Cinexcusas
Luis Tovar
Aunque por supuesto no se dice jamás sino que se trata de algo tácito, el filme entero descansa en un proceso inductivo tan falso como el documental mismo, pues, en términos llanos, Una película… da por buenas las conclusiones que surjan de tomar la parte por el todo, si bien dichas conclusiones no forman parte del discurso del filme, ni visual ni verbal, aunque no era necesario que lo hicieran: basadas en una premisa originada en la generalización sin matices –idéntica, entre muchos ejemplos, a otras del tipo “todos los políticos son iguales”, “las mujeres no saben manejar un auto”–, la idea de fondo que anima a Una película… es que todos los policías –léase individuos– y todas las policías –léase corporaciones– son una de tres o las tres: corruptos, corrompibles o corruptores, así como víctimas o victimarios de un sistema o un estado de las cosas en tal nivel esclerótico que, tanto ellos como los espectadores, se encuentran frente a hechos y situaciones absolutamente inalterables. En este sentido, Una película… no iría más allá de ser una ilustración, meramente casuística, de un lugar común al que no le hacen falta refuerzos audiovisuales para prevalecer y, por ende, su valor conceptual y temático sería bastante más limitado de lo que han querido/podido ver, por ejemplo, los jurados cinematográficos que la han premiado con generosidad.
Pero el quid no es premiofestivalero ni aplausométrico, sino tiene que ver con la naturaleza del filme; no la de orden formal, en la que se han centrado la mayoría de quienes tratan de hilar alguna reflexión –que si docuficción, que si falso documental, que si mita y mita–, y aunque sí la temática, si bien baldada por la mencionada tara de origen consistente en partir de un lugar común para volver a él y ya, sobre todo tiene que ver con la naturaleza conceptual del filme, aquí expresable en función de para qué se hizo la película. Es en este punto donde la puerca tuerce completo el rabo: se supondría que Una película… es producto de una “investigación”, pero el caso es que, si la hubo, fue canjeada por el abordaje y el enfoque casuístico, es preciso insistir, que da por buena la parte por el todo.
Ese solo defecto desproveería de valor el contenido del filme si, como se sostiene, se investigó a la policía capitalina como entidad, y si se trataba de demostrar la validez de la lugarcomunesca generalización a la que se llega.
Pero los créditos dan fe de otro aspecto, que ciertos puristas de la crítica suelen soslayar: quién, y posiblemente por qué, tuvo interés en que determinado filme exista. El caso es que la productora No Ficción se sirvió de un individuo llamado Mario Gutiérrez Vega para la tal “investigación”, y éste tuvo mucho más trabajo que el propio Alonso Ruizpalacios: investigador, productor online y más. Una incursión previa de Gutiérrez Vega en cine es nada menos que De panzazo, el pseudodocumental maquilado por Juan Carlos Rulfo, con dinero e intereses de Claudio x. González, para golpear a la cnte magisterial y para lucimiento del impresentable Carlos Loret de Mola, quien, por cierto, es el actual jefe de Gutiérrez Vega en el portal LatinUS, y fue para él que “investigó” la fake news de la casa gris, es decir otro golpeteo político.
Como en tantas cosas, en el cine, y en la reflexión asociada, se vale todo menos la ingenuidad. Si alguien cree en la “objetividad” de Una película de policías, pues allá él/ella.