el Woodstock negro, designado oficialmente como Festival Cultural de Harlem. En buena medida debido a la hipérbole mediática que se armó alrededor de Woodstock, el acto de Harlem pasó casi desapercibido. Pero se filmó, y ahora, medio siglo después, aquellos materiales han sido rescatados y sintetizados en un documental imperdible titulado Summer of Soul (Ahmir Questlove Thompson, 2021).
Además de una lista sorprendente de músicos, protagonizan el filme predicadores, líderes políticos y sociales, asistentes al festival, organizadores, comentaristas, periodistas y hasta el alcalde republicano blanco de Nueva York, que tienen la misión, bien cumplida, de poner toda esa música en contexto. Y ese contexto es, en lo general, un momento de agudas y violentas tensiones raciales, en particular, el de los asesinatos de los hermanos Kennedy, Martin Luther King y Malcolm X, y de la evidente abundancia de soldados negros en la inicua guerra de Vietnam. Definido por algunos de sus participantes como un mar de gente negra en el parque
, el Festival Cultural de Harlem se convirtió en un foro de manifestaciones diversas por la equidad racial (que no ha llegado aún) y en una tribuna para airear las muchas y muy justificadas querellas de la comunidad negra contra la opresiva sociedad blanca. Vale señalar la presencia de algunos músicos blancos y varias espléndidas bandas latinas en el escenario, así como de intérpretes africanos, cuya presencia sirvió para reforzar los llamados a la inclusión que fueron numerosos y sustanciales durante los seis fines de semana que duró este Woodstock negro. Por cierto: en alguno de los testimonios que aparecen en la película se menciona la posibilidad de que el Festival Cultural de Harlem haya sido organizado con el propósito específico de entretener y aplacar a la comunidad negra en el contexto de aquel volátil y ardiente (en muchos sentidos) verano del 1969.
Con la seguridad provista por las legendarias Panteras Negras (y la esporádica presencia de algunos policías blancos evidentemente aterrados), el festival se desarrolló básicamente en paz y calma, y los fuegos de artificio ocurrieron (¡y vaya que ocurrieron!) sobre el escenario, donde además de música de primer orden se escucharon numerosos llamados a la organización y a la resistencia, no siempre pacífica. Una de las muchas virtudes de Summer of Soul es que en su proceso de edición (que debió ser agotador) se consiguió un muy buen balance entre lo testimonial y lo musical, lo que da al filme una atractiva fluidez.
Pero por encima de todos sus demás valores raciales, culturales, políticos, religiosos y sociales, que son muchos, Summer of Soul tiene un soundtrack formidable de principio a fin, en el que cada pieza, cada compás, cada nota, representan música potente, entrañable, expresiva, de alto nivel. Como prueba mínima (porque hay que verlo y escucharlo), una lista parcial de quienes ahí tocaron y cantaron incluye a Stevie Wonder, The Chambers Brothers, BB King, Herbie Mann, The 5th Dimension, The Edwin Hawkins Singers, The Staples Singers, The Voices of Faith, Mahalia Jackson, Ben Branch, David Ruffin, Gladys Knight and The Pips, Sly and The Family Stone, Mongo Santamaría, Ray Barretto, Dinizulu, Sonny Sharrock, Max Roach, Abbey Lincoln, Hugh Masekela y Nina Simone. Si me fuera necesario elegir un par de momentos únicos entre toda esta música formidable, serían, por un lado, la interpretación de Acuario/Deja que el sol entre, del legendario musical Hair, por The 5th Dimension, que fue una inyección masiva de nostalgia directa a mi torrente sanguíneo y, por la otra, BB King interpretando Why I Sing the Blues, compacto y emotivo resumen de todo el asunto.
Es urgente e importante ver Summer of Soul, documental de primera que, además, porta un subtítulo muy elocuente: O cuando la revolución no podía ser televisada
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