Los inconformes hacen juicios parciales al no considerar la relación más larga, constante y trascendente que México haya sostenido con cualquier país iberoamericano. Nuestros países guardan una identificación ejemplar de más de 500 años.
De la isla partió rumbo a México el primer grupo de españoles en 1518. Desde entonces la vinculación entre nuestras naciones ha sido estrechísima, solidaria y respetuosa. Mientras no hubo transporte aéreo trasatlántico, todo lo bueno y todo lo malo paso por La Habana.
En el siglo XIX las corrientes políticas liberales y ciertos personajes oscuros vivieron o pasaron por La Habana en pos de la simpatía extranjera, incierta esperanza o resignados al exilio. Hoy Cuba tiene relaciones diplomáticas con 194 estados, las que formalmente sostiene con México datan de 1903. Entonces, ¿de dónde viene la sorpresa y molestia por el viaje presidencial?
En ese largo plazo lo sustantivo ha sido no sólo referido a artes y cultura, ciencia y tecnología, sino llevándolo a fondo, celebrando el enriquecimiento étnico de comunidades nacionales con aportaciones de la negritud afrocubana. Los fortísimos vínculos son históricos, ya decíamos, de más de 500 años.
La isla en el siglo XIX acogió a nuestros liberales reformistas. Décadas después México hizo lo propio con José Martí. Luego vendría la presencia tolerada de Castro y sus guerrilleros en nuestro territorio, la expedición del Granma, Punta del Este, Bahía de Cochinos, la crisis de los misiles y no sólo esas especies de índole político, están presentes y siempre vivas la literatura, la música y gastronomía, vigorosos eslabones.
Esta relación larga y compleja ha tenido tiempos tempestuosos. Un día de septiembre de 1969 uno de nuestros diplomáticos acreditados allá, el consejero Humberto Carrillo Colón, resultó agente de la CIA. México sufría una crisis de gobierno post-68. El gobierno cubano, prudente, dejó el caso en manos del nuestro. Nada pasó más que su despido.
Los gobiernos de Zedillo y Fox fueron particularmente hostiles. El primero tuvo encuentros con la oposición durante una visita de Estado a la isla. También se permitió regañar a Castro en el pleno de una Cumbre Iberoamericana.
Fox llegó a expulsar oficialmente al embajador cubano, medida extrema en la práctica diplomática. Pretextó que ciertos visitantes legalmente internados en México eran espías. También fue el autor de comes y te vas
, indicando a Castro que pronto debía salir de Monterrey porque su presencia molestaba al presidente Bush.
Por encima de eso, de parte de Cuba, aún en su periodo proselitista fue respetuosa y cortés. Había una especie de pacto de mutuo respeto. Por nuestra parte y en respeto de sus derechos humanos, protegimos a cientos de balseros que huían de allá. Entonces vale preguntar por qué el Presidente mexicano no puede ser huésped de Cuba.
El imperio castiga a gobiernos que, según él, se desalinean, pero a pocos les afecta mayormente esa actitud. Nosotros, aún con costos, necesitamos sostener equilibrios plurales en nuestra política exterior que para otros países no son determinantes, otro día fue De Gaulle y Francia. Preguntemos a los reacios: ¿por qué no exponen razones con perspectiva en vez de sólo escenificar enojos vacíos?
En las relaciones entre ambos países siempre han estado presentes las presiones de EU. Hoy está distraído con su aventura pro hegemonía europea, pero ya volteará la cara al Caribe. Es una obsesión de siempre que en este momento está vinculado a sus elecciones de noviembre, que son un vive o muere de Biden y su partido.
Es inexplicable observar cómo un país tan pequeño como Cuba le genera tantas ronchas al Polifemo. Un pequeño país que, desaparecida la URSS, ya no tiene metrópoli ideológica y sus íntimas convicciones no dañan a nadie.
Conociendo la historia, México vislumbra el futuro. EU no cejará en su embestida contra la isla, acometida que en temas bilaterales puede tener su versión contra México. Recordemos los aranceles que hace tres años nos doblaron. La visita no es el error que los críticos señalan.
Ellos dicen que en un mundo global la defensa de nuestra política exterior es una antigualla. No se sabe qué argumenten, porque hoy la globalidad como modelo se tambalea. Esa que ayer llamábamos hegemonía y antes colonialismo. Por eso México se abraza a los principios de no intervención y autodeterminación buscando un eco protector de sus propios intereses.
Nuestra fórmula ha sido y es mantener las mejores relaciones con La Habana y estar juntos particularmente en los momentos más tensos. El mensaje de ello siempre fue que entendemos nuestra relación como símbolo de la libertad de los países para autodeterminarse. Te lo digo, Cuba; entiéndeme, Washington.