Siempre que leo a Armando Alanís Pulido, creo advertir entre versos un warning

Biblioteca fantasma

Evelina Gil

La página infinita

 

Siempre que leo a Armando Alanís Pulido (Monterrey, 1969), creo advertir entre versos un warning: “Hay muchas formas que escribir y sentir la poesía. No existe tema ni cosa que le sea ajena.” Es lo que puede apreciarse cada vez que se topa uno, en cualquier rincón de la República Mexicana, y más allá, con uno de esos poemas o aforismos cargados de gracejo y sabiduría popular con los que los más insospechados espacios cobran sentido y forma, firmados por “Acción poética”, no otro que el propio Alanís.

Estamos, pues, ante un poeta para quien escribir libros no basta. Necesita escribir, también, su entorno, la vida; readaptar el mundo; trastocarlo en una infinita página a la medida de sus obsesiones y necesidades; volverlo un poquito mejor a través de estos amorosos recados que nos va dejando, para seguirle la pista. Autor de treinta libros, ganador de múltiples premios estatales, nacionales e internacionales, es de los pocos poetas publicados en una editorial de amplia circulación como Tusquets, con su libro Balacera (2016) donde, a través de la temática del narco, valida su visión humanística y ampliada de la poesía y del quehacer poético. Su más reciente libro, El tuétano de nuestros huesos (Vaso Roto, España, 2022), abraza un espectro de lo mexicano poco abordado en poesía o, en su defecto, estereotipado a fuerza de reiterarlo, y lo hace con esa deliciosa simplicidad de quien vive traduciendo la Babel de experiencias universales. A través del maíz y los mitos relacionados con él, traza cuidadosamente una especie de nuevo mapa de nuestra nación que, sin dejar de lado sus elementos connaturales, los renueva y renombra mediante un discurso que oscila entre lo ceremonial y lo coloquial. Su forma de honrar a sus antepasados y a sus influencias literarias está por completo arrancada de solemnes ropajes y no por ello deja de conmover, como su continua referencia a la persona y obra de Juan Rulfo: “Untado todo de desdicha y una luz en lugar del corazón./ Untado todo de desdicha y otro destino/ en lugar de la ficción que ahora desempeño./ Untado todo de desdicha, emocionado, destrozado, desigual.” (“El percutir de su corazón en palpitaciones desiguales”.)

Con ecos de Nicanor Parra y Ernesto Cardenal, así como de Eraclio Zepeda o Renato Leduc, la poesía de Alanís es asimismo un ejercicio político y una certera crítica social que resuena más compasiva que indignada, volcada en lo que se mira de soslayo. Imposible trazar un mapa de México sin involucrar sus tragedias cotidianas; sus delgados y correosos Odiseos que parecen nacidos con el sino del viajero por necesidad; la obligatoriedad de abandonar el calor del hogar en busca de mejores condiciones para su familia. Todo esto, sin embargo, se representa como parte de otros universos vinculantes, como de hecho se observa en la totalidad de la poesía de Alanís. El poema “La bestia” nos trae, como imagen señera, ese tren muchas veces asesino. Lo asocia con esa otra bestia que es la figura del presidente de Estados Unidos (un Trump o su arquetipo caricaturesco), y así se van barajando tantas otras bestias que nos devoran de múltiples maneras, sin que nos demos cuenta, babeando promesas y ternuras.

Se promete un homenaje a “la mujer”, pero tratándose de Alanís descartemos de antemano curvas y dóciles cabellos. Aquí no se celebra a la musa, sino a las poetas. “Oración para las vírgenes terrestres” es justo eso: oración, plegaria, canonización profana de mujeres, algunas en vida, que el poeta reconoce como influencias y a las que, incluso, atribuye milagros obrados sobre su propio estilo. Nos topamos, entre otras, con Rosario Castellanos, Enriqueta Ochoa, Elsa Cross, Elva Macías, Malva Flores… y para todas tiene un milagro que agradecer y un cirio que encender: “Santa Enriqueta:/ Libranos de envejecer traspasados por las urgencias./ Cuídanos de los violentos delirios del deseo./ Protégenos de los blandos desvaríos./ Ruega (escribe) por los de escasa libertad.”

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