Adultos mayores en el nuevo milenio
Rafael Aviña
Como sabemos, el retrato de los ancianos y abuelos en el cine mexicano del siglo pasado estuvo cargado de estereotipos, entre sentimentales y graciosos. En cambio, en este siglo XXI la perspectiva del adulto mayor se trastocó casi por completo, aportando nuevos rumbos para la vejez en el nuevo milenio, como lo muestra la imagen del anciano enfermo y desmemoriado (Carlos Vallarino), a quien no aceptan en un asilo pues cuenta con una familia que podría cuidarlo y cuya hija María (Roxana Blanco), madre soltera con tres hijos, en un acto de fatiga emocional lo abandona en la calle, en pleno invierno; el hombre la espera con paciencia, creyendo que sólo ha tardado de más. (La demora, 2010, de Rodrigo Plá, coproducción México-Uruguay.) Sobre todo en El comienzo del tiempo (2014) de Bernardo Arellano, una trama dura y directa contada a través de un naturalismo que duele y sorprende. Antonio (Antonio Pérez Carbajal) y Bertha (Bertha Olivia Ramírez) son una pareja de ancianos cercanos a los noventa años, a quienes les retiran las pensiones debido a la crisis social y financiera que vive el país. Ante la necesidad de subsistir, ya que sus dos hijos no los han visto desde hace años, se ven en la necesidad de rematar sus pertenencias, preparar tamales para vender en la calle e incluso robar. La vida de los ancianos cambia cuando su hijo (José Sefami) y su nieto adolescente (Francisco Barreiro), hijo de éste, ausentes por más de diez años, aparecen de forma inesperada para crearles más confusión y penas.
Viejos los cerros…
No obstante, el tema del adulto mayor en el presente milenio arrancó antes con la comedia Ya no los hacen como antes (2001), de Fernando Pérez Gavilán, y La tregua (2002), de Alfonso Rosas Priego, protagonizadas ambas por Gonzalo Vega cuando tenía cincuenta y tantos años. En la primera, Vega y Silvia Pinal son dos viudos que se conocen y buscan una segunda oportunidad. La segunda, inspirada en la novela homónima del uruguayo Mario Benedetti, narra la relación sentimental entre un cincuentón viudo con tres hijos y una joven de veinticuatro años (Adriana Fonseca) que transformaba su vida rutinaria. Más tarde, El viaje de la Nonna (2007), de Sebastián Silva, fue una representación celebratoria y divertida de la vejez, protagonizada por esa gran actriz que es Ana Ofelia Murguía. Una familia tiene que armar una serie de engaños para proporcionarle a la anciana y olvidadiza Nonna sus últimos momentos de dicha dada su edad y senilidad: conocer el pueblito donde nació su marido italiano ya fallecido, en una Italia reconstruida en un foro fílmico.
La historia de No quiero dormir sola (2011), de Natalia Beristáin, tiene como punto de partida la experiencia personal de la realizadora, hija de los actores Arturo Beristáin y Julieta Egurrola, y nieta de Luis Beristáin y Dolores Beristáin. Los últimos años de su vida, Dolores vivió en el asilo de ancianos de la ANDA y tuvo muchos encuentros con su nieta Natalia. De aquellos recuerdos surge la historia de Amanda (Mariana Gajá) y Dolores (Adriana Roel, magnífica). Una joven promiscua y sin rumbo y su abuela Dolores, que vive en la inconsciencia de sus ochenta y tres años, entre las glorias de una vida pasada como célebre actriz, un alcoholismo creciente y un Alzheimer en marcha, en este elogio de la vejez.
En las cintas En el último trago (2012), de Jack Zagha, y Una última y nos vamos (2014), de Noé Santillán-López, aparecen otros divertidos retratos de la tercera edad. Emiliano (José Carlos Ruiz), Agustín (Luis Bayardo) y Benito (Eduardo Manzano), tres amigos octogenarios de toda la vida, emprenden la aventura de dirigirse a Dolores, Hidalgo, para entregar una servilleta en el Museo dedicado a José Alfredo Jiménez, ya que en ella se encuentra el borrador de una canción escrita, firmada y dedicada por el maestro José Alfredo a un amigo en común de aquellos: Pedro (Pedro Weber Chatanuga), quien antes de morir les pide que entreguen el preciado manuscrito, en una comedia agridulce y simpática atenta a los detalles cotidianos.
A su vez, con la participación de figuras como Héctor Bonilla, José Sefami, Hernán Mendoza, Silverio Palacios y otros, Una última y nos vamos mantiene el interés a partir de un concurso de canción ranchera en el que aparecen algunos adultos mayores y los sentimientos encontrados de los protagonistas, en un relato que incluye también canciones de José Alfredo Jiménez. El mismo Bonilla aporta un sensible retrato del anciano en 7:19 la hora del temblor (2015), de Jorge Michel Grau, en el papel de un velador a punto de jubilarse, atrapado en un edificio de gobierno junto con un funcionario corrupto que interpreta Demián Bichir, durante el fatídico terremoto de 1985. En cambio, desarrolla un personaje excesivamente fársico en la irregular comedia Un padre no tan padre (2016) y la secuela Una navidad no tan padre (2021), ambas de Raúl Martínez.
Más saben por viejos…
En ese mismo tono de farsa y comedia desatada se encuentra la representación extrema y de a ratos graciosa de la protagonista Susana Alexander en El cumple de la abuela (2013), La boda de la abuela (2018) y El testamento de la abuela (2020), dirigidas por Javier Colinas. En el extremo opuesto, Sueño en otro idioma (2015), de Ernesto Contreras, es un propositivo y emotivo acercamiento al tema de la amistad viril y el amor: un joven lingüista (Fernando Álvarez Rebell) descubre el origen de las rencillas entre dos ancianos de un pueblo apartado (José Manuel Poncelis y Eligio Meléndez), en una trama en la que se entrecruzan el pasado y el presente.
Asimismo, la premisa de Más sabe el diablo por viejo (2018), de Pepe Bojórquez, resulta atractiva y delirante. Teo (Oswaldo Benavides), un ingeniero químico frustrado cuya pasión es actuar, se encuentra sin trabajo ni techo. No obstante, para cubrir un casting en Bellas Artes sobre una puesta en escena de El rey Lear, se transforma colocándose una prótesis para semejar a un anciano y, aprovechando un error del Sindicato de Actores que trastoca su fecha de nacimiento de 1983 a 1938, se muda a la casa hogar de actores retirados. Ahí se enamora de la hermosa trabajadora social (Sandra Echeverría), acosada por el director del lugar, y cambia la actitud de sus compañeros, engañando a todos con su maquillaje. El filme rescata a veteranos notables como Ignacio López Tarso, Isela Vega, Lorena Velázquez, Patricio Castillo, y otros más: Tina Romero, Tara Parra o Roger Cudney, como antes lo hiciera Agustín Oso Tapia con Club Eutanasia (2003) con Rosita Quintana, Lorenzo de Rodas, Magda Guzmán, Héctor Gómez, Xavier López Chabelo, Sergio Corona y Eduardo Manzano.
Por su parte, el propio Patricio Castillo, Sergio Bustamante y Alejandro Suárez son tres amigos desde los años de la preparatoria y hoy adultos mayores que viajan a la playa, donde el primero intenta recuperar el amor de su juventud en la figura de Luz María Jerez, en la comedia sentimental Acapulco la vida va (2013), de Alfonso Serrano Maturino, escrita por el veterano Jorge Patiño. A su vez, muy sensible retrato el que consigue Concepción Márquez como una anciana viuda y solitaria que encuentra una nueva ilusión en Cría puercos (2018), de Ehécatl García, mientras En la estancia (2014), de Carlos Armella, se narra la historia de un pueblo abandonado y la estrecha relación entre los últimos habitantes: el anciano Jesús Vallejo (él mismo) y su hijo (Gilberto Barraza) y un documentalista (Waldo Facco) que llega a filmar sus vidas.
Gabriel Retes interpretó a extraordinarios personajes sesentones en La revolución y los artistas –al Dr. Atl– e Identidad tomada, ambas dirigidas por él mismo. También están las interpretaciones del excepcional José Carlos Ruiz en Almacenados y Tormentero pero, sobre todo, el caso de Isela Vega, que en este nuevo milenio catapultaría su filmografía con títulos como La ley de Herodes (1999), de Luis Estrada, como vieja matrona de un burdel, la gitana de Cobrador. In God We Trust (Paul Leduc, 2006), Fuera del cielo (Javier Patrón Fox, 2006) –una madre drogadicta–, Puños Rosas (2003) y Salvando al soldado Pérez (2008), ambas de Beto Gómez; Las horas contigo (2013) y Cindy la regia (2019), dirigidas por Catalina Aguilar Mastretta, o El Jeremías (2014) de Anwar Safa.
Por último, una serie de notables rarezas: Japón (2003), de Carlos Reygadas, y sus imágenes insólitas y crudas de un México profundo en el que un adulto desilusionado de la vida y dispuesto a suicidarse (Alejandro Ferretis) encuentra a una viuda octogenaria (Magdalena Flores), con la que inicia una serie de descarnados encuentros sexuales en un filme desgarrador. Martha (2011), de Marcelino Islas, es un filme extraño y sofocante, protagonizado por una espléndida Magda Vizcaíno como una mujer de setenta y cinco años que vive sola en un departamento de interés social y que un día decide ponerle fin a su vida al ser despedida de su trabajo en una compañía de seguros, para ser suplida por una computadora. El propio Islas realizaría La caridad (2016), sobre la fractura de una pareja madura: Verónica Langer y Jaime Garza, cuando él pierde una pierna y se refugia en fantasear sexualmente con la enfermera que lo atiende (Adriana Paz). Y Clases de Historia (2018) centrada en una madura profesora de secundaria a la que le diagnostican cáncer (la misma Langer) y decide negarse al tratamiento y seguir con su matrimonio frustrado y sus hijos distantes, hasta que entabla una estimulante relación con una alumna problema (Renata Vaca). Finalmente, El diablo entre las piernas (2019), con la que Arturo Ripstein cuenta otra de sus historias opresivas e intimistas para sumergirse en los deseos eróticos y fetiches sexuales de una pareja de la tercera edad en crisis: Alejandro Suárez y una espléndida y audaz Silvia Pasquel, en un relato despiadado e inclasificable.