Por el confinamiento, Daniela Duarte adquirió un paquetito de haz tu propio cojín
y creó arte
La exposición de bordado artístico Las hijas de la paciencia, de Daniela Duarte Gottdiener (Mérida, 1971), es un homenaje a las luchas de las mujeres. Las 67 piezas que integran la muestra reflejan las preguntas y reflexiones que se hizo la autora durante el confinamiento por la pandemia, en el cual afrontó problemas de salud.
Son el primer paso para mi plena construcción, pues soy una persona que apenas está derribando mitos y conceptos en los cuales crecí; justo ese cambio es mi propia aportación a mí misma
, explica Duarte en entrevista.
Cuenta que se inició en el arte muy joven, como cantante, época en la que “tenía muchos lenguajes que eran de mí hacia fuera, así es lo escénico. Hasta que en diciembre de 2019 me dieron un diagnóstico de los que asustan. Llegó la ansiedad y el miedo, por lo que busqué algo que me permitiera canalizarlos. Siempre he pensado que el arte es una válvula de escape para sacar lo que nos pasa en la vida, pero ahora el canto me resultaba ajeno, necesitaba un lenguaje más íntimo e introspectivo.
“Empecé a bordar casi por azar; ¡no pegaba ni un botón!, y durante el confinamiento comencé a ver los paquetitos con materiales que dicen ‘haz tu propio cojín’ y lo hice. Después bordé mis propios dibujos de animales, cosas fantasiosas, sirenas, dragones y brujas; esa es mi primera colección: Bordando la contingencia. Con el tiempo, surgió la necesidad de crear un espacio de expresión más personal, bordar cuestionamientos de mi ser femenino, mi rol en el mundo, allí nació Las hijas de la paciencia.”
Para la también gestora cultural, su trabajo tiene diversos sentidos: por un lado, es simbólico: un tercio del tiempo, cuando menos, ha sido deshacer nudos, es inevitable, es como lo que pasa en la vida, ¿cuánto tiempo dedicamos a resolver problemas? Pero el bordado permite echar atrás, es decir, si algo salió mal tienes la oportunidad de parar, cortar el hilo, desandar tu costura y recomponerla. Ojalá así fuera la vida, que nuestras decisiones no significaran algo determinante y sin remedio, que pudiéramos tener segundas oportunidades siempre
.
Para Duarte, los hilos y aros cosen la línea de la vida “como llevar un diario, con escenas que dan significado, plasmadas en una sola imagen. Cada cuadrito tiene un pedazo personal. Los pies más lindos lo hice pensando en mi hija y en la fascinación que me daban sus piecitos; intenté retratarme, pero tomó un rostro diferente, ¡eso es padrísimo!”
Asimismo, continuó, el bordado tiene un enfoque terapéutico, “muchas personas pueden considerar monótono estar metiendo y sacando la aguja, pero es casi un mantra, una actividad repetitiva que brinda mucha paz; descubrí que me hacía sentir tranquila, despejaba mi mente de las preocupaciones que me gritaban.
“Me pude abstraer y aislar en el bordado y, a partir de allí, crear un mundo propio donde me sentí ecuánime, pude ver las escenas que diseñé en mi segunda colección, de significado doloroso y fuerte, y sin embargo, son bonitas representaciones, buscan la cara más bella ante cualquier situación.
El bordado es una labor que conlleva paciencia y dedicación. Su naturaleza es la lentitud, implica un compromiso muy personal, detenerse en muchas ocasiones, es cansado. Al principio, no le ves forma, y con el tiempo, lo delineas y empiezas a contrastar; allí es cuando las piezas comienzan a cobrar vida, cuando te enamoras.
La también directora fundadora del Centro de las Artes Santa Úrsula, en Coyoacán, cuenta que el origen de Las hijas de la paciencia fue el bordado de una bruja que tenía el cabello gris. “En la pandemia, muchas personas no tuvieron la oportunidad de retocarse las canas, enton-ces se las empezaron a dejar. ¿Por qué no permitirse envejecer? Es una exigencia que se impone a las mujeres, no deben de pasar muchas cosas enteramente naturales en ti y en tu cuerpo, y no se juzga de la misma manera a los cuerpos masculinos.
“Esa idea me llevó a realizar Expectativa social, no envejezcas (los juzgones), donde se ve a una mujer con el pelo y cintura perfectos, con labios y ojos bien pintados, y del otro lado las hojas del calendario y ella envejecida. ¿Por qué las mujeres no tenemos el derecho a envejecer aun cuando el tiempo está pasando? Se trata de vivirlo con naturalidad y felicidad, es parte de la vida. La expectativa social es injusta, conlleva mucha frustración.
“A mis 50 años estoy en plena reconstrucción, tengo una hija de 20 que me cuestiona, su sola existencia significa reivindicar. Mis procesos de salud también me trajeron dudas, pues ser madre soltera significa otras cosas. Este periodo de bordado, la pandemia, mis tratamientos, fue bajarme del carrusel de las exigencias; no se trata de ir como los caballitos con una zanahoria exigiendo algo que nunca se alcanza, me permití dar salida a esas reflexiones.
“Traté de reconocer lo que las mujeres hacemos en Los placeres, los deberes y las horas, donde una mujer carga a un bebé y al mismo tiempo trabaja, cocina, ve su cartera para ver si le alcanza el dinero, está bordando, ¿cuántas veces las mujeres no podemos salir de los distintos roles que de una u otra forma nos han tocado?”, concluye.
La exposición Las hijas de la paciencia, de Daniela Duarte Gottdiener, se inaugura hoy a las 18 horas en el Centro Cultural del México Contemporáneo (Leandro Valle 20, Centro Histórico). El acceso es gratuito en un horario de martes a domingo de 10 a 18 horas; estará abierta hasta el 18 de febrero.