Retratan la mirada de dos músicos wixaritari y el hombre del piano En la cinta de Enrique Muñoz

Camino a Wirikuta
Retratan la mirada de dos músicos wixaritari y el hombre del piano

En la cinta de Enrique Muñoz desaparecen las palabras ante las tonalidades polifónicas

El documental Un lugar llamado música, que muestra la admiración del compositor Philip Glass por la cultura wixárika, se estrenará hoy en el Festival Internacional de Cine de Morelia.
ALONDRA FLORES SOTO
La Jornada

El camino de Philip Glass hacia la conexión con los poderíos de la naturaleza del pueblo wixárika es explorado en el documental Un lugar llamado música, que se estrena hoy en el Festival Internacional de Cine de Morelia.

La única barrera entre músicos es aprender a escuchar, dice uno de los compositores vivos más importantes. El momento lo rescata el filme dirigido por Enrique Muñoz Rizo durante el primer concierto público que ofreció el estadunidense junto con Daniel Medina de la Rosa, en Real de Catorce, San Luis Potosí.

En mayo de 2018, el Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México recibió a Glass para celebrarlo con motivo de sus 80 años de vida. En el primero de tres conciertos se interpretó su sinfonía Tolteca y también tomó su piano para tocar al lado de dos músicos wixaritari en el escenario, con violín y guitarra canari.

Las visitas a Real de Catorce y luego a Santa Catarina Cuexcomatitlán, en el territorio Wirikuta, son el verdadero campo narrativo que explora a los músicos en su unión desde Nueva York y Mezquitic, ya que el equipo documentalista empezó desde la Ciudad de México a volver la mirada de la figura mundialmente reconocida a estos músicos que están escondidos en lugares remotos de la sierra de Jalisco, explican Muñoz y el atropólogo Víctor Sánchez.

Esta mirada de los wixaritari se trata de la mirada anterior, apunta el antropólogo en alusión a Octavio Paz. Anterior a nuestra mirada cotidiana, al tiempo, a la historia, a las ciudades. Realmente la lírica de Daniel Medina está enganchada en una tradición que viene de siglos, probablemente milenios, donde están mirando al mundo, al universo desde otro lugar. Eso es lo que enamoró a Philip Glass, quien posee un lenguaje musical sumamente abstracto. Ahí se enganchó algo.

De esta manera comenzó el sendero para el debut del cineasta Enrique Muñoz. Ante la reconocida visita pidió los permisos para grabar los conciertos. Observó que toda la atención de Glass no estaba con el lado clásico, la orquesta y sopranos, sino en el valor que le daba a sus dos invitados jaliscienses. ¿Qué es lo que hizo elegir a estos dos músicos indígenas para condicionar su presencia en el máximo recinto cultural? ¿Qué ve Philip en ellos? ¿Por qué, teniendo acceso a los músicos más famosos y aclamados, es esta insistencia con Daniel Medina y Erasmo Medina Medina?, fue la pregunta que se hizo y la pauta para el trabajo de grabación. No entendía por qué su piano hasta parece un poco infantil, siendo que este virtuoso no quiere brillar sobre su música. Y ahí empieza la exploración.

Cinco años después, en 88 minutos, entre el canto a la venada azul, el sonido del crepitar del fuego y de las montañas, el observador comprende su propia respuesta.

Poco a poco nos empezó a enamorar. Tiene una energía, relata Muñoz sobre el día que conoció a Daniel Medina en el recinto de mármol. Es una mirada que apunta a un mundo distinto de lo que conocemos en lo cotidiano, complementa Víctor Sánchez, punto de enlace con el pueblo wixárika, Medina y Glass.

Resultan ser dos caminos que en realidad son uno. El idioma inglés y la lengua wixárica desaparecen ante las tonalidades del violín y del piano. El lenguaje es el silencio y la contemplación.

El camino fue largo y difícil. Sánchez revela que no suele llevar personas a este pueblo indígena que conoce desde hace 30 años, pues implica una disrupción. Para hacer el documental fue necesario pedir permiso a las autoridades y ancianos en Santa Catarina, ser cuestionados y que inquirieran por la relación con el hombre del piano, una serie de medidas de protección.

Aunque tenga una intención de mirar lo más humanamente posible, estamos plagados de nuestros estereotipos de las personas indígenas, no es fácil de rebasar. En el caso de la cultura wixárika, los estereotipos son los chamanes, el peyote o las víctimas de la explotación minera. Que todas son dimensiones que tienen su lugar en la realidad. Con 30 años de amistad con Daniel Medina y Santa Catarina, yo digo que es un mundo mucho más grande.

En el caso de Daniel Medina, a pesar de no ser mayor, es visto como un anciano en su comunidad por su conocimiento y nivel de dedicación. Al estar entrando en el campo semántico profundo de las canciones, los significados y los símbolos, vemos que la cosmogonía de la que habla y las relaciones de la creación del mundo no son leyendas ni están en un libro, son más bien una guía de cómo vivir. Particularmente en sus prácticas y peregrinaciones, pero también en su vida, afirma Víctor Sánchez.

Ellos están vinculados con un aspecto de la vida que a nosotros se nos escapa. Mi punto de vista es que nos da un complemento para saber mirar lo que hacemos en la vida. Por eso me enamoré de ese mundo.

Y destaca un tercer elemento histórico sobre el debate de las comunidades indígenas en la defensa de su cultura, especialmente en la wixárika, sobre cómo les afecta la relación con las personas de afuera, asimétrica, y donde casi siempre se aprovechan de ellos.

“Cuando Daniel Medina llegó a Bellas Artes, entendió que era un lugar importante y percibí que pensaban: ‘Mi cultura vale’. Medina de la Rosa y Erasmo Medina llevaron la música indígena al foro más alto. Philip lo tuvo muy claro al decir que no le importa tocar sinfonías, pues eso lo hace en cualquier parte.”

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