Más allá del mito: Ava Gardner y su paso por México
Blanca Athié
Ava Gardner
Este artículo reflexiona en torno a la mítica actriz estadunidense Ava Gardner, su vínculo profesional con México y su rostro, indiscutiblemente uno de los más recordados y perfectos del cine. Nacida en la víspera de Navidad de 1922 y fallecida a finales de enero de 1990, Gardner es una de las figuras más rutilantes de la época de oro hollywoodense, y tanto su belleza como su talento son, sin exagerar un ápice, parte esencial de ese esplendor.
El de Ava Gardner pudo ser el rostro más bello del mundo, aunque un epíteto machista llegó a calificar toda su vida: “el animal más bello del mundo”, expresión que ella dijo odiar siempre pues, lejos de la imagen de “devoradora de hombres”, Ava Gardner fue una mujer muy adelantada a su época, no sólo por la libertad evidente de la que hizo su gran proyecto de vida, sino porque son poco difundidos los datos que nos permiten recordarla como un gran ser humano, inteligente, mujer también de letras, de convicciones políticas, gran amiga, mujer de mujeres, y la gran actriz en que se fue convirtiendo y que en Puerto Vallarta llegó a dar la mejor actuación de su vida.
El mito
Del mito de Ava Gardner ya se dijo todo: su hambre de libertad o su libertad embriagante, su relación fatídica con los hombres de su vida: Mickey Rooney, Artie Shaw, Howard Hughes, Frank Sinatra, Luis Miguel Dominguín, Rafael, Walter Chiari y otra vez Sinatra.
Ava Gardner vivió una vida de paradojas más que de contradicciones: nunca se sintió tan libre como en España, pero ¡la España franquista!; de México no esperaba mucho y aquí dio la mejor actuación de su vida; nunca ambicionó ser una gran actriz pero, según su gran amigo Gregory Peck, Ava llegó a ser la mejor actriz de su generación, si de crecimiento histriónico se habla; todo lo que debía pagar en impuestos a la España franquista se lo daba a los meseros en propinas altamente generosas; fue la actriz más fiestera, pero la mujer más tímida del mundo; disfrutaba su sexualidad, pero no soportaba la idea de exhibir su cuerpo ante una cámara: nunca lo hizo; y no fue la reina Isabel, pero también amaba a su corgi galés, sus más fiel compañero que la acompañó hasta el último día de su existencia.
Revolucionaria y mujer adelantada a su época
En sus memorias, Ava siempre se identificó como una mujer tímida (por eso tomaba, para perder esa timidez) y como una mujer con valores propios de una familia religiosa de Carolina del Norte. De hecho sólo tenía dos posibilidades: ser secretaria o dedicarse al góspel. A lo mejor, si no se hubiera dedicado al cine, se hubiera cruzado en algún coro con la gran Nina Simone, originaria también de ese poblado, y hasta un dueto hubieran hecho.
De la mujer de izquierda y consciente de las injusticias sociales y raciales basta repasar la siguiente estampa:
Recuerdo, por ejemplo, una noche en 1944. Estaba con Artie y su orquesta en San Diego donde iban a dar un concierto. El público estaba abarrotado en la sala, esperando, pero, por algún motivo, Roy Eldridge, su maravilloso trompetista negro, no apareció. […] No le habían dejado entrar en el edificio. Le habían dicho: ‘¿Un maldito negro tocando en una orquesta de blancos? Cuéntanos otra. Vete de aquí, si no quieres saber lo que es bueno.’ Artie […] se puso hecho un volcán. El resultado: a Roy Eldridge le permitieron entrar al teatro […] Roy de pie soplando con toda su alma, con las lágrimas corriéndole por la cara. Fue un momento conmovedor. Yo lloré con él.
Nunca fue rival de las exesposas de sus maridos. Prueba de ello fue la gran amistad y la admiración que sentía por Lana Turner, exesposa de Artie Shaw. Su gran sensibilidad nunca la abandonó. Siempre quiso ser madre. Cuando rodaba Mogambo quedó embarazada de Sinatra, pero decidió abortar por no sentirse preparada. Y aunque no fue madre, siempre fue una mujer amante de las infancias. Rodeada de las mismas. Fotografiada con ellas. (Ava era conocida por no dejarse fotografiar, así que las fotos que se han socializado son en donde ella quería reflejar su verdadero espíritu.) Se cuenta que en Cuba amadrinó a niñas y niños. Y hablando de Cuba, se sabe que conoció a Fidel Castro y, mientras Sinatra era declarado non grato en la Isla por su relación con Pablo Escobar, ella en cambio era una estampa eterna en Cuba. De hecho, el país socialista llegó a sacar un sello postal con su rostro “cubanizado” (si se me permite esa expresión). Era la Ava de Hemingway, pero también la Ava de Castro, a quien vinculaban como su amante. La verdad es que Ava sólo era la Ava de ella misma, y como prueba irrefutable está su propia vida.
Ava Gardner y su relación con escritores
Ava se hizo célebre por buscar relaciones afectivas con músicos y toreros, pero fue con los escritores con quienes más feliz y valorada se sentía. No sólo su muy conocida relación con Hemingway y el muy erudito Robert Graves pues Ava, como la misma Marilyn Monroe, leía literatura, como muestra el siguiente fragmento de una entrevista que le realizó Rex Reed: “Me gustan los escritores. Henry Miller me envía libros para que me cultive […] No soy una intelectual, aunque cuando estuve casada con Artie Shaw hice muchos cursos en la universidad de Los Ángeles. Y saqué las notas más altas en psicología y literatura.”
Atlas mexicano de Ava Gardner: encuentros, desencuentros y su mejor actuación
Primero hay que señalar que Ava era una mujer de principios incorruptibles. No se crea que accedió al primer flirteo de Frank Sinatra, a quien conoció a sus diecinueve años, cuando aún estaba casada con Mickey Rooney. Lo de Sinatra y ella se materializó después de muchas infidelidades de Sinatra a Nancy, cuando el matrimonio de este último ya estaba más que terminado. No fue nada feliz en Acapulco, cuando la prensa acosó a la pareja emblemática después de casarse, el 7 de noviembre de 1951. Incluso Sinatra golpeó a un periodista que no dejaba de acosarlos y a ella llamarla “robamaridos”, y ese fue el primero de muchos desencuentros con la prensa, un divorcio inminente desde entonces, pues Ava nunca más se dejó fotografiar y siempre culpó a la prensa del mito sexual que se había construido injustamente sobre ella.
Pero a Acapulco volvió varias veces. Marco Antonio Morlett Sutter, pionero del esquí acuático que le dio fama internacional a Acapulco, llegó a ser maestro de la actriz. La recuerda como una mujer muy generosa, siempre feliz y agradecida cuando se topaba con calidez hospitalaria como la de Morlett Sutter, quien quedó impresionado por su belleza. Ava también hizo muy buena amistad con la esposa de Sutter. Producto de ese intercambio generoso es un crucifijo y dos medallas de oro correspondientes a San Antonio de Padua y la Virgen de Guadalupe que Ava le dio en agradecimiento a su mentor.
Otra de las ciudades eternas de Ava es Morelia, donde estuvo para filmar, en 1957, Ahora brilla el sol, una adaptación literaria de Fiesta, de Hemingway, bajo la dirección de Henry King. Anais García Hernández era una niña cuando conoció a Ava, y cuenta que el motivo de filmar en México fue que en España no había árboles verdes por cambio de estación y en Morelia sí; además, el parecido arquitectónico era notable y la plaza de toros Monumental de Morelia era muy parecida a la de España. Las locaciones fueron el Hotel Virrey de Mendoza, que se ubica en el Portal Matamoros, el Templo de las Rosas, el Jardín de las Rosas, así como calles del centro histórico y, por supuesto, la plaza de toros. La antigua Valladolid era perfecta para hacerla pasar por la España brava de Hemingway. Anais García cuenta:
Mi Abuelo Ramón Hernández Figueroa, que tenía el grado de Teniente Coronel y Músico egresado del Conservatorio de la Ciudad de México, director de la Banda de Metales del Estado, fue contratado para dirigir la música en la plaza de toros, ahí se ve en la película, mi mamá Frances Rosary Hernández Navarro […] trabajó como extra en la película, ella era bailarina de ballet y estudiaba en Bellas Artes, por eso tuvo la oportunidad de trabajar y conocer a Ava Gardner. Dice mi mamá que era una mujer muy hermosa y excelente actriz, así como amable y cálida, y se cuidaba bien de que no la fotografiaran usando el periódico para taparse.
En Puerto Vallarta, hasta una avenida entera en Mismaloya lleva su nombre. Muchos de los directores con quienes trabajó la llegaron a maltratar constantemente. Ava aprendió a ser selectiva y no dejarse maltratar por directores alfa. Llegó a decir que sufrió mucho durante el rodaje de La condesa descalza, y que de ahí en adelante sólo ponía su alma en Huston. Justamente bajo las órdenes de éste llegó a la que se considera su mejor actuación: La noche de la iguana, donde fue nominada por mejor actuación extranjera a un premio BAFTA.
Se cuenta también que el mismo Tennessee Williams tenía una iguana a la que bautizó como Ava porque él mismo solía emborracharla. También la supuesta rivalidad entre Ava y Liz Taylor es cuestionada, ya que la propia Liz cuenta que, después de un intercambio ruidoso de palabras, le mostró una cicatriz, producto de una operación, por lo que Ava se sintió apenada y, en compensación, se regresaba todos los días de las locaciones al hotel en esquí y no en lancha, como el resto de los actores.
El final de una mujer sin fin
El 25 de enero de 1990 una lluvia rara azotó Londres. Era como si el cielo se estuviera despidiendo de ella; una tormenta furiosa con momentos de calma. Esta mezcla de tierna furia llego a caracterizar a una Ava plena de humor. Cuando murió, a petición expresamente suya, su cuerpo fue trasladado a Smithfield, Carolina del Norte, y enterrada en la parcela de la familia Gardner. Regresó a su origen y a su elemento: la tierra. Siempre dijo que sólo quería trabajar, sentirse útil y, más que diosa de barro, fue una mujer con los pies bien puestos en la tierra. En donde esté ahora, que la tierra le siga siendo leve.