en forma indubitable tendencias disociadoras, toda vez que atacan la estructura del Estado o de una de sus instituciones, considerando la necesidad de su cambio por vías inaceptables. ¿Por qué una de las dictaduras más sanguinarias del continente se preocupaba por los planteamientos del historiador y sociólogo mexicano que se encontraba a más de 8 mil kilómetros de distancia? ¿Cómo un texto de riguroso análisis sobre el devenir económico y social latinoamericano podía ser una amenaza para los generales argentinos?
Más allá de la propia histeria anticomunista, dichos militares parecieron comprender uno de los objetivos principales de Pablo González Casanova al momento de realizar su actividad intelectual: no basta sólo con comprender la realidad, es imprescindible intentar cambiarla. Su compromiso con los movimientos sociales, con los procesos revolucionarios, no puede disociarse de sus esfuerzos rigurosos y críticos para analizar los problemas políticos, culturales y económicos. Por supuesto, el impacto de sus propuestas a lo largo del continente, han terminado por convertirse en un desafío para quienes buscan frenar los procesos democráticos.
La mirada latinoamericana de González Casanova comenzó a cimentarse desde sus primeros pasos en el ámbito académico. Paradójicamente, una de sus primeras publicaciones en El Colegio de México, donde estudió la maestría en historia, se concentró en la censura implementada por las autoridades coloniales españolas en América Latina. El doctorado, realizado en Francia junto a uno de los principales historiadores del momento, Fernand Braudel, de nuevo lo condujo a explorar las actividades relativas a la colonialidad del pensamiento, aunque esta vez desde la perspectiva de la sociología del conocimiento.
Las necesidades de repensar, desde el marxismo, aquellas categorías que explicaban las condiciones de subordinación del continente lo condujo a construir, con una rigurosidad estadística poco común en los años 60, el concepto de colonialismo interno. Se trataba de comprender cómo se articulaban dentro de nuestros países fuerzas que contribuían y aprovechaban en beneficio propio, las relaciones de dependencia. Como muchos de sus trabajos, se basaba también en el diálogo con otros investigadores y con actores del ámbito político. Distintas aproximaciones fueron puestas en discusión en espacios académicos en Brasil, Perú, Chile, México, entre otros países. Así, el resultado no fue una interpretación personal, sino un verdadero trabajo de crítica colectiva a través de América Latina.
El proceso de elaboración conceptual y reflexivo de Pablo González Casanova ha estado acompañado de la creación de instituciones que permitieran sostener en el tiempo estos esfuerzos intelectuales. En distintos momentos, estuvo vinculado al Centro Latino-Americano de Pesquisas em Ciências Sociais (Clapcs; Unesco), a la Asociación Latinoamericana de Sociología, a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), al Seminario Permanente sobre América Latina (Sepla), a editoriales como el Fondo de Cultura Económica o Siglo XXI, al Centro de Estudios Latinoamericanos Salvador Allende, entre otros organismos. Podríamos seguir enumerando; sin embargo, lo relevante es reconocer que su compromiso con la construcción de instituciones ha dotado de densidad a los intercambios analíticos que se requieren para enfrentar problemas que muchas veces superan los límites nacionales.
Este último aspecto permite comprender la amplitud temática de sus reflexiones, que han recorrido elementos tan diversos como la democracia, el militarismo, los movimientos de campesinos y obreros, la constitución de los estados y el desarrollo económico desigual. Estas problemáticas, centrales para comprender los desafíos que se enfrentan en América Latina, han formado parte de la trayectoria política de Pablo González. Por ejemplo, su apoyo a los movimientos antidictatoriales lo condujo a centrar sus análisis en el papel de la democracia en la región, o su colaboración con los exilios sudamericanos lo empujaron a repensar el militarismo. Así, como hemos planteado, sus prácticas políticas, sus trabajos teóricos y sus aportes desde el ámbito académico, han conformado parte de un mismo proceso.
Por ello no es casualidad que los estudiantes chilenos a fines de los años 60 lo retomaran para pensar la reforma universitaria, que sus libros fueran reditados en distintas partes del continente o que incluso la Dirección Federal de Seguridad siguiera sus actividades de apoyo a los movimientos revolucionarios en Cuba, en Centroamérica o en México. La trayectoria de Pablo González Casanova en América Latina ha permitido consolidar un pensamiento y una praxis política alternativa, que continúa alentando las luchas por un mundo distinto. Y esto, al igual que con los militares argentinos en los 70, constituye un desafío para los defensores del actual modelo neoliberal.
* Profesor investigador de El Colegio Mexiquense