La reflexión sobre el ser humano en la filosofía generó la antropología de allí el humanismo

Filosofía del humanismo Mexicano

Alberto Saladino García

La reflexión sobre el ser humano en el ámbito de la filosofía generó una disciplina, la antropología filosófica, y una corriente de pensamiento, el humanismo, abocados a la explicación del origen y la constitución del ser humano y, en consecuencia, a la interpretación de su identidad, su esencia o naturaleza.

 

Hablar de la filosofía del humanismo mexicano es factible a partir de la identificación de la pluralidad de denominaciones, que pueden clasificarse así: a) por su interpelación con otras posiciones filosóficas, es factible hablar de humanismo cristiano, existencialismo humanista, liberalismo humanista, socialismo humanista, etcétera; b) por sus énfasis culturales, destacan las expresiones humanismo científico, humanismo jurídico, humanismo literario, etcétera, y c) con base en las circunstancias geográficas y propósitos de cada sociedad, resulta común el empleo de las denominaciones humanismo griego, humanismo latino, humanismo musulmán, humanismo mexicano, etcétera.

Es legítimo sustentar la existencia del humanismo mexicano como una de las corrientes filosóficas cuya configuración evidencia el carácter incluyente de la riqueza de la diversidad del pensamiento en la historia nacional. En efecto, es producto del largo proceso de cultivo de la filosofía en México, con antecedentes milenarios.

 

Orígenes del humanismo en México

Desde la época mesoamericana existen preocupaciones humanistas. Son impresionantes los testimonios arqueológicos e históricos cuya prueba es la variedad de esculturas, de todo tipo y tamaño, entre las cuales destacan cabezas olmecas, caras sonrientes de los totonacas, figuras antropomorfas en su cerámica, la exquisitez del arte pictórico como los murales de Bonampak y Cacaxtla, las ilustraciones de sus códices, y la acción y pensamiento de gobernantes, como Ce Acatl Topiltzin (895-947), sacerdote tributario del dios Quetzalcóatl, quien representa el amanecer del cultivo del pensamiento filosófico humanista en Mesoamérica al edificar e inspirar la Toltecáyotl, fundamento, principio y práctica de la creatividad cultural mesoamericana, y Nezahualcóyotl Acomiztli (1402-1472), gobernante texcocano, cuyo legado intelectual y liderazgo político permite adjudicarle la alcurnia de filósofo humanista por las normas dictadas para respaldar la convivencia y conducción social, y velar por el bienestar de su pueblo.

Luego, con la Conquista, al imponerse la filosofía occidental sus pregoneros en el siglo XVI reivindicaron la dignidad de personas de los pueblos originarios, con Bartolomé de las Casas como principal abanderado, y sentaron académicamente su cultivo con la introducción del clasicismo grecolatino en la Real y Pontificia Universidad de México. El siglo XVII enriqueció su perfil con la institucionalización del estudio de la ciencia y al plantear la igualdad de género se sustentó la emergencia de los primeros signos de liberación intelectual en virtud de las contribuciones de Fray Diego Rodríguez, Carlos de Sigüenza y Góngora y Juana Inés de Asbaje. El siglo XVIII, al enfrentar las descalificaciones de la naturaleza y de los habitantes del Nuevo Mundo mediante los valores de la Ilustración, incardinó los fundamentos para el acceso a la modernidad. Durante la centuria decimonónica se concretó el ideal de nuevo ser humano, el reconocimiento pleno de la ciudadanía y el horizonte soberano del pueblo. Al siglo XX corresponde sistematizar el contenido filosófico del humanismo mexicano.

 

Discurso y compromiso

Con base en los planteamientos históricos de los forjadores del humanismo mexicano, de impulsar la irresistible necesidad de dar curso a la creatividad, incitar el amor a la vida, auspiciar la igualdad de hombres y mujeres e impulsar el desarrollo con base en el trabajo, la filosofía mexicana del siglo XXI tiene la impronta de esclarecer sus principios: 1) reconocimiento de toda persona como ser humano, mediante el respeto a la dignidad de cada uno; 2) amparar su teoría y práctica en el ejercicio de la racionalidad, al promover el cuidado y defensa de la naturaleza con el fin de procurar la persistencia de la vida sobre la faz de la tierra; 3) ejercitar la trascendencia de los sentimientos con el despliegue del amor a uno mismo y al otro, al prójimo; 4) prohijar el sano hábito del autoconocimiento; y 5) propugnar el mejoramiento de las relaciones de convivencia entre los integrantes de la sociedad. El humanismo mexicano, como discurso comprometido, trasciende las filosofías contemplativas al reivindicar el clamor de los movimientos sociales de que “otro mundo es posible”.

Así, el humanismo mexicano puede identificarse como filosofía del porvenir, por ser producto del pensamiento crítico, incluyente, transdisciplinario, y adquiere su perfil de filosofía práctica con la promoción y expansión de los valores transculturales o universales: comunitarismo, democracia, dignidad, igualdad, justicia, libertad, paz, solidaridad. Para el efecto, tiene el reto de reafirmar la secularización de la vida sociopolítica y cultural; amparar la historicidad del ser humano al exaltar sus nexos con el pasado; concebir al ser humano como un compuesto de cuerpo y mente, así como fomentar la creatividad en las más diversas expresiones artísticas, científicas, literarias, tecnológicas.

La filosofía en el estudio de la naturaleza del ser humano ha contribuido a clarificar y racionalizar la impronta de conocerse mejor para procurar el perfeccionamiento de las personas, de llegar a ser más humano, y por ende cuestionar todo acto inhumano.

En nuestro país, el humanismo tiene raíces profundas desde las cuales visibilizar sus tradiciones e historia, fundamentos para dilucidar principios, valores y propuestas.

La filosofía del humanismo mexicano proporciona un marco teórico para ofrecer alternativas en la solución de conflictos y sistematizar planteamientos en el diseño de proyectos societarios, que partan de la recuperación de los sentimientos de los pueblos, de su rica espiritualidad y, por lo tanto, promocione los derechos sociales con base en el reconocimiento de la pluralidad étnica y cultural; para enfrentar la corrupción, la discriminación, la exclusión, el odio étnico, el racismo; para combatir el flagelo de la deshumanización generada por los ominosos actos de la extrema violencia estructural del modo de producción capitalista; para nutrir criterios con los cuales ponderar la revolución digital que promueve la sustitución del ser humano por las máquinas, al recuperar los saldos y virtudes de los avances científicos y tecnológicos.

Ante la grave problemática que atenta contra la persistencia de la vida a nivel planetario, es tiempo de reivindicar el humanismo. Su prospectiva positiva impone el reto de contribuir, desde México, a la exigencia de forjar nuevos fundamentos para la convivencia humana, con las ideas rectoras de nuestro humanismo, otorgando un horizonte mundial a las prácticas comunitarias, democratizadoras, desalienadoras, libertarias, amparadas en la divisa de reconocer a todos los seres humanos como iguales, sin desconocer su derecho a la diferencia, cuya impronta, parafraseando a Benito Juárez, estriba en fomentar entre los individuos como entre las sociedades la conciencia de ser integrantes, en igualdad condiciones y con pleno reconocimiento a la dignidad, de seres humanos.

Por los embates inhumanos y deshumanizantes actuales padecidos a nivel planetario, el humanismo mexicano emerge como una filosofía del sentido común, por lo cual hemos de elevarla a punto de referencia para concitar a todas las sociedades, al género humano, a cantar loas a la vida, y así estimular la continuidad de las expresiones de sus proezas culturales

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