María era una abogada muy reconocida, pero no dudó un solo momento en abandonarlo todo para seguir a este hombre alto y rubio que amaba tanto a los mexicanos pobres, Pablo O’Higgins, quien pintó a los albañiles que hacen casas para otros y a campesinos que hacen crecer maíz para que otros lo coman.
María O’Higgins fue testigo del reparto agrario de Cárdenas, en Monterrey, en el cual participó su padre. Fue la primera egresada de la licenciatura en derecho de la Universidad Autónoma de Nuevo León. En su estado, creó la primera defensoría de oficio de la mujer en el país en ladécada de los 50 y fue pionera en la defensa de los derechos de género y el acceso a la justicia para todos.
Pablo O’Higgins aseguró que toda su obra, hasta su último trazo en papel, hasta su última pincelada en los muros en los que ayudó a Diego Rivera, era para el pueblo de México.
Todo su gran acervo, preservado por su mujer, María O’Higgins, tiene que estar a la vista de quienes lo inspiraron: los campesinos los obreros, sus mujeres y sus niños que Pablo y Jesusita amaron hasta su muerte.