Aunque la afluencia de visitantes en la festividad fue significativamente menor que otros años, vendedores ambulantes y establecidos no perdieron la esperanza y ofrecieron alimentos, bebidas, ropa, artesanía y souvenirs.

Una vez en tierra, los tres animales fueron bajados y obligados a enfrentarse a la multitud. Tras varios minutos de incertidumbre, uno a uno los toros corrieron tras los improvisados toreros que iban de un lado a otro.

Con cerveza y toritos, los asistentes, en su mayoría jóvenes, agarraban valor para acercarse a los animales que los superan, por mucho, en peso y tamaño.

Pese a que se había asegurado que no habría maltrato, los tres ejemplares fueron golpeados, bañados de cerveza y lastimados. Todos ellos lucían sangre en el rostro mientras trataban de ponerse a salvo de quienes intentaban torearlos. Ni el operativo del Comité de protección al toro ni los elementos estatales lograron controlar a los cientos de hombres y mujeres que realizaron actos de crueldad animal.

Por espacio de una hora, los tres toros permanecieron sueltos por las calles del pueblo, considerado como Patrimonio Cultural de la Humanidad para finalmente ser lazados y puestos en resguardo.

Tras la suelta de toros, la fiesta siguió en las calles de Tlacotalpan. De acuerdo a las autoridades, se espera que el día de mañana la afluencia de turistas sea mayor con la celebración de las actividades religiosas en torno a la virgen de la Candelaria.