La flor de la palabra
Irma Pineda Santiago
Comenzaba el milenio y éramos unas cuantas decenas de personas de diferentes regiones de México que formábamos parte de Escritores en Lenguas Indígenas A.C. (ELIAC), una organización que se oficializó en 1993, aunque sus fundadores tenían ya varios años impulsando el reconocimiento de las lenguas y literaturas indígenas.
Era el año 2000 y estábamos en Quintana Roo por un encuentro, coordinado por el escritor maya Jorge Cocom Pech, que nos permitía compartir creaciones y experiencias. Fue ahí donde la vi por primera vez, con su guitarra en mano, subía las escaleras de un pequeño escenario, morena, guapa, altiva, llena de flores bordadas en su vestimenta tradicional, aunque el verdadero impacto fue cuando comenzó a cantar en un idioma que yo no comprendía, pero no hacía falta, pues la música, el timbre y los matices de su voz eran suficientes para que yo sintiera en lo más profundo de mi ser una indescriptible emoción.
Su voz acompañó la poesía en algunas presentaciones, luego supe su nombre: Rocío Próspero y cantaba pirekuas, un género musical característico de la región Purépecha del estado de Michoacán, interpretado por hombres y mujeres (aunque éstas siguen siendo muy pocas) que son conocidos como pirériechas quienes, a través de su canto en purépecha, comparten vivencias y emociones de las comunidades, nos hablan de amor y desilusiones, al igual que de acontecimientos históricos, conflictos religiosos, sociales o políticos. Como la mayoría de las piezas musicales de los pueblos indígenas, este género se va transmitiendo de manera oral de generación en generación, aunque ahora las juventudes aprovechan las herramientas tecnológicas para propagarlas por redes sociales y plataformas musicales.
La maestra Rocío Próspero Maldonado es originaria de Tingambato, Michoacán (1951) y se formó artísticamente en una familia dedicada a la música y la danza. También estudió la Licenciatura en Historia y por tres décadas fue profesora en la Facultad Popular de Bellas Artes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), donde dirigió el Ballet Folklórico de la Universidad. Además de fomentar y difundir en varias generaciones y lugares la danza tradicional mexicana y la música purépecha, escribió el libro Kurpitiecha: herencia tradicional de un pueblo, resultado de sus investigaciones realizadas en la comunidad de San Juan Nuevo Parangaricutiro, Michoacán. Su vida, dedicada al arte y la cultura, la hizo merecedora, en 2015, de un reconocimiento por parte del entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el cual le fue entregado en el Palacio Nacional de Bellas Artes.
Luego del primer encuentro en la península, la maestra Rocío y yo coincidimos en diversos eventos, donde en ocasiones acudía con su esposo, el ya fallecido Dr. Irineo Rojas, uno de los principales promotores de la lengua y cultura purépecha, lo cual nos permitió forjar una cálida amistad que también me hizo conocer su compromiso y solidaridad con los pueblos indígenas, no sólo de su natal estado, sino de todo el país. Hace unos días nos saludamos en persona en la ciudad de Morelia, a donde llegué invitada para participar en un evento de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, y fue una gran alegría encontrarme con su sonrisa y cariño, a pesar del dolor por la reciente pérdida de su hijo, el músico Irepan Rojas Próspero. Hablamos de sueños hacia el futuro, como la grabación de nuevas pirekuas; insistí en que escribiera sus memorias y saberes, pues es necesario recordar y compartir con los nuevos creadores indígenas lo difícil que fue, para quienes nos precedieron, la lucha por abrir espacios para las culturas originarias, ya que las becas y apoyos para crear o estudiar, siendo indígena, eran escasas, por no decir inexistentes. Me despedí de esta hermosa Rocío de las pirekuas, deseando que pronto me llame, para decirme que ha creado un nuevo disco o que ya tiene el libro con su propia historia.