Guanajuato, Gto.,
Café Tacvba es un clásico en el Festival Internacional Cervantino (FIC), y en estos festejos de oro del encuentro no podía faltar el grupo que en versiones anteriores ponía nerviosos a organizadores y autoridades de seguridad pública por las hordas de fanáticos que solían dar portazos para ingresar a la Alhóndiga de Granaditas.
Ni hablar, cafetos, los chicos banda crecieron y ya no organizan slams ni se bronquean por ser los primeros cerca del escenario. La multitud antaño conformada por una juventud desenfrenada, ahora es una apacible marea que en punto de las 20 horas aplaudió sin mayores desmanes los acordes de la primera canción de la noche: María.
Eso sí, el recinto resultó insuficiente para todos los que llegaron al concierto. La Alhóndiga tiene una capacidad para 2 mil 500 espectadores, entonces, unas 5 mil 500 se quedaron fuera, pues, según estimaciones conservadoras de la policía llegaron alrededor de 8 mil personas, a las que les colocaron una pantalla gigante rumbo a la calle Tamazuca, y todos contentos.
El vocalista de Café Tacvba, Rubén Albarrán, enfundado en una acolchada bata con bordados florales, invitó a los presentes a olvidar preocupaciones con la música
y comenzó a entonar Diente de León: quiero volar como la pluma que el ave soltó, quiero guardar silencio para escucharme bien / dejar de ser un sordomudo en mi propio ser
.
Entre el público que estaba hasta adelante, donde, como es costumbre se ubican todos los invitados VIP de los organizadores, además de las personas que compraron boleto, comenzó a oler a ese pastito quemado
que, efectivamente, hace volar.
Luego siguió una de las rolas ecologistas del cuarteto, Trópico de Cáncer, que dice así: Ay, mis compañeros, petroleros mexicanos / no crean que no extraño el olor a óleo puro. / Pero es que yo pienso que nosotros, los humanos / no necesitamos más hidrocarburos
.
En las gradas, todos muy bien portados y sentaditos, algunos sin saber la letra de los temas calmaditos
: Yo te escucharé / con todo el silencio del planeta. / Y miraré tus ojos / como si fueran los últimos de este país
; hasta que llegó La chica banda y, ahora sí, en la Alhóndiga y sus alrededores estallaron los fervorosos años 90.
Fue el momento justo para que en escena aparecieran los Bronces de Oaxaca para acompañar La muerte chiquita, Olita del altamar y Futuro. Llegó después la Orquesta Sinfónica de la Universidad y el público, ya instalado en la fiesta de un sofisticado rock pop, coreó las viejitas, pero bonitas
, como llamó Albarrán a esos tremendos hits: Las batallas y Rarotonga.
Hasta que llegó la joya de la corona de los tacubos, la irremplazable de Jaime López Chilanga banda, en este Cervantino en el que, precisamente, la Ciudad de México es invitada de honor, con todo y sus pachucos, cholos y chundos, chinchinflas y malafachas, chómpiras que rifan, y bailan tibiritábara.
La fiesta en pleno, a brincar aunque duelan las rodillas y aunque los chicos de seguridad ordenen sentarse, en otra noche fresca guanajuatense, que sólo se vio un poco empañada cuando entre los presentes corrió la noticia difundida en redes sociales por Tv Guanajuato Canal 8 de que un joven de 30 años que venía de Celaya con un grupo de amigos para este concierto murió de congestión alcohólica en el estacionamiento de la plaza de toros, adonde llegan los autobuses foráneos con turistas.
Siguieron otras nueve canciones para cerrar esas más de dos horas de música, incluidas rolas para acurrucarse en los brazos presentes o ausentes del ser amado, en una gran interpretación de Meme (Emmanuel del Real): Eres, cuando despierto, lo primero, eso eres / lo que a mi vida le hace falta si no vienes / lo único, preciosa, que en mi mente habita hoy
.
La noche culminó con el cover de Juan Luis Guerra, Ojalá que llueva café, y saldo blanco en el clásico de clásicos de los conciertos de rock cervantinos, en el que hizo falta el tema Ingrata, pero por el que al final nadie protestó por su ausencia, porque ya no está uno para esos trotes
, bromearon a la salida los bien portados fans de Café Tacvba.