El diablo nunca duerme
El nuevo documental, que en el título enuncia la premisa, es precisamente eso. Una confesión larga y hasta donde se puede ver honesta de una mujer, llamada Gabriela López, que decidió en un momento dado ganarse la vida asesinando seres humanos.
Dado que Sánchez no quiso reducir el asunto a la vieja y manida táctica de la cabeza parlante, se apoya en recursos visuales para reforzar el relato. El principio es algo confuso. Comienza con López en un auto, luego vemos a unos policías federales deteniendo a un vehículo, López habla por teléfono con algún oficial al que ningunea (¿hablo con el comandante, o con el gato del gato?
) y remata con un collage de pietaje periodístico en pantalla dividida, que resume la presencia omnipotente del narco en México, con los respectivos presidentes que, en teoría, han lidiado con ellos.
Eso es como para plantear un contexto. Lo siguiente es la narración de López a cámara quien habla de su familia (una cicatriz en el rostro no la provocó el narco ni la ley, sino fue su padre quien se la hizo al propinarle un cinturonazo con todo y hebilla). El personaje importante de esos inicios es Ana, una amiga de la escuela con quien empezaría su carrera delictiva. Primero las colegialas venderían mota para progresar a la cocaína. Lo siguiente es entrar en contacto con los capos de Ciudad Juárez para vender en Mazatlán. Por cierto, Ana es la única figura del relato por la cual Gabriela siente un evidente amor, sin llegar al lesbianismo abierto. Su consecuente muerte violenta es un recuerdo que la hace llorar.
El volverse sicaria fue como una ocurrencia. La protagonista cuenta su primer asesinato aceptando que le provocó cargos de conciencia e insomnio. Pero se fue acostumbrando. El primer muerto siempre es el más difícil.
A diferencia de otros documentales como Los Plebes (Eduardo Giralt, Emmanuel Masú, 2021), en el cual los sicarios son vistos como meros gatilleros sin ningún futuro, Gabriela López es una matona de lujo, una femme verdaderamente fatale, con una posición dentro del organigrama del narco. Con mucha gracia, ella cuenta cómo fue su arresto en Acapulco a cargo de docenas de policías, mientras pensaba que el arrestado sería otro. De ahí al penal de Ciudad Juárez, donde saca a relucir su calidad de placeada. Es decir, que tiene plaza en el cártel.
Sentenciada a 40 años de cárcel, Gabriela López recupera su libertad 17 años después, con tres hijos concebidos en la cárcel y sin un lugar al que pueda considerar un hogar. Su vida de privilegios ha terminado. En esas instancias, cuando la vemos buscando telefónicamente un trabajo común y corriente, viviendo en hoteles de segunda, recordamos las escenas finales de Buenos muchachos (Martin Scorsese, 1990), cuando Henry Hill sólo consigue comer espagueti de lata. ¿Quién dice que el crimen no paga?
Placeada nos muestra cómo el crimen organizado no es una actividad exclusiva del hombre. Lo que la protagonista cuenta es escalofriante, pero el humor que a veces aflora y se nos atora, es sólo una prueba de su inhumanidad. El documental es un oportuno cuadro que completa el tapiz elaborado por el cine mexicano en torno al narco.
( Placeada: Historia íntima de una ex sicaria se exhibe en la Cineteca Nacional).
Placeada: Historia íntima de una ex sicaria
D: Alejandra Sánchez / G: Alejandra Sánchez, Ana García / F. en C: Érika Licea / M: Gabo Briones, Tareke Ortiz/ Ed: Ana García / Con: Gabriela López / P: Pepa Films, Imcine, Focine, Corpulenta Producciones, Bambú / Audiovisual, Cinema Vagabundo, Escuela Nacional de Artes Cinematográficas, Universidad Autónoma de la Ciudad de México. México, 2022.