Hans Magnus Enzensberger
y la fotografía insaciable
Alejandro García Abreu
Paisajes, estrellas binarias y bacterias
“Nuestra percepción depende de los medios de que disponemos… y que disponen de nosotros. Eso no es nada nuevo. Lo que entendemos por ‘paisaje’ sólo existe desde que nos lo ha revelado la pintura. Sin telescopio no habría, para nosotros, estrellas binarias y, sin el microscopio, no tendríamos bacterias”, escribió Hans Magnus Enzensberger (Kaufbeuren, Alemania, 1929), uno de los más grandes pensadores de los siglos XX y XXI. El poeta, dramaturgo, editor y novelista ensaya para aproximarse a diversos asuntos.
Se rige por la curiosidad. Es autor de “textos pequeños sobre temas gigantes”. Ejemplos de esos destellos literarios se encuentran desde hace quinientos años. “Fue el gran patriarca del ensayo, Michel de Montaigne, quien dio la pauta escribiendo ‘De la tristeza’, ‘De la incomodidad de la grandeza’ o ‘De los caníbales’, siempre a impulsos de su estado de ánimo, a golpe de ocurrencias y sin agotarse a sí mismo ni al lector ni la materia”, aseguró el autor del poema épico El hundimiento del Titanic.
La influencia de Montaigne
Con Montaigne como maestro, Enzensberger escribió los ensayos compilados en libros como Detalles, Política y delito, El interrogatorio de La Habana y otros ensayos, Conversaciones con Marx y Engels, Migajas políticas, ¡Europa, Europa!, Mediocridad y delirio, La gran migración, Perspectivas de guerra civil, Zigzag, Ensayos sobre las discordias y En el laberinto de la inteligencia. Guía para idiotas.
La fotografía es uno de sus grandes intereses, uno de sus “temas gigantes.” En el ensayo “¿Qué hacer con la fotografía?”, incluido en El panóptico de Enzensberger. Veinte ensayos fulminantes (traducción de Richard Gross, Malpaso Ediciones, Barcelona, 2017), el autor alemán intentó figurar cómo la humanidad enfocó su entorno antes de la invención de la cámara. “Es nuestro tercer ojo, insaciable y omnipresente”, coligió.
Dijo que el objetivo de la fotografía puso la mirada en cosas minúsculas y enormes. Recurrió a la Historia. Se refirió a la escuela de la Nueva Objetividad, cuyo maestro fue Albert Renger-Patzsch: “no se trataba de un invento nuevo, como muestran las vistas de Atget o Steichen. Sus huellas pueden rastrearse incluso hasta el siglo XIX”. La cámara revolucionó la investigación en astronomía, biología y medicina. La historiadora de las ciencias Lorraine Daston ilustró ese complejo temático, recuerda el poeta de Baviera. “Lo cierto es que cuanto vemos en la actualidad tendría un aspecto distinto sin Talbot, Niépce, Daguerre y todos sus sucesores”, continuó. Se refirió a “los hallazgos que debemos a Walter Benjamin, Roland Barthes, Susan Sontag y numerosas otras mentes perspicaces.”
La fotografía se emancipó de la luz visible para “conquistar longitudes de onda muy distintas del espectro: el infrarrojo y el ultravioleta, los rayos X, la resonancia magnética y la gammagrafía”, escribió Enzensberger. La fotografía evidencia lo invisible.
Precaria relación con la verdad
Se cuestiona dónde terminan los miles de millones de fotografías que registran vacaciones, bodas o partidos de futbol. En cajas y cajones y en discos duros, dice. “Con la digitalización, su número se ha multiplicado indefinidamente.”
Abordó a Facebook, Google y otros gigantes de internet con capacidades de almacenamiento ilimitadas. “Conservan cuanto recogen. Sus bancos de datos, dirigidos por complejos algoritmos, son los modernos sucesores de aquellos registros de empadronamiento que desde el siglo XIX sirven para vigilar a la población.”
Enzensberger sabe que la fotografía es manipulación. “La iluminación y la exposición, el encuadre y el fondo, el retoque y la ampliación, son técnicas que forman parte de su repertorio desde sus inicios.” En general, dijo el escritor alemán, no queda claro qué es lo “auténtico” en una fotografía: “Comparte con las demás artes esa precaria relación con la verdad.”
Los fotógrafos más inteligentes, concluye Enzensberger, reflexionan sobre su quehacer artístico en su obra, como Hamilton, Gursky o Richter. “Nicholas Kahn y Richard Selesnick han reproducido situaciones históricas que se parecen a tomas ilusoriamente ‘auténticas’. Otro artista coloca meticulosamente ante su cámara paisajes de bosques que nunca existieron. Obras que, al modo de la mayoría de las instalaciones, han elevado a programa su misma condición efímera.” Dependen de la fotografía y del cine para sobrevivir al paso del tiempo.