La premisa del historiador dio pie a una extensa y minuciosa crónica literaria sobre cómo los diarios y revistas de la época buscaron formar escritores que renovaran la narrativa nacional
vemos que sí había pocos narradores y muchos poetas. en las imagen, el autor de la publicación editada por la UNAMFoto cortesía del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM
La Revolución Mexicana planteó en 1915 la necesidad de crear una nueva expresión en el arte nacional, principalmente para que disciplinas como la música, la pintura y la literatura dieran testimonio y plasmaran los nuevos tiempos
.
En el mundo de las letras, durante ese periodo destacaba la abundancia de poetas y la ausencia de prosistas, situación que el gobierno y los periódicos trataron de resolver organizando concursos literarios. Así, los diarios buscaron formar periodistas y narradores para sus revistas literarias, al mismo tiempo que renovar la narrativa mexicana.
Ese fenómeno es el tema de la profunda investigación que el historiador Aurelio de los Reyes García-Rojas (Aguascalientes, 1942) aborda en su nuevo libro, Crónica literaria de la Revolución Mexicana (algo de poesía, algo de novela).
La extensa y minuciosa obra del investigador emérito del Instituto de Investigaciones Estéticas, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), instancias que editan el libro, desde el punto de vista historiográfico, era indispensable para hacer una búsqueda sistemática en la prensa de la obra literaria producida entre 1910 y 1920, y tener un mejor entendimiento de la literatura y la reacción de los civiles frente al sacudimiento social que afectó profundamente a México
, explica el autor.
En entrevista con La Jornada, el historiador dice que por lo general, al hablar de la literatura de la Revolución “se comienza casi exclusivamente con Los de abajo, de Mariano Azuela, y alguna otra novelita anterior. Al revisar con cuidado la producción literaria de esos años vemos que sí había pocos narradores y muchos poetas.
“La literatura entonces venía de las escuelas tradicionales, del naturalismo, del modernismo, sin grandes innovaciones, las cuales comienzan propiamente con Los de abajo, en 1915, y por eso se destaca tanto esa novela frente a otras que están en la oscuridad, pero no porque no tengan la calidad de Los de abajo, sino porque no documentaron la Revolución. Mi sorpresa fue encontrar que mientras la poesía se renovaba muy rápidamente, la narrativa fue lento. ¿Por qué esa asimetría en los tiempos?
La investigación para responder esa pregunta llevó a Aurelio de los Reyes hasta 1916, “para estudiar la enseñanza de la poesía en México con los jesuitas, cuya instrucción de las humanidades sobrevivió a lo largo de los años, incluso durante del siglo XIX, cuando ésta se quedó en los seminarios.
“Los grandes poetas, como Amado Nervo, Ramón López Velarde y Salvador Díaz Mirón, pasaron por esos claustros; ellos fueron como el epílogo de la enseñanza jesuita, pero de todos modos en la sociedad permeó un gusto por la poesía que venía desde la Colonia.
El gusto por la poesía sobrevivió a través del tiempo, y por eso llegó más pronto a la madurez, con autores como José Gorostiza y Xavier Villaurrutia, los poetas consagrados de la Revolución.
Los primeros concursos de cuentos
En el libro se narra que el periódico El Mexicano fue el que inició con los concursos de cuentos en agosto de 1915. En la primera convocatoria resultaron triunfadores El cerillo
, de Manuel Gamio, y El último romántico
, de Baltasar Izaguirre Rojo.
La narrativa, por su escasa práctica, tardó más tiempo en madurar. La literatura de la Revolución no es tanto la que codifica o documenta, sino la que produce un sacudimiento social de la misma manera que en pintura lo hizo el muralismo o que en música lo hicieron las obras de Silvestre Revueltas o Carlos Chávez
, añade el investigador.
“Después del sacudimiento social de la Revolución Mexicana se planteó que no era posible que se pensara en una literatura formalista y perfeccionista, sino en una de contenido social. Se propuso entonces una innovación formal y de contenido, requisitos que reunió Los de abajo, cuyo autor, Mariano Azuela, en este sentido, se adelantó mucho a su tiempo.
“Sin embargo, la madurez de la literatura de la Revolución comienza con Al filo del agua, de Agustín Yáñez, de 1948; de ahí salen Carlos Fuentes, Juan Rulfo y, por supuesto, Elena Garro, como una consecuencia del movimiento armado, con una innovación formal, de contenido, muy distinta de la novela testimonial o crónica literaria que es muy valiosa desde el punto de vista histórico, pero no desde el punto de vista formal, porque es muy tradicional y obsoleta, por eso no se le ha prestado mucha atención.”
Aurelio de los Reyes trabaja en un libro sobre Maximiliano; luego continuará con la preparación del volumen cuatro de su Historia del cine mudo en México, que abarcará de 1928 a 1932, tema del que es pionero.
La presentación editorial de Crónica literaria de la Revolución Mexicana (algo de poesía, algo de novela) se puede ver en el canal de YouTube del Instituto de Investigaciones estéticas de la UNAM (https://youtu.be/XnY1-FRhA0A). Participaron Margo Glantz, Silvia Molina, Angélica Velázquez Guadarrama y el autor.