Lo construyeron los agustinos como hospicio (casa de descanso) en el siglo XVIII, a fin de enclaustrar a los frailes que iban camino a las misiones de Oriente.
Después del largo viaje desde España tenían que recuperarse unos meses antes de dirigirse a Acapulco para empezar el azaroso periplo a tierras asiáticas.
Cuando lo dejaron los religiosos por las leyes de exclaustración, tuvo diversos usos, algunos lamentables, hasta que se convirtió en el Hotel Cortés, que seguro muchos recuerdan.
En su nueva vida como Museo Kaluz acaba de inaugurar la exposición temporal (Re)generando narrativas e imaginarios. Mujeres en diálogo. La curadora Karen Cordero Reiman, feminista y académica, busca que sea un punto de partida para interrogar y reimaginar la historia del arte, así como los futuros posibles de nuestra cultura y sociedad. Es también un esfuerzo por cuestionar y desmontar algunas de las relaciones jerárquicas implícitas en nuestra cultura.
Partió de la pregunta: ¿Dónde están las mujeres en las colecciones de arte en México?, e inició con una revisión de la propia Colección Kaluz, a la que sumaron acervos de otros museos, coleccionistas y artistas contemporáneas.
La exposición analiza cómo cambia la historia del arte a través de la mirada de las mujeres. Explica la curadora: Se cuestiona una visión racionalista, muy diacrónica, muy verbal de la historia del arte que expulsa el cuerpo y hay otras miradas, otros espacios y otras subjetividades
. También plantea que hay un cambio en la definición del arte porque las mujeres han hecho muchas cosas creativas que no han sido consideradas arte; podemos pensar, entre otras, en el bordado, el tejido y la costura.
En las diferentes salas aborda distintas perspectivas y busca diálogos entre obras del pasado y actuales, lo que permite apreciar una muestra riquísima del arte que han realizado las mujeres a lo largo de varios siglos, frecuentemente a contracorriente y en la invisibilidad.
Las 109 piezas que reúne la muestra de artistas de diferentes generaciones, procedencias y estilos nos llevan a reflexionar, desde sus miradas, la historia del arte. La exposición está conformada en tres secciones divididas en pequeños núcleos. Cuerpxs, se divide en mujeres mirando a mujeres
y encontrando/mirando a otrxs
; Entornos, se divide en entorno doméstico
, entorno natural
y entorno construido
.
Tenemos a pintoras de mediados del siglo XIX, como Guadalupe Carpio, que en un primoroso autorretrato se muestra pintando a su marido rodeada de sus hijos pequeños. Otra obra significativa es la de Josefa Sanromán, que se representa a sí misma pintando en una sala en compañía de otras jóvenes. Llama la atención Retrato de una dama, de Marie Louise Élisabeth Vigeé Lebrun, del siglo XVIII. Era muy inusual que una mujer le encargara a otra que la retratara.
De las artistas actuales tenemos obras impactantes como el performance de María Gimeno, en la que la artista española corta con un cuchillo las hojas de un libro de historia del arte y le introduce obras de mujeres, ausentes en la publicación. La colombiana Yohanna M. Roa interviene con bordados páginas de libros con la misma temática. Muy original la de la fotógrafa Carol Espíndola, que introduce su cuerpo desnudo en pinturas neoclásicas.
Un cuadro que me gustó de manera especial es el de María Izquierdo, con Tamayo como modelo, que muestra a la gran pintora mexicana –que fue pareja del oaxaqueño– sentada ante un lienzo, echada hacía adelante, con las piernas desplegadas y firmes. Sobre el caballete pinta a Tamayo que posa con las piernas cruzadas vestido con un traje azul. La autora es la mexicana Inda Sáenz Romero.
Hay mucho más que comentar, pero ya hace hambre. Lo bueno es que en la misma mansión del museo, con entrada por la calle, está la cantina Doña Julita –Hidalgo 85–. Muy bien ambientada nos lleva a las del siglo XIX. Carta pequeña, pero sustanciosa; para compartir: papas bravas, queso fundido y croquetas. Buena oferta de tacos y tortas y clásicos cantineros como las lentejas, albóndigas caseras y lengua rebozada. Hay cubilete y dominó.