronación, que suele realizarse dos domingos después del 17 de octubre. En la actualidad, también visita tres veces la ciudad de Querétaro: la primera, con motivo de su fiesta litúrgica en Catedral, celebrada el segundo sábado después de Pascua; el 5 de junio para la novena del buen temporal —hasta 1978 esta salida se hizo el 26 de julio— y el 6 de octubre, para el aniversario de la coronación. Fray Eulalio Hernández Rivera, O. F. M. |
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