«Fumar era un placer genial, sensual»

Invaluable legado a la cultura popular
Iván Restrepo
Hoy hace tres décadas murió Margo Su. Tenía 63 años y, como me expresó en mensaje póstumo, el cáncer que la invadió tuvo su origen en el hábito de fumar. Lo adquirió de las figuras emblemáticas del cine. Fumar era un placer genial, sensual.

Su exitosa vida en el medio artístico comenzó en el teatro de revista que durante nueve años llevó su nombre y en el que se consagraron María Victoria, el trío Los Diamantes y Dámaso Pérez Prado. Y la prosiguió en el Blanquita, inaugurado en 1960. En esa ocasión la conocí junto con Carlos Monsiváis y desde entonces fuimos sus amigos inseparables. Tomó la riendas de dicho teatro en 1968 y lo llevó a su máximo esplendor. Las dejó en 1981, al no poder competir con los programas de la televisión (como Siempre en Domingo), y con los palenques, que pagaban sumas elevadas a los artistas.

Al Bellas Artes de los pobres, como lo calificaron acertadamente, Margo incorporó a prestigiosos directores de teatro clásico, como Julio Castillo y Juan Ibáñez. Castillo se hizo cargo del mejor homenaje realizado hasta hoy a José Alfredo Jiménez. El elenco estuvo encabezado por Lucha Villa y el Mariachi Vargas. Por su parte, Ibáñez lo hizo con la misma calidad en Mambo. El Carefoca y su orquesta con bailarines de lujo encabezados por Ofelia Medina. Inolvidable su Mambo en sax.

En ese entonces imperaba el teatro clásico. El de corte popular se veía con desdén desde las alturas burocráticas y sociales que definían lo que era aceptable. Margo en su feudo y Carlos Monsiváis en sus textos mostraron la otra gran cara de la cultura de México: la de raíz popular.

Por el Blanquita desfilaron las grandes figuras de la época: José Alfredo, María Victoria, Tongolele, Lucha Villa, La Tariácuri, Juan Gabriel, Irma Serrano, Marco Antonio Muñiz, Lola Beltrán, Celia Cruz, la Sonora Santanera, Celio González, Toña La negra, Alejandro Suárez, Los Polivoces, María Luisa Landín, Fernando Fernández, o el inmenso Jesús Martínez Palillo. En paralelo, dio vida junto con Armando Cuspinera, otro amante del teatro injustamente olvidado, al Vizcaínas, cuyo listón cortaron María Félix y Manolo Fábregas. Y echó a caminar con gran éxito durante seis meses el cabaret King Kong, disfrute de las clases populares y medias y de La Doña, Leonora Carrington y Elena Poniatowska. La despedida, de lujo: Tongolele y Celio González. Fracasó, en cambio, con el Cabaret Margo, de perfil clasemediero, en la colonia Del Valle. A tiempo lo cedió a quien sí sabía del asunto: Miguel Nieto, quien lleva contra viento y marea el mítico salón Los Ángeles.

Al dejar el Blanquita produjo dos obras de teatro, Las hermanitas de Acámbaro, con María Victoria, Lucha Villa y el retorno a los escenarios de Ninón Sevilla. Y en un teatro del IMSS, Frivolidades, que tuvo severas críticas en el mundo oficial por ventilar los amoríos del ex presidente López Portillo.

Antes y después del Blanquita, también intervino en la televisión y en el cine. Y junto con Marta Lamas, Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe, organizó el baile por los 50 años de Monsiváis. El carnet musical: sus amigas Lucha Villa, María Victoria y Paquita la del barrio. El baile, con chambelanes y toda la cosa, lo iniciaron Elena y el cincuentón.

No dejó del todo el mundo del espectáculo gracias a su amistad con Cristina La bruja Bremer y el actor y productor Tito Vasconcelos. En La Jornada, de la cual fue socia fundadora, publicó una columna semanal en la que recreaba en un lenguaje sencillo y sin arrogancias literarias sus vivencias como habitante de la capital del país. Encabezó, con otras figuras del medio artístico, el apoyo a las víctimas de sida, discriminadas por doquier.

Con Carlos Monsiváis y Margo Su disfruté durante tres décadas una época del México que desapareció con la modernidad sin freno y la influencia devastadora de la televisión para diversión de los jodidos, como definió a la mayoría de los mexicanos Emilio El Tigre Azcárraga.

Si escribo para recordarla con cariño y admiración es también para decirle a las autoridades que hoy enarbolan como bandera la cultura popular la deuda que tienen con quien fue una de sus artífices señeras a través del mundo del espectáculo.

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