La otra escena
Miguel Ángel Quemain
Máquina de captura, Primera prueba, escrita y dirigida por José Alberto Gallardo, es una puesta en crisis del capitalismo y sus esquizofrenias. La base de todo son los actores. Actores marioneta, objeto escénico, suma de estereotipos amasados sobre una geografía de cuerpos reconocibles-irreconocibles a partir de lo que son y parecen por su corpulencia, exigüidad, levedad, peso, color de piel; por las fronteras que marcan las corporalidades esquizoides de un sistema voraz que las ciencias de la nutrición le ponen al cuerpo que se pasa de su peso, o que vive con esa delgadez consecuencia de traer el hambre y la voracidad a cuestas para mantener en vilo su anorexia, es decir su vacío…
Cuerpo soldado, cuerpo arma, cuerpo flor, cuerpo cachondo que parece bastarse a sí mismo cuando lo sorprendemos tocarse, rascarse, frotarse, amasarse los órganos antenas mirando obscenamente al otro o por el rabillo del ojo porque lo tiene medido, calculado. Como buenos actores, pueden transitar sin necesidad de pauta porque la melodía la ha colocado el director con esos textos prestados, manoseados, reinterpretados, que ha convertido en una dramaturgia decidida a dejarlos sin personajes y trazarlos como borrador de una idea, como apunte corporal, emocional, sexual.
Como pasa en los sueños, Jose Alberto Gallardo, el autor, el director, el deseante, se reparte en su elenco de fantasías, en ese sueño que levita en la noche de sus cuerpos prestados que le permiten ser y parecer mujer, esa cosa masculina, niña y niño, colocado en el descaro que no ofende, que provoca, como si el director aceptara que la puesta en escena no
sólo es sueño sino deseo en un acto infantil que hace y deshace en los
cuerpos vivos de unos muñecos pirandelianokafkianos.
Un elenco intenso que a principios de este año es y se identifica como el Teatro de la brevedad, que se formó en 2008 y, en lo fundamental, consiste en imaginar el teatro, el escenario como un dispositivo de desmantelamiento de nuestra relación con elementos normalizados de nuestra cotidianidad.
En 2022 se reorganizó con nuevos miembros como grupo estable de investigación escénica y como una plataforma académica de producción y divulgación de los proyectos de sus miembros y colaboradores externos. En lo actoral está formado por Jacqueline Huitrón, Mayra Guerrrero, Mónica Gutiérrez, Bernardo Kasis, Daniel Mancilla, Daniel Alejandro Robles y Alejandro Rumat.
El cuerpo como banquete, objeto de devoración, como residuo y dolor atado a una silla de ruedas donde la precariedad del postrado tiene matices humorísticos; se diría un humor cruel, pero también involuntario por el contraste caricaturesco resultado de la tensión entre lo que consideramos normal y lo extraordinario.
El escenario no sólo es la plaza de la reflexión, de la filosofía, de la poética y el humor, también es un terreno orgiástico, sexogrupal y propositivo como el que Osvaldo Sánchez e Itzhel Razo elaboraron en Meditación, clasificado como Hard R, sobre todo por la inundación que venía de esa hermosa interioridad erotizada al modo de un géiser de la actriz/bailarina Razo.
También, como el elaborado con ese gran cómplice que es el músico y fotógrafo Rodrigo Castillo Filomarino, con Eco, donde Gallardo y Yansi Mendez Bautista (ahora en el diseño y la asesoría de movimiento) se trenzaron en un ying/yang que se prolonga, repite y prolifera en esta puesta en escena, donde lo primordial de la sexualidad son las posibilidades infinitas de los vínculos y el registro y develamiento de sus intenciones.
Estos cuerpos erotizados y musicalizados con las palabras todavía filosas y provocadoras de Deleuze y Guattari podrán disfrutarse y sufrirse el próximo miércoles 14 en el Teatro Varsovia (Varsovia 9, col. Juárez). Todavía hay posibilidad de ver este trabajo alucinante de gran belleza plástica gracias también a las intervenciones de César Moctezuma en la escenografía y la iluminación bajo la asesoría del gran gurú Gabriel Pascal y vestuario asesorado por Andrea Arrieta.
La voracidad y el hambre incluye la posibilidad de devorar a los propios hijos.