La paz y el orden reinaron en los cinco escenarios dispuestos
En el Foro Sol del Autódromo Hermanos Rodríguez se suscitó un contagio masivo.
No interprete mal querido lector. Se trata de la infección que ayer captaron miles de gustosos del rock y sonidos circundantes ofrecidos durante la edición 23 del Festival Vive Latino.
Ríos de gente fluyeron de un lado para infestarse de buenas rolas y de altos decibeles.
Fue una edición más del que es considerado como uno de los encuentros de rock más relevantes de Latinoamérica.
Los festivaleros capitalinos regresaron al Hermanos Rodríguez, donde además de melomania, brilló la alegría y el goce por regresar a las reuniones en vivo.
Cinco escenarios fueron dispuestos para que los melómanos se llenaran de música, pero sobre todo, de una extraña redención tras la guerra mundial que fue la pandemia de covid-19.
Volvió el rock a la Magdalena Mixhuca con 40 propuestas musicales que hicieron la delicia de los festivaleros.
Las puertas abrieron en punto de las 13 horas, tiempo en el que ya se veía la llegada de gustosos del Vive con al menos tres generaciones.
Papás con sus hijos, hijas e hijes. Todos con sonrisa en cara. Y no sólo por escuchar a sus bandas preferidas, sino por volver a sentir la energía de buenaondez que se respiró por doquier.
Neto Peña y Yoss Bones, fueron los que abrieron el show. Aunque en cinco proscenios se pudo degustar de todo tipo de género y ritmo.
Entre los más destacados de la jornada sabatina estuvieron bandas como Reyno, Caligaris, Alemán, Austin TV y León Larregui.
Pero también convocaron a una muchedumbre agrupaciones como MC Davo, Sergio Arau, La Santa Cecilia, Carla Morrison, Los Claxons y Daniela Spalla.
La paz y la música reinaron en el Vive, pero también el orden. Ya no se ven esas imágenes de chicos o chicas tirados con el etil encima. Ahora, se respiró la avidez por escuchar y sentir la fuerza de los guitarrazos, los golpes de las baterías y el estruendo de los bajos.
Gran expectativa dejó el regreso de Café Tacvba, que hizo vibrar el foro el moshpit. Pero también el de los argentinos de Miranda y su pop incisivo y dulce.
En tanto, los ingleses de UB40, emancipaban a la exaltada audiencia con su reggae clásico.
Las marejadas de personas, la mayoría vaso de chela en mano, iban de un lado a otro sin que siquiera hubiese terminado una u otra presentación. El objetivo era disfrutar de la mayor parte de los conciertos, pero también de todo momento, de todo espacio.
Y seguía el ruido intenso con Los Caligaris, Los Claxons y Lila Downs, regalando un poquito de cumbia y sabor.
En otros rincones, los festivaleros se daban su tiempo de break con las luchas. Sí, el pancracio llegó al Vive con cuatro funciones sin límite de tiempo. También los juegos mecánicos, así como la comedia, que se hizo presente con un grupo de standuperos que tuvieron su propia carpa.
Café Tacvba, León Larregui, Los Caligaris, Carla Morrison, Sergio Arau y Alemán, entre algunos otros grupos locales más daban el banquete sonoro.
Rock, ska, hip hop, trap, reggae y música regional fue ofrecida para el disfrute pospandémico de los defeños y de uno que otro de provincia que hizo el viaje. Junté mis catorcenas para venir
, dijo Karla, quién vino de Querétaro para degustar de Reyno, una banda que se escuchó fina y potente.
Gente de toda edad sintió las vibras especiales que ofrece este tradicional encuentro, que también contó con la Aldea Musical, dónde se ofertaron discos, promocionales oficiales de las disqueras independientes, conferencias, talleres y mini showcases, con bandas seleccionadas en distintos foros.
Por la tarde, la lluvia amenazó y todos cambiaron su outfit por el de agua. Sólo fue un aviso para encender más los ánimos y colocarlos dentro del mood de entrega. Desde cualquier rincón se escucha la música. Fue el alimento que se entregó masivamente.
Cerrarían la jornada sabatina los tacubos, Austin TV y Alemán, que dejaron sabor delicioso en el ambiente, en el que el espíritu de la libertad fluyó y se dejó impregnar por el deseo de explotar a través de la catarsis de la histeria colectiva.
Una vez más, el Vive Latino lo hizo, reunió a 80 mil personas dispuestas a desembolsar hasta cuatro mil pesos por sentir el aire de las andanadas que emiten los bafles gigantes, que peinaron sus almas hasta altas horas del sábado pellizcando el domingo, día en el que continúa el ágape roquero.