Omara Portuondo se despide cantando
Ciudad de México.
Omara Portuondo, La novia del filin, La Señorita, La dama del Buena Vista Social Club dijo adiós como le gusta: cantando. Bueno, ha dicho que quiere irse así, incluso cuando ya no esté físicamente.
El bolero, esa canción que tanto en Cuba como en México quiere que sea un patrimonio intangible ante la Unesco, brilló por el arte de Omara, de 92 años, que con su sentimiento, exhibió la voz como de una de 29 años.
Con una trayectoria de más de setenta años, la intérprete cautivó con arreglos finos Vida, su actual gira mundial de despedida.
La novia del filin apareció y el público se levantó. Con caminar lerdo llegó a una silla que colocaron para su presentación.
Un piano, un bajo, una batería y unas percusiones abrazaron su nítido cantar.
Omara regaló un compendio, una gran selección de las canciones más icónicas de su larga carrera.
Su vibrante voz acompañada de sus letras llegaron al corazón, que latió con mucho sabor.
El quinto instrumento de La dama del Buena Vista Social Club fue el aplauso y también los coros del respetable, que cantó piezas como Solamente una vez, Quizás, Delirio, Palabras.
“Te amo…”, le gritaron del público. Y sólo un momento después se escuchó el cha, cha, cha.
La diva cubana tiene una trayectoria artística de siete décadas.
Siete décadas de recorrer escenarios de todo tipo, en todas las latitudes, fueron mostrados en el recinto de Donceles, en el Centro Histórico.
Omara hizo el foro suyo. Entregó cada partícula de su imponente figura con una voz que acalambró los huesos y cautivó con piezas jazzeadas y sazonadas con rumba y mucho candor, que a ella le sobró.
Tras cinco canciones, Omara se tomó un descanso. De igual forma, la ayudaron a llegar a tras bambalinas.
Los “te quiero Omara” no faltaron. En tanto, la banda regaló un track instrumental de latinjazz bárbaro.
La novia del filing regresó a las tablas y se escuchó el clamor de los espectadores: “Omara, Omara, ya eres mexicana”.
Su micrófono fue el de todos los presentes con canciones que la han encumbrado como una de las artistas más importantes de América Latina.
Omara rumbeó, dio el timbre a la clave y el contrabajo y las tumbadoras recordaban de dónde viene la habanera consentida de México.
También recetó un popurrí de boleros como Esta tarde vi llover, y le siguió una pieza representativa de Cuba: Lágrimas negras. Y otra emblemática, Bésame mucho.
Un ente de cientos de cabezas emitió el coro que, sinuoso se introdujo cual disparo en el alma, la que con su voz Omara acarició. “Bésame mucho como si fuera la última vez…”
El aplauso del adiós
Parada, la gente la ovacionaba y pedía en coro una canción más. Su condición se lo impedía, pero el ánimo ganó y regaló otro temazo: Dos gardenias.
De tal forma, Omara firmó su condición de artista con un lugar especial en la psique espiritual de melómanos mexicanos.