Desde sus primeros escritos datados en 1936, hasta sus últimos libros publicados a finales de la década de 1980, De Gortari mantuvo su adhesión al marxismo ortodoxo, es decir, a las nociones de materialismo dialéctico y materialismo histórico, hoy denominadas dia-mat
por sus detractores, mismos que hacen pasar la ortodoxia por dogmatismo, falta de creatividad y anquilosamiento. Por lo anterior fue que buena parte de su intercambio teórico se dio con filósofos soviéticos y del bloque socialista, en quienes la filosofía marxista se mantuvo ligada a las obras de madurez de Carlos Marx, Federico Engels y Lenin. Esto llevó a De Gortari a participar de los debates internos del llamado marxismo-leninismo, como la relación entre la lógica formal y la lógica dialéctica, cuántas y cuáles son las leyes de la dialéctica, la relación entre leyes generales y particulares, la relación entre lógica y gnoseología, la historia de la filosofía y las aportaciones de Mao Tse-Tung a la teoría de las contradicciones.
Así, su filosofía responde a la idea de Engels según la cual todo lo que queda en pie de la anterior filosofía, con existencia propia, es la teoría del pensar y de sus leyes: la lógica formal y la dialéctica. Lo demás se disuelve en la ciencia positiva de la naturaleza y de la historia
. Por esto De Gortari cultivó la lógica dialéctica, las bases epistemológicas del conocimiento científico y las aportaciones del desarrollo científico a la filosofía. Ejemplos de esto son su Dialéctica de la física, donde explica los desarrollos de la física cuántica a la luz del materialismo dialéctico, obra con que da continuidad al proyecto inconcluso de Engels publicado como Dialéctica de la naturaleza; también el conjunto de artículos que dedicó a las categorías como espacio, tiempo, energía, causalidad y determinismo; y la labor que desarrolló como coordinador del seminario de problemas científicos y filosóficos, cuyas publicaciones confirman la inclinación del diálogo entre ciencia y filosofía desde una óptica marxista ().
Su adhesión al marxismo ortodoxo le implicó un doble asedio. Por un lado, el de las múltiples concepciones no marxistas impulsadas por el capitalismo como parte de la guerra fría, como el existencialismo, la filosofía analítica, el posmodernismo, por mencionar algunas con las que coincidió temporalmente y sobre las que afirmó: “Cada vez que surge una novísima doctrina filosófica, se reconoce expresamente el fracaso de las anteriores interpretaciones, que fueron nuevas apenas unos años antes […] el fracaso de la novísima doctrina se muestra abiertamente, haciéndola insostenible aun para sus creadores y, en su lugar, se construye otra teoría filosófica todavía más novedosa e igualmente llamada a representar el papel de una moda transitoria”. Por otra parte, le rozaron las críticas de los marxistas inclinados a la heterodoxia, el estructuralismo, la teoría crítica y demás expresiones de eclecticismo ligado a la nueva izquierda; expresiones que en mayor o menor medida también fueron fomentadas por la CIA en contraposición del marxismo ortodoxo asociado a la Unión Soviética.
Aunque esta situación lo relegó en el ámbito académico, no impidió que mantuviera diálogo con filósofos, como Adolfo Sánchez Vázquez, con quien debatió sobre su Introducción de la lógica dialéctica, y con Bolívar Echeverría en torno a la causalidad en la física cuántica. También tuvo contacto con filósofos no marxistas que coincidían con él en el campo de la lógica, por ejemplo Carnap y Perelman. No obstante que De Gortari no dedicó su pluma a la polémica, excepto casos como el acaecido con Mario Bunge, también se pueden rastrear diálogos con las ideas de otros filósofos por medio de su archivo personal, donde se encuentran notas sobre las ideas de Karl Popper y comentarios sobre el desarrollo del conocimiento científico que anteceden a la obra de Thomas Kuhn.
Además del desfavorable contexto ideológico para su obra, De Gortari tuvo que enfrentar el acoso y la represión del Estado, por su participación política en solidaridad con la Unión Soviética, China Popular, el movimiento ferrocarrilero, la lucha por la paz y el estudiantil de 1968. Sumado a esto, su adhesión a la ortodoxia también enfrentó la prueba política que supuso el Informe secreto de Kruschev al XX Congreso del PCUS, el cual melló el proceso de construcción socialista y generó a nivel mundial una desbandada de militantes y simpatizantes entre los que permeó la idea de que fue el marxismo soviético
el culpable de las atrocidades denunciadas en el discurso, ya desmentido en parte. Este reblandecimiento ideológico llevó a algunos filósofos a abandonar el marxismo o caminar a la heterodoxia, pero esto no pasó con Elí de Gortari.
Por tanto, recuperar y situar a De Gortari en la filosofía es reconocer su filiación al marxismo ortodoxo, lo que no tiene que ver con la defensa abstracta de una pureza
teórica, sino con el sostenimiento de principios teóricos y un proceder metodológico. Este es un punto central para emprender el estudio de su trayectoria intelectual y el conjunto de su obra (), incluida su polémica con el Grupo Hiperión, su labor en el seminario de problemas científicos y filosóficos, sus diferencias con el marxismo crítico, su crítica a la filosofía analítica y su tardía aproximación a Michel Foucault.
La obra de Elí de Gortari no es un caso particular de asimilación creativa
de la ortodoxia, sino la expresión real de ésta, y su obra debe servir para repensar hasta qué punto esta expresión filosófica ha sido caricaturizada causando que aportaciones como las de Elí de Gortari se sometan al olvido.
* Historiador de la ENAH