La otra escena
Miguel Ángel Quemain
En la entrega anterior tracé algunas asociaciones en torno a una de las figuras más importantes de la crítica de danza contemporánea y del periodismo cultural dedicado a las artes escenicas: Alberto Dallal. Quien no lo sepa todavía, Dallal es investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas. Ha escrito diecisiete libros sobre la danza y ha dirigido un número significativo de tesis acade?micas de licenciatura, maestri?a y doctorado.
Este año Danza UNAM le entregó el Reconocimiento 2022. Es una distinción que se le da a personas “con larga trayectoria en la danza nacional y cuya labor haya logrado impulsar el desarrollo de esta disciplina desde distintos ámbitos de nuestro contexto cultural”.
El reconocimiento es resultado de una convocatoria “abierta, en la que diversas instituciones, organizaciones o individuos postulan a una figura trascendente para la danza” mexicana. Se postula a un participante en cualquiera de los órdenes de esta profesión, desde la producción hasta la ejecución, la docencia y la investigación.
El Comité de Selección estuvo conformado por Cecilia Appleton, Irene Martínez, Ricardo Rubio, Marcela Sánchez Mota y Diego Vázquez, quienes decidieron, por mayoría de votos, no de manera unánime, otorgar el Reconocimiento Danza UNAM 2022 a Alberto Dallal (como si necesitara ser votado). Una distinción que por primera vez recibe un periodista cultural y un crítico de danza (un crítico de las artes es un periodista cultural).
Todos ellos bailarines y maestros de danza, coreografos y parte de compañías que fueron emergentes y que la constancia y la permanencia les han dado un lugar que les permite evaluar hoy a una figura que los valoró ayer.
No hay en el jurado algún periodista cultural profesional, como Rosario Manzanos, Juan Hernández Islas, Gustavo Emilio Rosales o Patricia Cardona; un editor como Jaime Chabaud, tampoco algún investigador como Miriam Huberman o Margarita Tortajada. Sería un reconocimiento importante a quienes han empeñado tanto de su vida a fortalecer las ideas en torno a la danza contemporánea mexicana.
Figuras como Dallal también extienden sus valoraciones a través de sus propios alumnos al elaborar una tesis o algún trabajo de investigación. Esas maneras indirectas que le permiten a los académicos y los editores valorar expresiones que consideran importantes. En términos de la difusión, valdría la pena seguir los pasos de Juan Meliá en Teatro UNAM, que ha desarrollado estrategias para construir un espectador participativo y exigente, y ha propiciado el pensamiento crítico entre estudiantes, investigadores y público a través del ejercicio interpretativo de las obras. He presenciado el desarrollo de periodistas y críticos de la danza que han logrado los más altos niveles de documentación e interpretación de la danza contemporánea mexicana, como Patricia Cardona, que hizo del periodismo cultural, entendido como la práctica del reporteo y la entrevista, una combinación muy afortunada con la investigación, la critica y el ensayo. La lectura de los años ochenta y noventa sería ilegible sin su trabajo.
Rosario Manzanos, quien ya cumple treinta años de dedicarse a ejercer el periodismo más exigente y de largo aliento, tuvo un lugar primordial en el semanario Proceso, donde su editor, Armando Ponce, propició una práctica singular en su ejercicio trenzando la interpretación, la crítica con un trabajo de reporteo de primer orden que merecería una edición rigurosa de sus trabajos en un libro, pues son una memoria necesaria de la danza mexicana.
Uno más, el esforzado trabajo, sin recompensas suficientes, de Gustavo Emilio Rosales, quien ha sido un editor en papel y en digital de un periodismo riguroso dedicado a la danza. El reconocimiento a Alberto Dallal hace visibles todos estos esfuerzos que no podemos permitir que queden exentos de nuestra gratitud como espectadores y lectores.