Al eliminarse ese tipo de transporte, el edificio tuvo usos diversos que incluyeron el abandono, y hace alrededor de tres décadas el regente Manuel Camacho aprobó su rescate para que funcionara como centro cultural. El uso incluía bailar, ya que a unos pasos estuvo el célebre Salón México y aquí se buscaba revivir su memoria.
La restauración tuvo el acierto de conservar la distribución interior y gran parte de la maquinaria como transformadores y turbinas, las cuales tienen una belleza muy particular y que todavía se pueden apreciar.
Como suele suceder, gobiernos posteriores lo abandonaron, pero por fortuna hace un lustro el gobierno capitalino lo reabrió con el nombre de La Nana, Laboratorio Urbano de Arte Comprometido, coordinado por la organización ConArte.
Es un espacio de encuentro abierto a la experimentación artística y pedagógica, donde convergen escuela y comunidad. Tienen un programa de talleres abiertos a todo tipo de públicos, formación docente, encuentros comunitarios, exposiciones y actividades culturales. Busca fortalecer la convivencia a través de las artes, defender el ejercicio de los derechos culturales e impulsar las alianzas y el trabajo en red.
Hay talleres para niños, jóvenes y adultos que estén interesados en aprender una disciplina artística sin que sea necesario que tengan conocimientos previos. Artistas profesionales colaboran impartiendo cursos de diversas disciplinas como la danza en distintas vertientes (de salón, contemporánea, folclórica y urbana), ejecución de diferentes instrumentos y canto coral, artes plásticas y visuales, artesanías y oficios.
Los cursos trimestrales tienen horarios que permiten a los alumnos compaginar los talleres con sus actividades diarias y aprovechar su tiempo libre.
La Nana cuenta con un importante acervo de libros tanto en español como en lenguas originarias, así como en otros idiomas, que están a disposición de la comunidad. Tienen un programa de trueque llamado Libros para volar, el cual consiste en dejar un libro y llevarte otro. Los libros van y vienen a la calle, al Mercado 2 de Abril, a las escuelas y a las vecindades.
En este alucinante espacio, hace unos días se presentó la obra teatral Alquimia y transmutación: mujeres presas dentro y fuera de una cárcel, montaje con perspectiva de género, le nombra su creador Arturo Morell. Es fruto de los talleres culturales que imparte el Instituto de Reinserción Social de la Ciudad de México a Personas Privadas de la Libertad y personas egresadas del Sistema de Justicia.
Primero se presentó con la Compañía Teatral del IRS, integrada por 42 internas dentro del Centro Femenil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla.
El segundo estreno se realizó con la participación de 35 mujeres pertenecientes a la Compañía Teatral de Personas Liberadas, que tiene como sedes La Nana, el Museo del Policía de la Ciudad de México y el Instituto de Reinserción Social.
La dinámica forma parte del proyecto llamado Teatro Espejo, esto es, que las mismas obras que ensayan y presentan en reclusión, se presentan también en libertad, fortaleciendo un dispositivo de acompañamiento emocional, educativo y sicológico. Es una experiencia conmovedora, explica Morell, utilizar el teatro como puente de libertad…
A un par de cuadras está el Mercado 2 de abril, que acaba de cumplir 115 años. Originalmente, iba a ser un taller para dar mantenimiento a los tranvías, por eso el elevado techo y sus ‘tirantes’. Reza una placa: Fue inaugurado el 2 de abril de 1902 como homenaje a los patriotas que tomaron la ciudad de Puebla en 1867
. En los años de gloria del Teatro Blanquita que está a unos pasos, acudían, artistas, tramoyistas y demás personal del popular centro de espectáculos, a comer a sus famosas fondas que por fortuna todavía existen. Ahora van oficinistas de los alrededores.
Si antes se le apetece un aperitivo espirituoso, tómese el tequilita y pique botanita en la cantina La Herradura, a un costado del mercado, con la atención personal de su dueño José Javier de la Mora Fierro.