Elmer G Suhr, publicó «Venus De Milo: The Spinner» (Venus de Milo: La hilandera).

Los brazos de Venus

Anitzel Díaz

En la década de los años cincuenta, el antropólogo Elmer G Suhr, clasicista estadunidense, publicó un ensayo titulado Venus De Milo: The Spinner (Venus de Milo: La hilandera). El libro es un compendio de historia del arte y antropología que trata de responder el misterio: ¿qué estaba haciendo la Venus de Milo con sus brazos?

La teoría de Emer apunta a que la Venus fue originalmente esculpida en la pose de una mujer hilando, aunque siembra la duda de si tenía sus herramientas. En la década de los noventa Elizabeth Wayland Barber, antropóloga y lingüista estadunidense, refuerza la idea en su libro Women’s Work: The First 20,000 Years (El trabajo de las mujeres: los primeros 20,000 años). Wayland Barber no sólo sugiere que la Venus estaba hilando sino que la obra puede representar a una prostituta, puesto que el hilado era una actividad asociada a ellas, que podían realizar mientras esperaban clientes, lo cual les reportaba ingresos extra.

Para reforzar su teoría, la antropóloga contactó con Cosmo Wenman, un diseñador de San Diego, y entre los dos crearon un modelo digital en 3D de la Venus de Milo con brazos como hilandera. Posteriormente, se hizo un escaneo de la original y se imprimió una pequeña escultura. El resultado reafirmó la teoría, pero subrayó la interrogante sobre sus herramientas: la rueca, el hilo y el huso. Sin embargo, no pudieron haber sido parte de la pieza de mármol, pues el peso no lo hubiera permitido. “Tal vez perdió los brazos porque de hecho se colocó una bola de mármol de 30 libras en la parte superior de la rueca y 20 libras de peso extra de un eje de mármol sólido que colgaba de su brazo derecho”, bromea el diseñador en un blog donde documenta todo el proceso.

La idea de que la Venus era hilandera resulta incluso hermosa; en la Antigüedad se concebía el acto de hilar como una metáfora sobre el misterio de la vida: el hilo extraído de una nube entrelazaba una fuerte tela que se convertía en una segunda piel, protegiendo al ser humano del exterior.

La tecnología y el arte nos llevan, una vez más, por caminos insospechados. En París, una réplica de la misma Venus recibió brazos prostéticos como parte de una campaña para crear conciencia sobre los más de 100 millones de personas en el mundo que necesitan aparatos ortopédicos.

 

La Venus de Milo

La Venus, rota, ha sido fuente de incontables historias desde que fue descubierta en la Isla de Milos, en Grecia. Incluso hubo un proyecto en
el Museo de Louvre, donde hoy Venus preside una sala, para restaurar todos los daños que sufrió. Esta práctica era común con las piezas que llegaban al recinto; se recomponía lo incompleto, sin dejar fragmentos.

Todo en torno a ella es especulación. Se cree que nació entre 130 y 100 aC; se cree que representa a Venus (denominada Afrodita en la mitología griega); diosa del amor y la belleza. Se cree que es obra de Alexandros de Antioch. Se sabe que Yórgos Kendrotás, un campesino en Milos, fue quien la descubrió en 1820. Se sabe que mide 211cm de alto. Se dice que la estatua salió de Milos por la fuerza hacia Francia, cuando se estaba librando una guerra. Se sabe que llegó a manos del Rey Luis XVIII en 1821 y que éste la entregó al Museo del Louvre.

Hay quienes afirman que los brazos están en posesión de Turquía (antes Imperio Otomano) y que si Francia devuelve la estatua Turquía retornará los brazos a su lugar, “dotando al mundo de una gran obra en todo su esplendor original; de lo contrario, la Venus de Milo seguirá mostrando sus muñones en el Museo de Louvre”, como declaró Ahmed Rechim, jurista turco.

El objeto y los brazos nos alejan del torso, son un escudo. La otra lectura, la incompleta, nos distrae de la convención actual de perfección de la figura femenina. Atenta contra la naturalidad. Nos lleva a la época, interviene con el aire eterno de su humanidad.

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