Él escribió en Constancia y otras novelas para vírgenes o Los años con Laura Díaz el drama que viven los toreros. Fundamentalmente, Manuel Rodríguez Manolete, el torero español que entusiasmó al escritor cuando estuvo en México. Debido a su personalidad avasalladora, cual Greco y poseedor de un aguante espectacular, no movía los pies, lo cual no se había visto antes. Ni se ve actualmente. Manolete murió matando y matando murió
, en el mismo ruedo a la misma hora.
Dice Carlos Fuentes en Constancia (…): Tú aquí eres la virgen patrona de mi piel, en medio del sol y la arena, el cielo y la tierra, la brisa y el mar, a ti cantaora de la blusa, bailadora mariposa, virgen chiquita en quien siempre está presente la alegría, máscara de tu pena mortal, mientras, recordábamos tu canto en la feria, con saetas, que calaban a una Sevilla que se nos volvía invisible. Cuando con la luz de tu cuerpo herías las faenas
.
“Tú, con tu solo mirar me hacías gozar y no tengo con que pagarte, Pedro Romero, hazme lo que le harías a un toro, como quisieras chuparle al toro y no lo haces torero macho y no quieres aceptar que el toro es macho. Solo que el toro sí es macho y tú no te dejas coger. Pero, menos tú te quieres coger al toro. Ahora cógeme a mí como cogerías al toro, hazme venir como harías que se vinieran parejas imposibles; la mariposa y el toro
. Escena que si vivió Manolete, que cogió y se dejó coger por Islero en un pequeño pueblo español llamado Linares. Vidamuerte en el toreo.
El toreo o lleva la vidamuerte o no es toreo. Más allá de animalistas o no animalistas. Tan es así, que ayer en la Plaza México ante toros, toros golondrinos y de Arroyo Zarco, los toreros no dejaron los pies quietos y estuvieron a punto de ser cogidos toda la tarde. Como lo fue el joven Llaguno que salió ileso de milagro y se le fue vivo el toro al corral. El drama de la vidamuerte representado en el coso de Insurgentes. En el joven Llaguno hay un torero. Para torear toros como los ayer corridos se requiere más capacidad torera que no tienen toreros que no han corrido la legua.
Mi agradecimiento conmovido a Leonardo Páez, mi compañero de columnas, por el artículo de ayer en el periódico.