(1925-2023) Alain Touraine y las nuevas tareas de la sociología
Alejandro García Abreu
Alain Touraine (Hermanville-sur-Mer, 1925-París, 2023) fue “un referente de la segunda izquierda francesa, de carácter socialdemócrata”. Intelectual prestigioso, defensor de las causas más nobles que se interrelacionan entre sí, Touraine destacó principalmente como un luchador social. Llevó a la praxis sus múltiples teorías. Fue coherente cuando escribió y actuó en la arena pública. Visionario, logró percibir y analizar algunos de los problemas más complejos de nuestra era. Opositor a la pobreza global, feminista elocuente, sus herramientas intelectuales le permitieron conjugar en su pensamiento la “traición” del capitalismo en múltiples áreas del saber y elaboró una definición de la modernidad. Entre otros reconocimientos, en 2010, junto a Zygmunt Bauman, recibió el premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.
Autor de libros paradigmáticos como La sociología de la acción (1965), Crítica de la modernidad (1992), ¿Qué es la democracia? (1994), ¿Podremos vivir juntos? (1997), El mundo de las mujeres (2006), Después de la crisis (2010), El fin de las sociedades (2013) y Defensa de la modernidad (2018), ahondó en las correspondencias entre distintos fenómenos.
Para la socióloga Cristina Monge, Alain Touraine profundiza en la idea de la acción social. La sociología de la acción (1965) comienza afirmando que “la sociología es la ciencia de la acción social”. El promotor de la acción es el protagonista.
“El análisis sociológico consiste en situar al actor en un tiempo y en un lugar, en un oficio, una categoría de edad o una clase social, en una sociedad y en una cultura”, aclara Touraine citado por Monge. La sociología de la acción, según el propio Touraine, tiene como propósito estudiar cómo la sociedad se crea, de qué manera se produce, cómo reconstruye el sentido del sistema de relaciones y, esencialmente, cómo se reinventa.
Modernidad y libertad personal
En Crítica de la modernidad (1992) Touraine redefine el concepto y la plantea como el paulatino alejamiento del “mundo objetivo” del “universo de la subjetividad”, que pertenece al individualismo, a la “libertad personal.” El sociólogo escribe: “La modernidad ha reemplazado la unidad de un mundo creado por la voluntad divina, la Razón o la Historia, por la dualidad de la racionalización y la subjetivación.”
Estudió “el triunfo y la caída” de la idea clásica de la modernidad, se separó de la tradición histórica que “la reduce a la razón” e introdujo el tema del sujeto y la subjetividad. Se preocupó por el modo de crear conciliaciones entre la cultura, la economía, la ciencia, la libertad, el sujeto y la razón.
Para Touraine, la idea de la modernidad, “en su forma más ambiciosa, fue la afirmación de que el hombre es lo que hace” y que, por lo tanto, debe haber un vínculo cada vez más angosto entre “la producción, la organización de la sociedad mediante la ley y la vida personal, animada por el interés, pero también por la voluntad de liberarse de todas las coacciones”.
El sociólogo se cuestiona: “¿En qué se basa esta correspondencia de una cultura científica, de una sociedad ordenada y de individuos libres si no es el triunfo de la razón? Sólo la razón establece una correspondencia entre la acción humana y el orden del mundo.”
Touraine sostiene que la razón “anima la ciencia y sus aplicaciones; es también la que dispone la adaptación de la vida social a las necesidades individuales o colectivas; y es la razón, finalmente, la que reemplaza la arbitrariedad y la violencia por el estado de derecho y por el mercado”. Para el pensador, la humanidad, al actuar según “las leyes” de la razón, se dirige a “la abundancia, la libertad y la felicidad. Las críticas de la modernidad cuestionan o repudian precisamente este afirmación central”. Su teoría se percibe como un acto subversivo.
La estructura del libro es trascendente. En la primera parte estudia la modernidad triunfante, se aproxima a “las luces de la razón”, piensa en “el alma” y el derecho natural y se pregunta por el sentido de la historia.
La segunda parte implica a la modernidad en crisis. Profundiza en su descomposición, ahonda en “la destrucción del yo”, piensa en una triada compuesta por la narración, la empresa y el consumidor, dedica páginas a “los intelectuales contra la modernidad” y busca salidas de la misma.
En la tercera parte asimila el nacimiento del sujeto y la democracia. Percibe al “sujeto como movimiento social” y, contundente, afirma: “Yo no es ego.”
Edgar Morin, Alain Touraine y el mundo de los trabajadores
Edgar Morin (París, 1921) –genio de la sociología– evocó a su amigo y colega tras su fallecimiento. “Como estudiante, quedó marcado por la obra de Georges Friedmann sobre el trabajo obrero en las empresas industriales. Dejó sus estudios para trabajar en una fábrica y conocer, desde dentro, las condiciones laborales. Georges Friedmann le aconsejó que terminara sus estudios para ingresar en el Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) [Centro nacional de la investigación científica] donde podría dedicarse al estudio del mundo del trabajo y sus condiciones.”
Touraine ingresó en el CNRS en el mismo año que Morin, en 1951, y pudo dedicarse a su preocupación esencial. Muy pronto fue adoptado por “los mandarines de la sociología”, pero se mantuvo independiente de su ideología. En mayo de 1968 demostró su plena comprensión de las revueltas estudiantiles y populares y sus consecuencias.
Se encontraron en Santiago de Chile en la década de los sesenta. Morin era profesor y Touraine era investigador de las condiciones laborales de los mineros chilenos. Ambos quedaron embelesados por Chile y más ampliamente por América Latina. Morin asevera que Touraine se convirtió en uno de los mejores conocedores del continente desde el punto de vista sociológico y humano. “Hemos sentido esta pasión común toda nuestra vida”, escribió Morin.
Temáticas vinculantes
Después de los acontecimientos de 1968, Touraine se interesó por los movimientos sociales, la actividad sindical, los levantamientos populares, los movimientos feministas cuya importancia histórica comprendió de manera temprana y las movilizaciones ecológicas. Morin dijo que mientras la mayoría de los sociólogos trabajan sobre lo que no cambia y se reproduce de forma idéntica, Touraine era un investigador que, por el contrario, se apasionaba por la movilidad. Expresó que su amigo fue sumamente creativo. Dejó una abundante obra que da testimonio de esta perspectiva y de su pasión.