La extinción de la luz / Los cuentos de Marxitania Ortega
Alejandro García Abreu
Un espacio íntimo
Personajes desolados deambulan por senderos oscuros. Luz brillante de Marxitania Ortega (Acapulco, 1978) –libro con el que ganó el Premio Internacional Bitácora de vuelos, convocado por la editorial de mismo nombre y publicado en 2022– reúne seis relatos que representan una importante faceta del mundo narrativo de la escritora. En estos textos domina la imaginación poética. La cuentista explora la complejidad de las relaciones humanas. Reflexiona sobre la posibilidad de contener las heridas y ofrece narraciones profundas e intensas. Luz brillante –como llaman en Cuba al queroseno– es teñido por una sucesión de fuerzas ignotas.
Ortega se traslada entre diversos registros. Ha publicado tres libros: una novela –Guerra de guerrillas–, el volumen de cuentos referido y un libro de poemas –Carta natal. El movimiento entre la novela, el relato y la poesía convierte a la creadora en una singularidad, ya que los tres libros constituyen un todo indisociable.
Pletórico de alegorías y simbolismos, Luz brillante revela un particular universo, ubicado en geografías distintas y en ambientes precisos, pero identificables. Así indaga en la psicología y vierte sus más íntimas cogitaciones. Ortega imbrica el conflicto personal y el social. Muestra, a través de sus personajes, el dolor y una sensibilidad desconcertante.
Narradora ácida, a veces despiadada, sus textos oscilan entre lo sobrecogedor y la perspicacia. Se enfrenta a realidades tristes. Recurre a una prosa magnética para que se genere una profunda catarsis.
Luz brillante podría considerarse el arte interior y, simultáneamente, la expresión corrosiva del ser. El talento de Ortega reside en la construcción de voces narrativas que ofrecen vislumbres de vidas desasosegadas. Se dirigen hacia un desconcertante destino. Mezcla un espacio íntimo con la existencia descarnada y abatible de diversos seres.
La forma breve acompaña la evolución de la autora. Escritos con una sensibilidad extrema, los relatos abogan por la dignidad humana y la libertad.
El alma insondable
Creó los cuentos con ecos de lecturas de juventud. En “Luz brillante”, relato que da título al libro, viajó a Cuba, a las calles del Vedado. Ortega escribió: “Ana Fidelia salió corriendo. La campeona de los 800 metros planos huía del fuego que la devoraba.” Describió “una tristeza tremenda. Nada más y nada menos que el espíritu de una mujer muy dolida…” Exploró la transmigración del sufrimiento y evocó el “poder proveniente de las profundidades de Angola y Mozambique, de Nigeria y del Congo, de Uganda y Zimbabue.” Recurrió a los “tambores de fundamento.” Afirmó que son “instrumentos sagrados”, “la voz de los Orishas.” Las cicatrices resultan protagonistas.
El cuento “La casa de Shahrak-e Elahiyeh” incluye un traslado a Irán. Shahrak-e Elahiyeh es el barrio más elegante de Teherán. Ortega se refiere a un matrimonio y narra que Kourosh, el protagonista, leyó una inscripción que conocía, en letras árabes inscritas con ácido nítrico: “El alma siempre será insondable”, paráfrasis de Heráclito, filósofo griego descendiente de una familia noble de Éfeso. También escribió: “La noche tiembla. Más allá de mi ventana algo desconocido nos aguarda.”
“‘Habla bien de Aca’” constituye un fresco de Acapulco, texto en el que coligió: “Uno se imagina la debacle como una avalancha de situaciones que te arrastran inevitablemente al precipicio.”
En “Uva ursina” Ortega constata que el pintor trabaja con la luz y la sombra, “debe conocer la vida y la muerte, debe mirar bien en las heridas, asomarse en la pudrición”. Su narrador se refiere al oropimente, un veneno si cae sobre la piel. “Estás creando con veneno, no debes tener miedo”, escribió. Se refirió a Albrecht Dürer, Alberto Durero, el artista más famoso del Renacimiento en Núremberg, quien se encuentra con Paracelso, médico suizo.
En el relato “El método tradicional” la escritora reflexiona sobre el sentido de la literatura y sostiene: “La ficción otorga posibilidades infinitas y la belleza más pura sólo cabe en ciertas ficciones.” La protagonista apela a la fragmentación y recorre bibliotecas enteras en busca de la confirmación de su existencia.
Y “Bienes terrenales” se convierte en una cavilación sobre la muerte. Ortega aseveró: “Casilda percibía la presencia de los espíritus, lo sabía cuando tenía sensaciones que no eran suyas, como cuando sentía mojada su piel pero no estaba ni cerca del agua…”
La “luz brillante” referida desde el título constituye la extinción de la luminosidad del ser. Se convierte en perpetua oscuridad. Se trata de la desolación. Pero, a fin de cuentas, la luz brillante –aterradora, real, mortuoria– deviene en esplendor literario.