Obra maestra de Costa-Gavras sobre la política injerencista de USA «Estado de sitio», ‘Z’ y «La confesión»’

Estado de sitio: Costa-Gavras

Y la imposición del neoliberalismo en Latinoamérica

Moisés Elías fuentes

 

El 10 de agosto de 1970 la policía de Montevideo encontró, en un automóvil, el cadáver de Dan Mitrione, asesor de seguridad comisionado en Uruguay por la Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID, por sus siglas en inglés), secuestrado días antes por el movimiento clandestino Tupamaros, en un intento fallido por negociar con el gobierno de Jorge Pacheco Areco la liberación de varios líderes guerrilleros.

A partir de tal hecho, el griego Costa-Gavras dirigió en 1972 Estado de sitio (Etat de Siege), uno de los más lúcidos thrillers políticos sobre el injerencismo de Estados Unidos en los procesos sociales de Latinoamérica, que incluyó el apoyo a dictaduras cívico-militares que violaron hasta los mínimos derechos humanos para impedir la influencia (real o supuesta) del socialismo en la región, y que allanó el terreno al neoliberalismo, que borró cualquier atisbo del Estado benefactor en favor de la regulación absoluta de la sociedad a través del mercado, lo que devino en pobreza, exclusión y permanente incertidumbre existencial.

Originario de Atenas, donde nació el 12 de febrero de 1933, desde que en Francia entró al mundo del cine, Konstantinos (Costa) Gavras se interesó en la crítica política al grado de convertirla en el eje de su obra fílmica. Así, para cuando realizó Estado de sitio, Gavras había dirigido dos filmes fundamentales en su carrera: (1969), sobre el asesinato de un político de izquierda en la víspera de la dictadura de los coroneles en Grecia, y La confesión (1971), aguda reflexión sobre el totalitarismo en los países socialistas de Europa del este.

ZLa confesión Estado de sitio son filmes sobre la historia en proceso, no la consumada. Z se exhibió cuando la Junta de coroneles consolidó su dictadura; La confesión apareció mientras los ecos de la represión que aplastó la Primavera de Praga retumbaban en la memoria colectiva; en tanto, Estado de sitio se filmó al tiempo que en el Cono Sur latinoamericano se desmantelaban los gobiernos civiles para instaurar las dictaduras que asolaron la región entre las décadas de los setenta y ochenta del siglo pasado.

 

Thriller y crítica política

Con base en un guion de Franco Solinas (consagrado por el guion de La batalla de Argel, de Gillo Pontecorvo), Gavras expuso el secuestro y ejecución del agente de la AID Philip Michael Santore (Yves Montand), a manos de los Tupamaros, y las repercusiones de ambos hechos en la sociedad uruguaya. Una anécdota seca, que Solinas y Gavras vitalizaron con la ruptura de la narración lineal y con la aproximación al pensamiento de los antagonistas.

Tenso y siniestro, Estado de sitio, sin embargo, es un filme abierto, en que el fotógrafo Pierre-William Glenn se movió fluido entre los espacios exteriores y los interiores, de modo que las luces de los amaneceres y los crepúsculos se continúan en casas y oficinas, juego de iluminación que rememora a René Clement, veterano cineasta para quien Gavras trabajó como ayudante de dirección.

De narrativa no lineal, en Estado de sitio el secuestro y ejecución de Santore por los Tupamaros se observa desde diversas perspectivas: de Estados Unidos, representado por el propio agente, del gobierno de Uruguay, representado por el capitán López (Renato Salvatori), de los guerrilleros, representados por Hugo (Jacques Weber), y la prensa independiente, representada por Carlos Lucas (Otto Eduard Hasse).

Tales perspectivas se comunican con ágil ritmo gracias a las sólidas interpretaciones del grupo de actores, que a su vez se enlazan al trabajo de Françoise Bonnot, quien concordó el montaje paralelo, el invertido y el ideológico, de modo que una misma secuencia reúne la tensión del thriller y la crítica política, como los diálogos de Santore y Hugo, en que se intercalan las sesiones de tortura que el agente impartía en Brasil, o la misa fúnebre, donde un flashback presenta a la señora Santore (Evangeline Peterson) en el curso para esposas de diplomáticos estadunidenses asignados a países del tercer mundo.

Perspicaz lector de la realidad política y la cultural tanto de su entorno como de otras latitudes, si en Solinas encontró Gavras a su par en el análisis político, en su compatriota Mikis Theodorakis halló al exégeta cultural, lo que se manifestó en el soundtrack, donde Theodorakis, apoyado por Los Calchakis (grupo formado por músicos del Cono Sur exiliados en Europa), armonizó con destreza la nueva canción chilena del grupo Inti Illimani y las vidalitas del uruguayo Alfredo Zitarrosa con su propia experiencia creativa.

Filmado en el Chile del presidente Salvador Allende (donde se reprodujo Uruguay), Estado de sitio expuso sin equívocos los factores sociopolíticos que condujeron a los golpes de Estado de 1973, el 27 de junio en Uruguay, el 11 de septiembre en Chile, que hundieron a ambas naciones en períodos históricos de crueldad desmesurada. Sin equívocos, insisto, según lo expresa la expositora del curso al que asiste la señora Santore: “Nosotras, así como nuestros esposos, representamos nuestra civilización, nuestros ideales y nuestra forma de vida. No siempre es fácil. Algunos de estos países son difíciles, a menudo hostiles.” En esta sutil expresión se encierra la implacable relación de amo y vasallos con la que Estados Unidos ha tratado a Latinoamérica, relación que aún nos lacera y que enturbia e intoxica toda posible avenencia con el imperial vecino del norte.

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