Antonio Alatorre es un mar. Pretendo bordear uno de sus oficios de traductor de libros monumentales.

Centenario de un sabio: Antonio Alatorre
Carlos Martínez García
La obra de Antonio Alatorre es un mar. Pretendo aquí solamente bordear uno de los oficios magníficamente desarrollados por él: su labor como meticuloso traductor de libros monumentales.

El 25 de julio se cumplió un siglo del nacimiento de don Antonio; vio la luz en Autlán, Jalisco. Hizo estudios parciales en distintas instituciones, pero fundamentalmente su formación fue resultado de un disciplinado autodidactismo. Su erudición la reconocieron distintos claustros académicos, como El Colegio Nacional, al que ingresó el 26 de junio de 1981. La salutación estuvo a cargo de Fernando Salmerón, quien refirió que Alatorre “es ante todo un maestro de literatura, de historia, de lingüística. Es además un editor y un traductor extraordinario, por la calidad de la obra realizada, por la fecundidad. Y es también autor de numerosos estudios y notas sobre las materias de su especialidad, dispersos en revistas y libros colectivos –y de un libro editado en 1979, del cual él mismo escribió que ‘no pretende ser sino un ensayo de historia’ [se refiere a Los 1001 años de la lengua española, Fondo de Cultura Económica]. De todos ellos, libro y estudios, es obligado señalar una característica: su excelencia invariable”. El discurso de Alatorre, y la contestación al mismo, de Luis Villoro, son piezas magistrales (https://colnal.mx/wp-content/uploads/2019/11/Discurso-Antonio-Alatorre.pdf).

Agradezco que Antonio Alatorre haya vertido su erudición al traducir dos libros a los que vuelvo constantemente. El primero de ellos, por orden cronológico de publicación, es el de Marcel Bataillon, Erasmo y España. Estudios sobre la historia espiritual del siglo XVI (Fondo de Cultura Económica, primera edición de 1950 y segunda –corregida y aumentada– de 1966). El gran hispanista francés siguió las huellas de Erasmo, conjuntó en su obra pasión y amplio conocimiento para reconstruir la influencia del teólogo de Rotterdam en España, influencia que no tuvo parangón en ninguna otra nación europea.

Bataillon escribió, en la primera edición mexicana, sobre la traducción de Antonio Alatorre: “El traductor ha cumplido su cometido con una escrupulosidad ejemplar. No quiso españolizar de su cosecha ni una sola cita española traducida por mí al francés. Entre él y yo, a costa de muchas horas de trabajo hemos dado con los originales; y hasta hemos acudido, para las citas de obras de Erasmo traducidas al español, a las versiones castellanas del siglo XVI, con la única excepción del Tratado de la oración”. Agregó en la segunda edición: Con sus escrúpulos de traductor ejemplar, con su amor a esta obra que le llevó a adentrarse en cada renglón de ella, Alatorre ha superado al propio autor en conocimiento de su libro. El intercambio epistolar entre ambos, recogido en un magnífico libro, deja constancia de lo dicho por Bataillon.

Erasmo y España tiene 921 páginas. El otro libro traducido por Alatorre que destaco es de George H. Williams, La Reforma radical (Fondo de Cultura Económica, 1983), monumental como el de Bataillon, por la erudición y por las páginas que lo componen: mil 26. Mientras el del autor francés tiene varias rediciones, el del investigador de la Universidad de Harvard solamente tuvo una edición en español. Carlos Monsiváis le comentó a Consuelo Sáizar, directora del Fondo de 2001 a 2009, la importancia de reimprimir la obra de Williams, y la respuesta fue que se haría, según me confió el añorado Carlos.

George Williams dejó testimonio de la enriquecedora interacción que tuvo con Alatorre, quien mediante incisivas cartas le requería precisiones para realizar una mejor traducción de la obra. De tal manera que, consignó Williams, la versión española que el lector tiene en sus manos deja muy atrás la versión inglesa original. Fue así porque “Antonio Alatorre […] ha hecho subir notablemente el valor de mi libro. No sólo ha mejorado el texto original y puesto al día ciertos adenda et corrigenda gracias a inteligentes preguntas y propuestas que me han obligado a procurar una mayor claridad de exposición, sino que también, gracias a sus verificaciones personales de citas procedentes de obras escritas en diversos idiomas, y en su afán de hacer plenamente coherentes y completas las notas de pie de página de la edición original y de las adiciones mecanografiadas, ha dado una mayor solidez al conjunto del libro”. Los elogios de Bataillon y Williams a su traductor muestran la gran dimensión intelectual de Alatorre.

Antonio Alatorre destacó en Los 1001 años de la lengua española el influjo en la literatura anglosajona de la traducción de la Biblia conocida como Authorized Version, publicada en 1611, al igual que la traducción de Lutero influyó en el desarrollo del alemán. Apuntaba: “Si hubiera sido ‘autorizada’ la hermosa traducción [de la Biblia] de Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera, protestantes españoles del siglo XVI, la historia de nuestra lengua sería sin duda distinta de lo que es”.

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