Pier Paolo Pasolini
Premios: 1 Festival de Cannes (más 1 premios) Ver más
Pier Paolo Pasolini nació en Bolonia en 1922, su padre Carlo Alberto era teniente del ejército, su madre Susanna maestra de escuela. Tuvo un hermano menor, Guidalberto, también muerto prematuramente, durante la Segunda Guerra Mundial, en una emboscada de los partisanos.
Ya de pequeño le encantaba la literatura, y sus primeras publicaciones de poemas datan de 1939, mientras estudiaba en la Universidad de Bolonia. Su formación coincide con un momento convulso en la historia mundial, con el auge del fascismo y el estallido de la guerra, tiempos en que mantiene sus inquietudes intelectuales y literarias. Conocido por su homosexualidad, en política acabó inclinándose hacia el marxismo y el comunismo, aunque de un modo muy heterodoxo. En cualquier caso era un inconformista muy crítico con el orden establecido.
Los primeros pasos en el cine datan de 1954, cuando participa en la escritura del guión de La chica del río; luego siguen otros libretos, como el de Las noches de Cabiria de Federico Fellini. Llega así en 1961 al debut en la dirección, con postulados próximos al neorrealismo pero con un sello personal que anunciaba un nuevo cine italiano: Accattone ofrecía mirada a la marginalidad que protagoniza uno de sus actores fetiche, Franco Citti. En trabajos posteriores tiene actores de prestigio como Anna Magnani en su mirada a la maternidad en Mamma Roma (1962), y Totò en Pajaritos y pajarracos (1966). Debido a sus ideas, sorprendió con El evangelio según San Mateo (1964), que aborda la vida de Jesús usando la literalidad de las palabras de la Sagrada Escritura, con un tono sobrio y gran respeto, y optando por actores de aspecto popular.
Por dos ocasiones toma textos clásicos griegos para adaptarlos a la pantalla, Edipo Rey (1967) y Medea (1969), esta última protagonizada por Maria Callas. La década de los 70 supone un cambio, también estilístico, que se nota en la llamada Trilogía de la Vida, compuesta por El Decamerón (1971), Los cuentos de Canterbury (1972) y Las mil y una noches (1974), y sobre todo por la cinta que cierra su filmografía, Saló o los 120 días de Sodoma (1975), inspirada en el marqués de Sade, y que escandaliza por la crudeza de sus imágenes quasi-pornográficas.
Su trágico asesinato rodeado de detalles morbosos –una paliza brutal, atropello, la quema de su cadáver, a lo que se sumó la confesión del culpable, su condena y su retractación posterior–, contribuyó a alimentar las teorías de las conspiración, concediéndole un aura de cineasta maldito y controvertido, aunque de talento artístico innegable.