Pintar para ser libres», proyecto de arte infantil
Ciudad de México.
“Pintar para ser libres”, esta paráfrasis de la legendaria frase del poeta cubano José Martí ha sido la hoja de ruta del proyecto de pintura mural comunitaria emprendido desde hace dos décadas por el colectivo Raíz de la Ceiba en la región de la Costa Chica, entre Guerrero y Oaxaca.
De igual manera, busca que si en cierto momento se ven obligados a emigrar hacia la capital del país o Estados Unidos, lo cual es un fenómeno creciente en la región, lleven consigo el arraigo de su cultura adonde vayan , explica el pintor Baltazar Castellano Melo, uno de los fundadores de ese colectivo.
“En Raíz de la Ceiba tenemos un sueño que cada vez comienza a tomar más forma; incluso, ahora ya tenemos un terreno. Queremos crear un centro de artes y oficios para niños que no tienen un futuro seguro, porque los dejan completamente abandonados, vulnerables; son presa fácil de los halcones, el narco, el Acapulco Kids”, explica a La Jornada el pintor guerrerense (Cuajinicuilapa, 1983), cuyo mural La muerte de las culturas (el México negro) se inauguró este sábado en el Colegio de San Ildefonso.
“Eso somos y eso buscamos en Raíz de la Ceiba. El terreno está en Cuajinicuilapa; ya tenemos 350 niños que están exponiendo en California (Estados Unidos), ya se están expresando. El dinero es propio, no tenemos apoyo de instituciones; somos totalmente independientes.”
De acuerdo con el artista, este proyecto busca asimismo reivindicar y enaltecer el origen afromexicano e indígena de los pueblos costeños guerrerense y oaxaqueño, para lo cual se imparten talleres gratuitos entre niños y jóvenes de la Costa Chica.
Baltazar Castellano refiere que La muerte de las culturas (el México negro) es una obra colectiva, en cuya elaboración participaron Olga Manzano y José Luis Hernández, integrantes del colectivo Raíz de la Ceiba, así como alumnos de la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Es un mural en técnica mixta, tiene ensamble, al incluir tejido, bordado, textil, piedras, cuentas de vidrio y otros objetos. Es una obra que habla de la problemática en la que estamos inmersos: la migración, la muerte de las culturas, los descarnados, la separación de familias”, describe el autor.
En él, a la par de elementos propios de la cultura de la región, como el tecuán (animal fantástico), pueden observarse diversos personajes cruzando la frontera por el río Bravo, el desierto y en autobús: “Todo aquello que está pasando ahorita en nuestra frontera. Aquí le estamos haciendo un homenaje a esos paisanos que han caído en el intento, a los muertos”.
Agrega: “El mural habla de la integración, de las muertes de la cultura, porque son experiencias que hemos vivido de manera directa. En el colectivo pintamos con nuestra identidad, rasgando esos recuerdos de la memoria y plasmándolos; eso habla de los problemas que vivimos en la Costa Chica.
“Pensamos que si damos a los niños y jóvenes de la región esta herramienta muy noble de la pintura, así como la importancia de no olvidar a los viejos y, partir de allí, de nuestra historia, habremos hecho gran parte de nuestro trabajo.”
Dicho mural fue creado in situ para la exposición El espíritu del 22: Un siglo de muralismo en San Ildefonso (Justo Sierra 16, Centro Histórico), que se mantiene abierta en ese recinto hasta el próximo 12 de junio, con el tema Muralismo y resistencia.
Se inauguró ayer con una vistosa ceremonia que incluyó la tradicional Danza de los Diablos, propia de la Costa Chica, específicamente Cuajinicuilapa, y sones y chilenas del grupo musical Tlaminques Cazadores de Tecuanes.