Y siembra en tierra fértil quien oye la palabra con el corazón, quien entiende más allá de su razón, la recibe y comparte sus frutos para hacer vida a través de la comunidad y de esta tierra buena era Miguel Concha Malo. Don Miguel era sembrador y defensor de la vida en comunidad, quien al ser fraile dominico, imaginaba y accionaba para construir mundos más justos para quienes históricamente habían sido reprimidos, invisibilizados y violentados.
Él concebía la vida como aquella oportunidad para conseguir vivir en dignidad y colectividad a través del respeto, la empatía, la solidaridad y la alegría. Miguel Concha fue semilla, vida y lucha colectiva. Fue resistencia, democracia, paz y justicia social para los pueblos. Fue amistad, complicidad y alegría. Él, más que defensor de derechos humanos y director del Centro Vitoria, era amigo, cómplice, maestro de la academia y de la vida. Co-mo decíamos de cariño las juventudes del Centro Vitoria, Don Miguel era ese amigo con quien podías compartir tus ideas, tus miedos y tus alegrías. Era ese cómplice de lucha colectiva que sembraba y hacía caminos de vidas dignas ante los sistemas injustos que siempre combatía. Era maestro de la academia, en donde cada ponencia, cada lección, cada artículo compartía palabras y construía reflexiones colectivas. Sobre todo, era maestro de vida cuando te escuchaba y te abrazaba con la palabra, la mirada y la sonrisa, aún en los momentos menos afortunados.
Aunque nos dejó muchas preguntas, también nos dio muchas respuestas sobre la vida. Nos enseñó que hay que mantener la fe y la esperanza hasta el último aliento de la lucha. Mantener esa empatía y ese amor por la otra, otre y otro, aun en las diferencias abismales y convertir éstas en cercanía más que en distancia. Mantener la calma ante el caos y la incertidumbre en las luchas de largo aliento. Mantener el perdón hacia el errar de las y los demás, porque más que errar y perder es aprender. Mantener viva la alegría aún en el más profundo dolor. Y, especialmente, a confiar. A confiar en que las cosas pueden ser distintas. A confiar en que las diferencias nos unirán cada vez más para derrotar a nuestros Goliath. A confiar en la posibilidad de recuperar la vida en dignidad. A confiar en la posibilidad de construir otros horizontes, otros mundos posibles. A confiar en caminar en colectividad, humildad y espiritualidad.
Don Miguel, el sembrador, plantó y cosechó milpa durante su caminar en los derechos humanos, en su comunidad y vida. En cada siembra que pisó junto al camino, logró reavivar la llama de la justicia social y la esperanza. En los terrenos pedregosos que encontró, logró construir redes y resistencia para la paz en conjunto con las y los demás, incluso durante el peor temporal. Cuando con espinos se cruzó, los combatió con justiciay compartiendo voz, humildad, sencillez y solidaridad para quienes más lo necesitaban.
Y, cuando en tierra fértil se halló, acompañado en comunidad de grandes flores y corazones se encontró. La partida de nuestro estimado sembrador nos invita a continuar su legado de derechos humanos en la búsqueda por la justicia y la paz caminando siempre a lado de las víctimas. Nos incita a seguir construyendo resistencia haciendo milpa para lograr condiciones de vida digna y reconstruir la memoria, verdad y justicia. Nos recuerda que sin voz, no hay libertad; sin libertad, no hay justicia; y sin justicia, no hay paz ni democracia social. Desde el equipo del Centro de Derechos Humanos Fray Francisco de Vitoria OP AC, damos gracias a nuestro querido don Miguel por las enseñanzas, las reflexiones y los sentires compartidos con cada persona que cruzó, compartió y construyó camino durante su existencia. Como su Centro de personas jóvenes defensoras, honraremos sus luchas, trayectoria e ideales hasta conseguir su deseo de una vida digna para todas y todos.
En Memoria de Miguel Concha Malo
* Directora del Centro Vitoria