Cristian Lagunas, suma el Mauricio Achar, en su octava edición, por «El lado izquierdo del sol» 

Biblioteca fantasma

Evelina Gil

El triunfo de la belleza

 

Cumplió veintiocho años a finales de 2022, y a una hilada de premios, el prodigioso niño Cristian Lagunas (Metepec, 1994) suma el Mauricio Achar, en su octava edición, gracias a la novela titulada El lado izquierdo del sol, que explora el misterio del gran Yukio Mishima y será, no lo duden, de los grandes acontecimientos literarios de 2023. Cristian goza ya de prestigio en el ámbito literario y su más reciente publicación, Encuéntrame afuera (Fondo Editorial Tierra Adentro, Gobierno de Colima, 2022) fue acreedora al Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2020, y se le ha citado como uno de los mejores libros del año pasado.

La de Cristian es una de las prosas más preciosas (perdón por no recurrir a un terminajo protocolario de la crítica que se toma demasiado en serio) que he tenido fortuna de conocer, no ya en años recientes, desde siempre. A su potencial estético habría que sumarle una apabullante agilidad narrativa donde los múltiples recursos poéticos, lejos de escatimarle operatividad, la intensifican y expanden. Cristian sobrepasa por mucho el “promedio” de los mejores exponentes literarios de su generación que, seamos justos, es tierna aún, y no todos los genios se revelan a la primera… que sí es el caso del joven que nos ocupa. Como buen millenial, interesado en sucesos que trascienden fronteras, entre sus grandes influencias resaltan autores extranjeros, de los cuales destacaría al mismísimo Mishima. Los relatos reunidos en Encuéntrame afuera conforman una infinita variedad de universos, circunstancias, fenotipos, perfiles psicológicos, escenarios, algunos de los cuales, como en el caso de “Historia de la madera”, que comienza con un anciano vacilante al pie de un paso a desnivel en una colonia popular de Ciudad de México, para luego trasladarnos a un Japón nevado donde un carpintero sueña con construir un gran puente, colisionan, por así decir, a través de una belleza que trasciende la forma narrativa para instalarse en los claroscuros que albergan estos arrebatadores y muy logrados personajes.

A diferencia de Mishima, sin embargo, Cristian no logra, o rehúye, quizá, la brutalidad radical en la naturaleza de determinados personajes, o en las confrontaciones entre opuestos. Se la da mejor la cualidad empática, como en el relato que abre este volumen, “Parques lineales”, ambientado en Montreal y, no obstante, el más “mishimiano” de este universo, donde lo que atormenta al joven protagonista, que en cierta forma retiñe a los hermosos y retorcidos muchachos del autor nipón, reverbera entre líneas hasta la perturbación y la zozobra. La belleza en todas sus acepciones, ese elemento que la mayoría de los narradores latinoamericanos suelen, cuando no menospreciar, desconocer como parte de su panorama o de su percepción sensorial y existencial, nos asetea en estos textos. Ese tipo de belleza que vinculamos con el amor (otra palabra maldita, aquí rehabilitada) y que, pese a la juventud de su autor, y la insistencia de sus coetáneos por vincular a situaciones patológicas o discriminatorias, recupera sin el mínimo recato. “No regreses a Tucsón”, que pudiera resumirse como la historia de amor entre una antigua pareja de lesbianas que se verá amenazada, de pronto, por una presencia del pasado, me hizo pensar en las tensas y exquisitas manufacturas de Alice Munro, donde la incertidumbre y el suspense se retuercen hasta la laceración, al tiempo que la posibilidad de que la inicial perfección colapse, sume al lector en una tristeza que no alcanza a explicarse racionalmente.

El título que engloba estos seis relatos largos dista de ser casual. En cada uno hay una presencia fantasmal que, pese a nunca materializarse, carnalizarse, es la gran detonadora de actos y consecuencias entre quienes habitan estos mundos de pretendida perfección pero que, desde las primeras líneas, ingresan en un estadío de precario equilibrio.

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