pasé los años más felices de mi vida
En Agua del olvido, un pequeño tomo verde primorosamente editado en 2020, el poeta y periodista Carlos Payán Velver se pregunta:
¿Cuando tocarán a mi puerta /
para anunciarme la hora /
donde la sombra y el silencio /
me acompañarán en su oscuro ritual del universo?
Ese fue su segundo y último poemario, lleno de adioses amorosos.
Tocó ayer, ya noche cerrada. Se fue tranquilo, sintiendo la presencia de sus hijos Emilio e Ina a su lado.
La obra periodística de Carlos Payán se condensa en la creación de dos diarios que marcaron profundamente el siglo XX, una ruptura con los estilos solemnes del diarismo de la época pero, sobre todo, que abrieron las puertas a todas las causas y las luchas que avanzaban en la sociedad mexicana sin que hubiera un medio que supiera darles cabida, el Unomásuno y La Jornada.
Ese primer proyecto periodístico naufragó a los pocos años y de ahí surgió La Jornada, donde el director consolidó a su alrededor un equipo profesional sólido, con Carmen Lira a su lado, con un diseño original de Vicente Rojo, con un caudal de plumas que se fueron acercando a las páginas del diario, entre ellas Elena Poniatowska, Pablo González Casanova, Fernando Benítez y Carlos Monsiváis.
Sin mayor capital que la obra que donaron los enormes artistas de esos tiempos, entre ellos Rufino Tamayo y Francisco Toledo, todos amigos, contertulios y cómplices de Payán, La Jornada se construyó bajo una idea que no tenía cabida en los otros órganos de prensa concebidos estrictamente como empresas: la comunidad, lo colectivo, donde las barreras entre las grandes firmas y la infantería, reporteros, redactores y fotorreporteros, se diluían en una convivencia singular.
Fueron años duros. Nunca lo quiso decir; en el periódico lo supimos muchos años después, pero el fundador de La Jornada, que iba y venía solo desde el sur de la ciudad hasta el centro en su vocho gris, sufrió tres atentados.
Pero también fueron los años más felices en la vida de Payán y de todos nosotros. Así lo dijo una noche de junio de 2018, cuando en nuestra Redacción se instaló una placa en honor a nuestros compañeros corresponsales asesinados un año antes, Miroslava Breach y Javier Valdés, incurriendo en un delicioso lapsus. Ahora que piso nuevamente las paredes de mi periódico me doy cuenta de que aquí pasé los años más felices de mi vida
.
Pero después de La Jornada hubo otras épocas intensas y felices. Su fértil periodo en el Senado en el sexenio de Ernesto Zedillo, su incursión en la industria de la televisión y, con la poesía siempre tejiendo sus hilos, su segundo amor, Laura Restrepo, la novelista colombiana, con quien finalmente recaló en los Pirineos catalanes.
En diciembre de 2018 recibió la medalla Belisario Domínguez. En su discurso hizo un bosquejo preciso de las amenazas que se ciernen sobre la humanidad en estos tiempos, los nuevos fascismos
, la radicalización extrema de la extrema derecha
, expresadas en todas las plagas modernas: racismo, homofobia, islamofobia, antisemitismo, autoritarismo, sexismo y machismo, chovinismo, fanatismo religioso, desprecio a las instituciones democráticas.
Finalmente, hace algunos años, regresó a México. Cuando ya no esté / y me haya ido / hacia el silencio / recordarás mis rosas / las que cultivé / en el Rosenda / al lado de la casona, / en Lejanías
.
No sólo las rosas de los Pirineos. También lo recordarán los árboles cargados de mandarinas y los geranios que contemplaba hace unas semanas bajo el sol de esta ciudad –que también amó– en el jardín de su hija Ina.