Joaquín Miguel Gutiérrez en su agonía: ¡Oh Tuxtla, cuanto os amo.

Por Refugio Reyes

Historiador

 

Los últimos días de Joaquín Miguel Gutiérrez

Y en seguida se le oyó decir ¡Oh Tuxtla, cuanto os amo, si sucumbo recibid mi sangre en holocausto que gustoso hago por vuestra libertad!

Con un lenguaje más que romántico el artículo publicado en la Gaceta Municipal se hace mención de los últimos días de Joaquín Miguel Gutiérrez. A este benefactor de los suyos lo comparan con Hernán Cortés, y su noche triste, con la encrucijada de Napoleón en la Historia de Europa; o con el mismo Nazareno que la noche de la pasión acepta su destino no sin antes demostrar que Él mismo tenía miedo a su destino sin embargo, no dio paso atrás.

A modo de homenaje en honor del Padre de Chiapas, “Don Joaquín Miguel Gutiérrez”, hacia 1919 se llevó a cabo una conmemoración de los actos que le llevaron a obtener el triunfo de las armas en la ahora capital chiapaneca, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.

La Gaceta Municipal del mencionado año, ofreció y publicó un fragmento de “su gloriosa como triste historia” en 1833, se desempeñó como Gobernador, y en esos días se publicaba un periódico llamado EL IRIS DE CHIAPAS, a través del cual se publicaban distintos comunicados en favor de la Soberanía del Estado; misma que les parecía haber sido ultrajada desde el Gobierno del Centro. El presidente entonces era Antonio López de Santa Anna.

Algunos de los enemigos de Joaquín Miguel Gutiérrez fueron Gil Pérez y Barnerena que Santa Anna envió en su contra. Por otra parte, “En el campo de Comitán expidió una proclama al pueblo Chiapaneco, y después se vino a Copoya para atacar al enemigo que se encontraba próximo a llegar a esta plaza, arribando a Copoya en noche osbscura y con su tropa cansada y falta de municiones y víveres, pernoctando allí tres días en espera de parque, que al fin obtuvo pero poco y se preparó a la lucha, lucha desigual por cierto que lo condujo a la muerte con su plana mayor”.

Cuenta la Gaceta Municipal que “durante aquellas noches obscuras de un tiempo inclemente, de desatadas lluvias, aparecieron en el firmamento once estrellas que lo alumbraron como focos eléctricos durante aquellas noches y que después no volvieron a verse más, y este es el origen del nombre con que se conoce el cerro de Mactumanzá colzo que quiere decir en castellano, cerro de las once estrellas. En fin, Gutiérrez a la cabeza de sus bravos soldados, se paró en el borde del cerro con su plana mayor, para divisar a Tuxtla y hacer los dispositivos de combate; por un momento quedó pensativo y triste, pero su tristeza fue tan amarga, que se le vió sacar su pañuelo para enjugar algunas lágrimas y limpiar el sudor de su frente, y en aquellos momentos de angustia que parecía el Mártir del Gólgota orando en el huerto de los olivos, un oficial le dijo: señor, ¿cuál será el punto de reunión, si por desgracia fracasamos? A lo que Gutiérrez contestó sin vacilar, el Valle de Josafá, y en seguida mirando a Tuxtla se le oyó decir ¡Oh Tuxtla, cuanto os amo, si sucumbo recibid mi sangre en holocausto que gustoso hago por vuestra libertad!

 

Entonces se encaminaron hacia esta plaza donde fue atacado, entrando por el bosque que hoy lleva el nombre de Parque Francisco I. Madero, y Gutiérrez, se sentó bajo un árbol en una piedra que aún existe y pidió agua, la que un leñatero tomó de un lago en un pumpo o tecomate y se lo presentó y para no desatarlo tomó de él sin dejar que la (ilegible) tachuela de plata que un oficial le presentaba.

Y se cuenta que aquel árbol que desde entonces se conoce con el nombre de árbol de la tristeza, con sus ramas en forma de brazos humanos y que casi son horizontales, se fueron bajando poco a poco hasta tocar el suelo para prodigarle una caricia y evitar el ardoroso sol que le quemaba….. horas después solo se oia el extruendo del combate y en seguida nada, el silencio profundo se imponía en los corazones traspasados del dolor de los hijos de Tuxtla al presenciar tan trágico fin del que había sido el padre amoroso del pueblo.

Tuxtla lloro amargamente y se vistió de luto, luto que no abandonó sino después de mucho tiempo. Pasó el tiempo como pasan las cosas de la vida, y años después, el antiguo poseedor de este rancho, como antes se le llamaba al vendedor lo quiso antes de entregarlo al Ayuntamiento su dueño actual, dar la última mirada a estos bosques que lo eran tan queridos y tan familiares, testigos mudos de sus hondas penas y placeres, donde vió criarse a toda su familia arrullada por la dicha y se dirigió maquinalmente al árbol de la tristeza y allí sintió lo que Abenamet al partir de Granada,(de la obra, Zoraida di Granata, autor Bartolome Merelli, basado en la obra francesa Gonzalve de Cordoue) su corazón traspasado al decir el último adiós.

Al parecer a partir de esta acción llevada a cabo por este “paladín chiapaneco” surgió una tradición para los Presidentes municipales, ya que surgió “…intuitivamente el deseo irresistible de ir a pasar algunas horas bajo aquel árbol de la tristeza, para llorar allí la ingratitud del pueblo, que nunca sabe corresponder a los que procuran su progreso y bienestar, ¿Irán también en este año a llorar su decepción y amargas penas nuestro actual Presidente?

Se debe resaltar que se hacía diferencia entre la tropa y los que eran el cuerpo de Jefes y Oficiales, ya que los segundos “eran hijos de las mejores familias del Estado”; mientras que la tropa estaba formada de todos los Departamentos pero, ¿por qué no dejarlo sólo con la primera frase? La tropa hablaba en castellano, mexicano, cendal y zoque. Asimismo, publican algunos de los nombres de quienes lucharon “por la libertad de Chiapas, hasta morir unos y otros hasta quedar arruinados y expatriados”: Nicolás Maldonado de Pichucalco, Ignacio Cal y Mayor, Manuel Ma. Gutiérrez, hermano de Joaquín Miguel Gutiérrez, José Ma. Esquinca, Domingo Moguel, Domingo Alcalá, Vicente Calvo, José Esteban Constantino, José Farrera Mercado, José Ma. Palacios el Grande, Juan Benavides, Prudencio Aguilar, Eulogio Domínguez, Venancio y Clemente Castillejos, los cuales eran sacerdotes, José Manuel Gamboa, de Tuxtla, Sampayo, Rendón y Cabrera, de quienes se ignoraba el origen; Nicolás Ruiz y Antero Ballinas de San Cristóbal Las Casas, Salvador Albores y Jacinto Aranda, de Comitán, Secundino Orantes, Nicolás Espinoza, Domingo Ruiz, el padre de Corzo y Pedro Molina. Mariano Gordillo, “Kique de Simojovel ¡Héroes que supisteis defender vuestros derechos, cuyos nombres han permanecido en las sombras del olvido que la presente generación por primera vez los conozca y venere y la patria los bendiga!”

Desafortunadamente había llegado para no volver a salir, sus días llegaron a su fin y su tarea quedó para que otro la continuara. Fue arrestado y fusilado, incluso en una forma de total rechazo por parte de sus contrarios, “lo ataron a la cola de un caballo y lo arrastraron por las calles dejándolo casi desnudo en medio de una de ellas donde a la sazón pasaba un indio y al reconocerlo botó su tercio de leña que llevaba, se quitó el cotón y lo cubrió y se fue corriendo a dar aviso para que recogieran aquel cuerpo inmolado en aras de la libertad. Así acaban las grandezas de este mundo, pero cuando se muere por un ideal, no acaba nunca”.

Fuente: GACETA MUNICIPAL. Órgano Oficial del Ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Tuxtla Gutiérrez, 8 de junio de 1919. Tomo II, núm. 15. CUID-UNICACH. Hemeroteca Fernando Castañón Gambo

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