Un whisky para el lector

Un whisky para el lector

(fragmento de ‘Desde dentro’)

Martin Amis

¡Bienvenido! Pasa, pasa… Es un placer y un privilegio. Permíteme que te ayude con eso. Dame tu abrigo, lo colgaré aquí (ah, y, ya de paso, el aseo es por ahí). Siéntate en el sofá, cómo no… Luego ya te pondrás a la distancia de la chimenea que te resulte más cómoda.

¿Qué te apetece tomar? ¿Whisky? Es lo sensato, con este tiempo. Así que me he adelantado y he adivinado lo que quieres… ¿Blend o de malta? ¿Macallan’s? ¿De doce o de dieciocho años? ¿Cómo te apetece tomarlo? ¿Con soda? ¿Con hielo? Y traeré una bandeja de aperitivos. Para que aguantes el tipo hasta la cena. Bueno… ¡Feliz 2016!

Mi mujer, Elena, volverá a eso de las siete y media. E Inez se nos unirá luego. Sí, así…, con el acento en la segunda sílaba. Cumplirá diecisiete años en junio. Ahora sólo nos queda en casa una hija. Su hermana Eliza, algo más mayor, está pasando su año sabático en Londres, que, a fin de cuentas, es su ciudad natal (nació allí; como Inez). Bueno, el caso es que Eliza tenía planeado venir a visitarnos, y acaba de aterrizar en el aeropuerto J.F. Kennedy. Así que seremos cinco.

Elena y yo… –aún no estamos en esa etapa de nuestra vida, pero la vislumbramos ya claramente–. Me refiero al Nido Vacío. En la vida de una persona normal hay como media docena de momentos cruciales, y a mi juicio el Nido Vacío es uno de ellos. Y ¿sabes? No estoy seguro de lo mucho o poco que debo preocuparme al respecto.

Algunas gentes de nuestra edad, que han visto cómo sus últimos retoños levantan el vuelo y se pierden en la lejanía, han sucumbido en cuestión de minutos a depresiones profundas. Y como mínimo mi mujer y yo empezaremos a sentirnos como esa pareja de Pnin, totalmente solos en una casa grande y vieja y llena de corrientes que “ahora parecía venirles ancha, como la piel aflojada y la ropa colgante de un chalado que hubiese adelgazado una tercera parte de su peso.” En palabras de Nabokov (uno de mis héroes) en 1953.

Vladimir Nabokov… Él tenía todo el derecho y la acreditación para acometer una novela autobiográfica. Su vida no fue “más extraña que la ficción” (frase muy cercana al sinsentido), pero estuvo llena de peripecias azarosas y de glamur geohistórico. Escapa de la Rusia bolchevique y busca refugio
en el Berlín de Weimar. Escapa de la Alemania nazi y busca refugio en Francia, país pronto invadido y ocupado por Hitler. Escapa de la Wehrmacht, y busca –y encuentra– refugio en Estados Unidos (en aquellos días, brindar asilo era algo inherente a la esencia de Estados Unidos). No, Nabokov era un caso harto raro: un escritor a quien las cosas “le pasaban” de verdad.

A propósito, advierto que tendré que decir un par de cosas sobre Hitler en estas páginas, y también sobre Stalin. Cuando nací, en 1949, Bigote Pequeño llevaba muerto cuatro años, y a Bigote Grande (a quien se seguía llamando “Tío Joe” en nuestro popular Daily Mirror) le quedaban cuatro años de vida. He escrito dos libros sobre Hitler y dos libros sobre Stalin, así que he pasado ya unos ocho años en su compañía. Pero no hay manera de escapar de ninguno de ellos, constato.

Nunca tuve el placer –sin duda aterrador– de conocer a Vladimir Nabokov personalmente, pero pasé un día memorable con su viuda Véra, bella y de piel dorada, y judía –conviene añadir–. Y llegué a conocer a Dmitri Vladimirovich (todo un flamante portento, y pródigo). Sentí una doble tristeza cuando murió, en soledad, hace tres o cuatro años. Dmitri era el único hijo de los Nabokov. Había nacido en Berlín en 1934, y oficialmente era un mischling, un “mestizo.” Durante el almuerzo, en Montreux (Suiza), Véra y Dmitri se mostraron muy cariñosos y tiernos el uno con el otro.

 

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Bien, eres un lector minucioso, y eres aún muy joven. Eso, en sí mismo, significaría que también tú has pensado en ser escritor. Y quizá estás ya escribiendo algo. Es un asunto muy delicado, y merece serlo. Las novelas, en particular, son algo muy delicado, porque estás poniendo al descubierto quién eres en realidad. Ninguna otra forma de escritura hace esto, ni siquiera unos Poemas completos, ni ciertamente una autobiografía o unas memorias impresionistas como las de Habla, memoria, de Nabokov. Si has leído mis novelas, lo sabes absolutamente todo de mí. Así que este libro no es sino otra entrega –y los detalles suelen ser de agradecer.

 

Fuente: Martin Amis, Desde dentro, traducción de Jesús Zulaika, Anagrama, Barcelona, 2021. Título de la redacción.

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