Una borrachera de ángeles: La narrativa de Patricia Laurent Kullick (1962-2022)

Una borrachera de ángeles: La narrativa de Patricia Laurent Kullick (1962-2022)

Evelina Gil

 

Para Lorena San Millán

 

La más sorprendida de que llamaran escritora a Patricia Laurent Kullick (Tamaulipas, 1962, Playa del Carmen, 2022) era la propia Patricia. Era como si la escritura la atosigara… como Santiago a la heroína de su novela, El camino de Santiago (Era, 2003, Tusquets, 2015). Vamos, ¿cuántos se acercan a la literatura, ya no digamos a la escritura, siendo una entre quince hermanos, amontonados en dos cuartitos, en medio de una colonia marginal sin pavimentar como era la Paraíso en el Monterrey de los años setenta, experiencia narrada a manera de relato fantástico en su novela breve La Giganta (Tusquets, 2015)? Me remite a la narradora de su bello cuento “Donovan en el 68”, incluido en sus dos libros de cuentos, Esa y otras ciudades (Fondo Editorial Tierra Adentro, 1991) e Infancia y otros horrores (Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León, col. Árido reino, 1991): “Donovan, en cambio, un año antes que Dios, provocó en mi cuaderno de óvalos mis primeras letras. No quiero decir que Donovan fuera como Dios. El decir o escribir Donovan no es sinónimo de lluvia en septiembre.” Contaba con un libro completo antes de cumplir catorce, empezó a escribir antes de adquirir el hábito de la lectura. Resulta difícil de creer que alguien que nunca dejó de reconocerse mala lectora y muy floja para escribir realizara una obra sencillamente genial como El camino del Santiago, sobre la que ha dicho la crítica croata Diana Palaversich: “Desconstruye cínicamente el guión amoroso socialmente condicionado y repetido tantas veces hasta volverse absurdo […] al rechazar toda noción de una identidad especial y estable de la mujer, Laurent constata […] que todas las identidades son performativas y en buena medida farsantes.” Tal comentario es útil, además,para hacernos una idea de la autora en lo personal: “Siempre me ando metiendo en pedos mesiánicos, servicios comunitarios, curación, rituales de fuego y peyote, presentaciones y compromisos literarios de hueva absoluta que luego me causan depresión.” Esta era Patricia Laurent-Kullick, una auténtica “psys” como los de su cuento “Las vacaciones de Furgano”, sensibles al roce de los ángeles y por lo mismo, susceptibles a su locura.

Elige la carrera más distanciada de las letras que pueda uno concebir: ingeniería. Para entonces su afición por la escritura parecía haberse evaporado, junto con sus primeros cuadernos de óvalos, para resurgir impetuosamente al cumplir veintiuno, no gracias a la lectura de algún libro trascendente, sino a unos mimos actuando en un café. Apenas limpió sus lágrimas, que eran de risa, también de pena, corrió en busca de un nuevo cuaderno. El trayecto que hubo de recorrer El camino… para ser publicado en editorial ERA, sería tema de otra novela: gana un certamen local, el Nuevo León de Literatura 1999 y la publica el Fondo Estatal de la Cultura y las Artes de Nuevo León, en una muy decorosa edición. Al ser una edición local, sin embargo, pocos tuvimos la fortuna de descubrirla en su momento, en mi caso, gracias a una gentileza de Eduardo Antonio Parra. Cae en manos de un traductor canadiense llamado Geoff Hargraves, quien la obtiene a través de un amigo que ni siquiera conoce personalmente a su autora, pero que se enamoró, como tantos, de su prosa tan poco terrenal; como la propia Patricia, que aseguraba hacerle mucho caso a sus sueños. Hargraves la traduce al inglés y despierta el interés de cuatro editoriales. La coloca finalmente en la editorial londinense Peter Owen. Con todo, aseguraba Patricia estar muy preocupada porque un tarotista le dijo que no sería reconocida en México sino hasta dentro de veinte años. Esto me lo dijo hace quince.
Una segunda lectura de El camino de Santiago me deja la sensación de una autobiografía en clave. Como Patricia, la protagonista estudia ingeniería y un buen día opta por perderse en el mundo, concretamente en Europa, y topa con circunstancias para nada ajenas a la vida de cualquier mujer pero que en su caso se manifiestan con pirotecnia de hiperrealidad. La protagonista, que omite su nombre, vive inmersa en el rechazo que inspira a unos y la fascinación que despierta en otros; los que miran más allá de los diamantes o de las ronchas repulsivas. Su debatirse entre la parte masculina de su ser, Santiago, y la femenina, Mina, mucho más escurridiza, la lleva, siendo niña, a obsequiar sus primeras sensaciones eróticas a un paletero que la intercepta de camino a la escuela. En su análisis sobre la obra cuentística de Patricia en el libro Ocho ensayos sobre narrativa femenina de Nuevo León, Hugo Valdés hace hincapié en la inusual confabulación de lo fantástico con la introspección y el irrefrenable impulso de violentar la estructura misma del texto.
Patricia Laurent Kullick inició hace años su fase de escapatoria del mundo al lado de su hija en la Riviera Maya, para finalmente perderse el puro Día de Muertos, empeñada en alcanzar sitio en los altares donde sus amigos le ofrendaban todo lo que en esta vida le estaba prohibido.

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