La Facultad de Psicología tiene un origen que no es en el Colegio de Psicología, el cual surgió después de los episodios de 1968, en un clima políticamente muy complicado. En esas épocas, me permití escribir lo siguiente: “La dirección del Colegio de Psicología que encabecé se inició en el año de 1969, cuando los universitarios nos dedicábamos a lavar la sangre del campo universitario, a recoger los muertos de Tlatelolco, a ir a visitar a maestros y alumnos al viejo penal de Lecumberri. Época depresiva que no creaba el sol, sino que en él creía.
“Cuando los universitarios nos sentíamos condenados a la muerte nos complacíamos en vivir sin alejarnos. Corría un aire de fuga. Imperaba la discordia. Eran momentos de afán clasista, de fría erudición. Existía una íntima nostalgia de remoto lugar. No eran, quizá, las implicaciones románticas que tan efectivamente díscolas aparentan su turbulencia.
“Sí, el colegio nace del movimiento universitario de 1968 entre soldados, ametralladoras, sirenas, policías, crisis económicas y políticas, en una universidad fuertemente politizada. Hija de corrientes filosóficas como el tomismo, que encabezaban don Oswaldo Robles y José Luis Curiel vs. el psicoanálisis que llevaban en el antiguo departamento de psicología Guillermo Dávila, Fernando Cesarman y Santiago Ramírez, la fisiología neurológica de Alfonso Escobar y Alberto Cuevas y, en medio de ese caos, Rogelio Díaz Guerrero con las pruebas psicológicas y la medición estadística. La educación superior en México atravesaba por un momento difícil y la enseñanza de la psicología se proyectaba hacia el futuro con fuerza.
“Era un momento que exigía el alejamiento del dogmatismo teórico, la búsqueda permanente de apertura y un planteamiento constante de interrogantes. Concretamos una serie de esfuerzos por reivindicar la pluralidad y la diversidad interna de la disciplina psicológica. Ejemplo de esto es la importancia que dimos a una férrea participación académica y política en el campo de la enseñanza de la psicología dentro de la UNAM.
“Defendimos la pluralidad y la diversidad para que se tradujera en un nuevo proyecto de formación para los psicólogos en un escenario donde el entonces Colegio de Psicología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM estaba a punto de independizarse.
“Era para mí crítico como director del Colegio de Psicología en 1969 la defensa de esta pluralidad y la sensibilidad política para reconocer el papel que los psicólogos desempeñaban con relación a otros profesionales cercanos a ellos, y quienes participaban de modo activo en su formación, como fueron los filósofos, pedagogos, abogados, comunicólogos, médicos, psiquiatras y psicoanalistas.
“Quise, y quisimos, imaginar un escenario distinto para la formación del psicólogo en México dadas las circunstancias en las cuales se encontraba el Colegio de Psicología cuando asumí la dirección en 1969. Pensábamos que al entrar en contacto con la diversidad teórico-metodológica los psicólogos en formación iban a lograr encontrar su tan anhelada identidad profesional.
“Este planteamiento, creo, fue un elemento importante que se puso en juego cuando la psicología finalmente logra su autonomía académico-administrativa de la Facultad de Filosofía, y cuando varios de nuestros grupos buscaban posicionar a la psicología como disciplina científica.
“El cambio fue paulatino; antes de mi ascenso a la Dirección del Colegio de Psicología, en 1969, Santiago Ramírez había logrado un nivel de organización al establecer la licenciatura, la maestría y el doctorado, a lo que yo continué con la creación de los departamentos de psicología clínica, social y experimental, así como los de industrial y psico-fisiología.
“Había en aquellos años mucho por hacer para fortalecer un proyecto de formación sólida que favoreciera el afianzamiento de la identidad del psicólogo e instituir una amplia y capacitada planta docente para dar cobertura al crecimiento vertiginoso que presentaba la población estudiantil en psicología, la cual pasó rápidamente de 200 a 2 mil alumnos.
“Fue una época en la que aceptamos la diversidad al tiempo que intentamos dar cuenta de la forma en que ella impactaba el devenir institucional de la psicología. Considerando esa diversidad, se materializó la búsqueda de la identidad del psicólogo en una época políticamente complicada dentro de la universidad nacional. Nos enfrentábamos a una serie de problemas con diversos matices, tanto académicos como políticos, muy relacionados entre sí.
“Distintas tendencias de pensamiento social cobraron fuerza en la universidad, convirtiéndose en factor determinante de la relación con aquella época. En esas circunstancias, los jóvenes del Colegio de Psicología desplegaron una gran actividad, se conformaron diversos grupos que muy pronto ganaron presencia, tanto en el plano académico como en el político, donde fue crítico prefigurar escenarios para la transición de los años 60 a los 70.
Con los años, el Colegio de Psicología se vuelve un doble de la Facultad de Psicología. Así, en términos de Sigmund Freud, cuando uno se pierde sorprendido por la niebla en una montaña boscosa, y pese a todos sus esfuerzos por encontrar un camino marcado o conocido, vuelve varias veces al mismo lugar caracterizado por un aspecto determinado. O cuando se yerra en una habitación oscura buscando la puerta o el interruptor de la luz y se tropieza varias veces con un mismo mueble. Está en discusión si el fenómeno del doble es válido en las instituciones. En el caso de la psicología se repite la relación de doble entre el Colegio de Psicología y la Facultad de Psicología.
(Ver Los mejores psicólogos del mundo, editorial Trillas, capítulo 7.)