mundo occidental cristiano. Con una antigua solidez y fortaleza que han permitido a la Iglesia católica sortear una y otra vez, para salir avante de innumerables obstáculos que hicieron predecir que sería su fin. Pero siempre,
la nave de Pedrosalió avante, a pesar de todo. Ha sabido superar
otros vientos y otras tempestades, como dice el adagio clásico.
El papa Francisco es latinoamericano; se formó en la arraigada tradición, en el dogma y en la liturgia, pero no puede desprenderse del sello de su país, y su continente; además, se formó en la Compañía de Jesús, es jesuita y, por tanto, aguerrido como son los seguidores de Ignacio de Loyola, interesados marcadamente en la preparación de jóvenes y en la educación en todos sus niveles. En América Latina han estado presentes en la historia y no pocas veces en primera fila; frecuentemente empeñados en defender y organizar a los pueblos originarios frente a los abusos de los poderosos.
Pero no son los únicos rasgos que lo distinguen dentro de la unidad global de la Iglesia. Escogió para su nombre de autoridad superior de la institución el de Francisco, el innovador, revolucionario, fundador desde abajo de la corriente de los pobres de un catolicismo para los más humildes; no eligió para ser conocido en la historia el nombre de algún doctor de la Iglesia, algún teólogo o erudito, escogió el de el santo poeta, de la humildad y el canto a la naturaleza.
Ese rasgo de su modo de pensar y sentir, ya en su alto cargo, no ha sido olvidado; en sus encíclicas, en especial la de Fratelli tutti, expresa su preocupación y preferencia pastoral por los pobres, quiere ser la voz de los descartados, de los marginados en este mundo globalizado y materialista en el que el valor supremo es la ganancia.
Fiel a la unidad, ha sabido ser distinto en la lista de los herederos de Pedro, se ha dicho más de una vez que su elección por el conclave de los cardenales fue providencial, la necesaria para este tiempo envuelto en conflictos, azotado por enfermedades y amenazado por un desastre ecológico. Ha estado esencialmente preocupado por la mala distribución de los bienes y en México de eso algo sabemos; siempre hay un sector que se resiste a la justicia social.
También se ha distinguido por su interés por el ambiente, invitó a salvar a América Latina y en especial a la Amazonia
de la explotación inconsciente y sin prever el futuro; gracias a sus llamados y también al cambio de la línea de gobierno en Brasil, parece que las cosas van cambiando.
Me llama la atención también, que acorde a su pensamiento, aparece lo que se ha denominado por Rocco Buttiglione, su amigo personal, la teología del pueblo, en especial del pueblo latinoamericano. Se trata de la valoración y reconocimiento de la importancia de las prácticas cristianas populares en nuestro continente, del culto sencillo y profundo de los pueblos nativos y mestizos de los que formamos parte; se distingue de la teología de la liberación por que no es una opción revolucionaria, ésta arraiga en la fe antigua y profunda de nuestros pueblos.
Destaco también una reflexión sobre el contraste entre las prédicas e impulsos pastorales del Papa y la realidad no muy lejana y activa en México, de grupos que conocimos muy de cerca en nuestro país. Para la juventud, para la participación en política, el Papa ha impulsado y acompañado a una nueva organización de pastoral política representada por la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos
.
De esta academia, que crece en presencia y en organización, dedicada a la formación y al diálogo entre políticos latinoamericanos de diferentes corrientes, en la que he tenido oportunidad de participar, es importante decir que no se trata de la formación de un partido político, ni de la propuesta de una tercera vía
, como lo intentó hace más de medio siglo la democracia cristiana. Lo más importante está muy lejos de fomentar grupos secretos proclives a la violencia que tanto conocimos en México como los Tecos, el Yunque, el Muro y otros similares.
La academia no es el germen de un partido, no pretende participar en política como grupo activo en los procesos electorales o de lucha por el poder; su fin, muy al estilo del papa Francisco, es un llamado al diálogo, a la fraternidad, a la participación responsable y con sentido cristiano. Su propuesta pretende que reconozcamos a nuestras naciones, como partes de la patria grande latinoamericana
y con responsabilidad participemos en política respetando las diferencias partidistas y diferencias de colores, por encima de las cuales debemos identificarnos como hermanos. Como dice la Fratelli tutti: hermanos todos.