Ramón López Velarde en la “ciudad maestra”
Para su tesis de maestría en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, Sofía Ramírez investigó todo lo relacionado con la vida de López Velarde en la ciudad que tituló La edad vulnerable. Ramón López Velarde en Aguascalientes, la que después editó el Instituto Cultural Zacatecano en 2007, en el magnífico sexenio cultural de la gobernadora Amalia García, el director del Instituto David Eduardo Rivera y el poeta y editor José de Jesús Sampedro. Desde entonces no ha cesado en Sofía su fervor por la figura y la obra del poeta de Jerez. Como se sabe, el pueblo y las ciudades definitivas de RLV, cada una a su manera, fueron Jerez, Aguascalientes, San Luis Potosí y Ciudad de México. No deja de ser asombroso que en 2021, centenario de su nacimiento, el Poeta fuera más dignamente celebrado en Aguascalientes, San Luis Potosí y Ciudad de México, que por las autoridades culturales del estado de Zacatecas. Si quisieron quitarle la alta dignidad que merecía, lo lograron.
Como parte de los festejos, Sofía Ramírez rehizo, recreó y compendió el libro de su tesis y formó un pequeño volumen iconográfico, Los pasos de Ramón López Velarde en Aguascalientes, que editó el Instituto Cultural Aguascalentense en noviembre de 2021, el cual tiene una doble e intensa belleza: la creativa escritura y el diseño exacto: el libro es una alhaja como objeto artístico. Da gusto verlo, leerlo. Es a la vez un breve estudio y una guía de la ciudad para revivir, con la biografía y las fotografías, lo que el jerezano vivió en la ciudad en sus dos etapas, de 1898 a 1900 y de 1902 a 1907. Aguascalientes representó para el niño y el joven Ramón, según Sofía, la “ciudad-escuela, ciudad maestra”, y en el libro iconográfico nos va mostrando –va haciendo hablar– sus sitios significativos en los años que en ella vivió: por un lado, los dos domicilios en que habitó la familia; la escuela mixta de Angelita, que le hizo ver los estudios con rostro de mujer; los seminarios donde estudió y leyó a sus latinos; el Instituto Científico y Literario, que en Aguascalientes era una suerte de preparatoria; el despacho de abogado del padre, a un costado de catedral; la catedral barroca, las espléndidas iglesias de San Diego y de San Antonio y, claro, muy especialmente, los habituales lugares de reunión con los amigos, como el jardín de San Marcos, el Parián y la Plaza de la Constitución, lugares donde se ha dado esencialmente, a través de los siglos, la vida social exterior de Aguascalientes, a la que Pedro de Alba llamó una “ciudad musical”. Por otra parte, hay en las páginas documentos escolares; la portada de Bohemio, que era en su forma menos una revista que una hoja parroquial y de la cual fue uno de los fundadores, y los periódicos de la localidad en que colaboró.
En El Observador, que dirigía su mentor, mecenas y amigo, Eduardo J. Correa, el joven López Velarde tuvo en 1907 una columna, “Semanales”. Colaboró cinco veces. Después lo sustituiría Enrique Fernández Ledesma. En la columna, apunta Sofía, RLV “deja entrever” lo que serían sus temas y su estilo: “su catolicismo, su humor de sutiles pero firmes punzadas, su postura ante la vida y la maravilla de las pequeñas cosas que la conforman, su lenguaje muy particular, su ideología política, su entrañable provincia, sus preferencias literarias, las mujeres, la Patria, el arte, las sorpresas del mundo”. Salvo la ideología política, que se empezaría a conformar en San Luis Potosí, y el arte, al cual tendría escaso acceso, no podemos sino estar del todo de acuerdo con ella.
Si alguien ha conservado la memoria de López Velarde en Aguascalientes con datos fidedignos, es decir sin invenciones ni falsas leyendas de café, es Sofía Ramírez. Asimismo apreciamos con alegría que haya llegado en su literatura –en el ensayo, en las brevedades literarias– a un momento espléndido.