Julio César Macías Mayora, de 79 años de edad, maestro, médico, escritor y poeta

César Montes, una vida en peligro
Luis Hernández Navarro
César Montes es una leyenda viva. Durante 36 años guerreó con las armas en la mano. Se enfrentó a los kaibiles en su natal Guatemala, combatió a la contra nicaragüense en apoyo al sandinismo y, haciéndose pasar por un médico mexicano, peleó en la revolución salvadoreña en Guazapa, en las filas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Sin embargo, el 9 de octubre de 2020, sufrió un duro golpe: autoridades mexicanas lo entregaron a las autoridades judiciales guatemaltecas, que lo acusan de un delito que no cometió.

César Montes es el nombre con que Julio César Macías Mayora ha vivido desde que nació en la guerrilla guatemalteca a inicios de la década de 1960. De 79 años de edad, orgulloso hijo de padre mexicano, maestro de primaria, estudiante de medicina en Cuba –donde conoció personalmente al Che Guevara–, escritor y poeta, fue fundador de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y del Ejército Guerrillero de los Pobres.

Su trayectoria es sorprendente. Participó en las protestas de mayo de 1968 en Francia. En Vietnam, al lado del Viet Cong, luchó contra los invasores estadunidenses. Allí conoció a Ho Chi Minh y recibió lecciones de la forma en la que un país pobre de campesinos, derrotaba a la potencia militar más grande del planeta. En 1970, trabajó con Rafael Mendoza, como educador higiénico, en la jurisdicción sanitaria de Toluca. Fue promotor agropecuario en Tlaxcala, con Carlota Botey, y participante en el Sistema Alimentario Mexicano (SAM). Organizó redes de cooperativas de calzado en México. Los últimos años de su vida los ha dedicado a organizar en Guatemala movimientos campesinos y populares desde la Fundación Turcios Lima.

Eduardo Galeano lo entrevistó en 1967, cuando era comandante de las FAR. En Guatemala: ensayo general de la violencia política en América Latina dibujó la telegráfica historia de un rebelde: a los 13 años, expulsión de un colegio católico, explosión de rabia por la caída del gobierno revolucionario de Arbenz; a los 18, las manifestaciones estudiantiles, los compañeros desarmados que caen desangrándose, la cárcel por primera vez; a los 20, la suerte está echada, el desafío aceptado, la violencia elegida, es el turno de la sierra: caminar hasta desmayarse, con los dientes apretados, sin exhalar una queja ni pedir nunca tregua.

Personaje de película, un día se presentó en casa de Paco Ignacio Taibo II y le dijo: Yo soy el muerto. En la novela Cuatro manos. Four hands el escritor narra el fallecimiento del comandante, según declararon los enemigos de Montes, cuando su fusil apareció al lado de un cadáver descompuesto, en pleno campo de batalla. César le contó lo que en verdad ocurrió.

Montes fue acusado en su natal Guatemala, sin prueba alguna, del asesinato de tres marinos en septiembre de 2019. Los decesos acaecieron en un enfrentamiento entre uniformados y campesinos en la aldea Semuy II, municipio de El Estor, en el que resultaron heridos varios labriegos. Ese día, Montes se encontraba a centenares de kilómetros del lugar de los hechos. Meses después, en abril de 2020, se le imputó organizar la invasión de tierras e incendiar el casco de una hacienda, a pesar de que ya no estaba en su país.

En medio de una verdadera cacería en su contra, el comandante solicitó refugio político en México el 9 de noviembre de 2019. La Comisión Mexicana de Ayuda al Refugiado (Comar) no rechazó la petición. El Fondo de Cultura Económica lo contrató para que escribiera una nueva versión de su autobiografía y le facilitó un espacio para trabajar.

Once meses después, el 9 de octubre, elementos de la Fiscalía General de la República (FGR), del Instituto Nacional de Migración y de la Secretaría de Marina lo detuvieron. De nada le valió su condición de refugiado. Cuando él argumentó que estaba protegido por la 4T, el agente le respondió: Yo soy policía. Eso es política. La 4T me vale… Fue trasladado vía aérea a Tapachula y entregado, sin proceso de extradición, a las autoridades judiciales de su país. Hoy, es un preso político.

Personaje de luces y sombras como muchos guerrilleros de la época, Montes es muy crítico de los acuerdos de paz que pusieron fin al conflicto armado en Guatemala. Los acuerdos –dice– “fueron concebidos como la Gran Estrategia Contrainsurgente, que no se cumpliría no por falta de voluntad política, sino por el convencimiento político que había que ‘ofrecerle mucho y cumplirle poco’ a la insurgencia guerrillera ()”.

Desde su punto de vista, con los acuerdos no se cambió el sistema político electoral. Y lo que emergió fue un sistema de partidos corrupto donde narcos, empresarios y trasnacionales financian las campañas. En Guatemala, denuncia, la narcopolítica ha establecido sus reales.

La detención de Montes levantó una ola de júbilo en el mundo empresarial guatemalteco que apoyó a los gobiernos militares. Entusiasmadas, las organizaciones patronales felicitaron por el arresto al presidente Alejandro Giammatei. Ahora, además, lo acusan de organizar a los ex soldados que trataron de tomar la Cámara de Diputados para presionar al mandatario guatemalteco, y amenazan con otro juicio.

Aunque tras las rejas la vida de César Montes corre peligro, él no pierde el optimismo. “No se puede encarcelar a un alma libre como la mía, ni podrán amedrentarme –escribió–; ellos me temen aun estando en la cárcel. No es por mí mismo, es porque encarno el espíritu de rebelión de los pueblos, es por el respaldo organizativo de miles de pobres de la tierra”.

 

Esta entrada fue publicada en Mundo.